Cajas

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El sol de la tarde pintaba de tonos cálidos el camino lleno de risas y charlas de los demás niños, el día había terminado y comenzaba el tan esperado fin de semana.

—Amelia, ¿ya has decidido qué instrumento vas a tocar en la clase de música? — preguntó Anna mientras caminaban hacia la salida de la escuela. 

—Mmm... quisiera el piano, pero por ahora creo que será el violín. Mi papá me dejó traerlo la semana que viene— hizo una mímica, imaginando cómo sería empuñar el arco y hacer cantar las cuerdas de su violín en clase, Anna no pudo evitar reir ante ello.

—Esa es una buena elección. Yo creo que elegiré la guitarra. Con suerte, podré convencer a mi papá para que me dé algunas lecciones—cerró los ojos imaginando las melodías que podría crear con las cuerdas de la guitarra.

—¿Tu papá no te ha enseñado a tocar la guitarra, Anna? Tienen una en casa, ¿no podrían practicar juntos? —la rubia inclinó la cabeza ligeramente, curiosa por saber más sobre la rutina de su amiga.

—No, en realidad casi no convivimos. Mi papá es militar y a veces llega muy tarde a casa debido a su trabajo.

—Debe ser difícil. Yo no sé qué haría sin mi papá. Los días son mucho más divertidos cuando él está cerca.

—Aun así, tengo a mi mamá. Ella trabaja en el periódico de la ciudad, lo cual me gusta porque está en casa y puedo pasar tiempo con ella— dijo la pelinegra encontrando el lado positivo de la situación.

—Mi papá también está en casa todo el día. Es un grandullón que siempre está pendiente de mí y de Stripe.

—¿Grandullón? Bueno, es cierto que tu papá es muy alto. Por cierto, ¿quién es Stripe? 

—Stripe es nuestro cobayo. Es realmente adorable. Deberías venir a mi casa algún día para que lo conozcas. 

—Claro que lo haré. Luego deberíamos avisar a nuestras madres. Tal vez se hagan amigas, al igual que nosotras—compartió Anna con una sonrisa, entusiasmada por la idea de que sus familias pudieran conectarse de la misma manera en que ellas lo habían hecho.

Amelia permaneció en silencio, con una expresión incómoda. No había tocado el tema de su madre antes y no sabía cómo explicarlo. Anna, atenta a las emociones de su amiga, pronto notó el cambio en su semblante y supo que había tocado un tema delicado.

—Uh... Amelia, ¿está todo bien?—preguntó preocupada Anna.

—Estoy bien, es solo que... yo no tengo mamá.—Amelia finalmente compartió su situación con una voz tranquila pero con una pizca de seriedad—. Pero tus padres pueden ser amigos de los míos, además ya se conocen.

—Oh, lo siento... — se sintió apenada por no haber considerado esa posibilidad.

—No, no es nada. Mi mamá está entre las nubes, eso es lo que me dice mi papá. Cuando encuentro la nube más bonita en el cielo, sé que ella está ahí cuidándome. Y cuando es de noche, mi mamá es la estrella más brillante. Sé que es verdad. Papi es experto en eso— afirmó la rubia habló con certeza en su voz, transmitiendo la conexión especial que sentía con su madre a través de la naturaleza.

Ambas miraron al cielo, observándolo en busca de esas señales que Amelia había mencionado. El cielo estaba mayormente despejado, y aunque solo unas cuantas nubes decoraban el horizonte oscuro por el frío clima, una nube en particular destacaba un poco más que las demás.

—Mira, Amelia—. Anna movió el brazo de su amiga para llamar su atención. 

—Esa nube debe ser tu mamá.

Melódico Drama!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora