Aliento

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—Bueno chicos, ya finalizamos. Espero que hayan tenido un excelente día —dijo la maestra Maggie con una sonrisa, mirando a los niños que la rodeaban.

—Gracias, maestra Maggie —respondieron los niños al unísono, expresando su gratitud por la divertida jornada que habían tenido.

—Si tienen alguna duda o quieren platicar sobre algo, con toda confianza pueden acercarse conmigo. Siempre estoy aquí para escucharlos —añadió la maestra, mostrando su disposición a ayudar a sus alumnos.

Los niños comenzaban a guardar sus cosas rápidamente, ya que hoy era el día de la clase extracurricular, y estaban emocionados por lo que les esperaba.

Anna se acercó al asiento de Amelia y la encontró dormitando suavemente, recargada en su pupitre.

—Amelia, ya tenemos que irnos —le susurró Anna mientras movía con cuidado la espalda de la rubia para despertarla.

—Uh...

—Vamos, hoy es tu gran regreso. No sabes lo feliz que me hace saber que tu papá cambió de opinión y te dejó volver. Ese señor se merece el cielo.

—No exageres —dijo Amelia entre bostezos—. Mi papi es un tonto, pero ya se arrepintió. Ya me quiere de nuevo, y eso es lo que importa.

Anna observó a su amiga con preocupación.

—¿Estás bien, Amelia? Te ves un poco cansada.

—Tengo mucho sueño. Este fin de semana jugamos mucho y vimos películas. Me pasé mis horas de dormir.

—Ya veo. Pero igual no te ves muy bien.

—Tranquila, llegando a casa dormiré y descansaré.

Ambas se despidieron de su maestra y salieron del salón de clase para dirigirse a la clase de música. Amelia sentía una profunda emoción por ver de nuevo a su profesor favorito y a la maestra Red, quien desde el primer día la trató con mucho cariño.

Cuando entraron al aula de música, Amelia sintió de inmediato que estaba de vuelta en su lugar feliz. La habitación resonaba con la música de fondo y el bullicio de sus compañeros, y Amelia sabía que pertenecía allí.

Sus compañeros la recibieron con calidez y entusiasmo, mostrándole que la habían extrañado. Amelia se preguntó si sus compañeros más grandes también reaccionarían de la misma manera cuando volviera a las clases especiales.

Mientras se perdía en sus pensamientos, Rebecca se aproximó a toda velocidad y le dio un cálido abrazo. Amelia se sintió reconfortada y feliz de estar de vuelta.

—Cariño, bienvenida de nuevo. Siempre has pertenecido aquí, corazón.

—Gracias, maestra Red. Mi papá dejó de ser un tonto, y por eso pude volver.

La maestra Red sonrió con complicidad y miró en dirección a Tweek, quien también estaba presente.

—Eso puedo verlo. Me alegra que tu padre haya recapacitado, al igual que el señorito de por allá —dijo la pelirroja mientras señalaba a Tweek.

—Jeje, señorito. —soltó una risita la pequeña rubia al escuchar ese apodo.

El rubio, al ver a su alumna Amelia de nuevo en la clase, se acercó rápidamente para saludarla. La presencia de la niña le generaba una sensación reconfortante y alegre.

—Amelia, hola. Bienvenida de vuelta a la clase. Ven aquí. —Tweek abrió los brazos para abrazar a la niña, quien corrió hacia él con una sonrisa en el rostro.

—Gracias, maestro T. Me alegra volver. Solo que no pude traer mi violín. Mi papá me dijo que iba a darme una sorpresa o algo así.

—No te preocupes, cariño. Hoy no usaremos sus instrumentos usuales. Practicaremos con otros. Toma asiento. Al parecer, tu amiga ya te apartó un lugar. Comenzaremos en breve. —dijo Red y acarició su cabello con cariño—. Por cierto, bonito corte. Te queda lindo el cabello a la altura de los hombros. —Guiñó un ojo a la rubia.

Melódico Drama!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora