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Me acomodé en el sofá observando a Esteban y sonreí débil viéndolo allí cerca de nuestra niña. Ustedes pueden pensar que nuestra convivencia es un poco extraña, pero la verdad es que él realmente lo es. Sonríe. Aunque no estemos casados, Esteban todavía me trata como si lo estuviéramos. Prueba de ello es la forma en que me abrazó ahora a poco. Pero no me molesta, me hace muy bien y estos pequeños gestos me hacen sentir segura.

Las horas pasaron lentamente. Era una pena ver a nuestra niña de esa manera. Dormía la mayor parte del tiempo, lo cual era extraño. Agatha era una niña alegre, llena de vida y de madrugada para acá estaba así, somnolienta, cansada y para empeorar las cosas nadie nos hablaba nada. La respuesta era la misma, solo cuando llegaren los exámenes. Era temprano en la tarde cuando mi madre llegó al hospital. Estaba con María en el sofá, lloraba preocupada por nuestra hija, entendía bien el dolor y el miedo a lo desconocido.

Lloraba con la cabeza acostada en el hombro de Esteban. Cuando vi a Sonia entrar por la puerta, de inmediato fui hacia ella abrazándola fuerte. Su abrazo siempre me calmó

Sonia: Estoy aquí mi bien - susurré abrazada a ella - ¿cómo está ella? - miré a mi hijo.

Esteban: En la misma madre - respiré hondo acercándome a ellas - sólo duerme... desde la madrugada está así y nadie dice nada.

María: Nos están escondiendo algo - miré a Sonia - Mauricio no me mira a los ojos cuando habla... tengo miedo... ¿qué tiene ella? - hablaba en medio de algunas lágrimas.

Esteban: María - besé sus cabellos - no quedes así... mi bien, te dije que movería el mundo si es posible para que ella esté bien y lo haré.

Sonia: Más esto no puede ser así... tiene que hablar... son sus padres - dije indignada.

María: No hay forma de no quedarse, no sabemos lo que nuestra hija tiene Esteban. Esa incertidumbre me está matando - dije sufrida - tu madre tiene razón, somos sus padres, tenemos derecho a saber lo que tiene.

En el momento en que yo iba a decir algo, vi a la puerta abrirse y por ella entrar a Mauricio.

Esteban: ¿Que tiene mi hija Mauricio? - me acerqué a él.

Mauricio: Hablemos en mi consultorio - lo dije en serio.

María: Está bien... mientras diga lo que tiene - miré a Sonia - ¿quédate aquí con ella?

Sonia: No te preocupes querida, ve con Esteban. Me quedaré aquí cuidando a mi nieta.

Los miré y luego fuimos a su consultorio.

Mauricio: Siéntense, por favor. Los resultados de sus exámenes llegaron hace unos minutos - me senté en mi silla - María... Esteban... las noticias no son buenas.

Después de sentarnos lo miré y lo que salió de sus labios no me gustó nada. Sentí una opresión en el pecho y estreché mis manos.

María: ¿Co... cómo?... ¿qué tiene Mauricio?

Esteban: Hable de una vez - sostuve en la mano de María.

Mauricio: Ella... Agatha fue diagnosticada con leucemia mieloide aguda... afecta a las células mieloides, un tipo de glóbulo blanco y avanza rápidamente por el organismo... la enfermedad está bastante avanzada... por eso Agatha está así, somnolienta... con esa fiebre. Voy a entrar con un tratamiento para contrarrestar la enfermedad... tengo que ser sincero con ustedes - me quité las gafas - no sé cómo reaccionará al tratamiento... será doloroso... necesitará el cuidado de ambos.

Oírlo fue como si me clavaran un cuchillo en el pecho. Estreché la mano de Esteban con fuerza y sentí las lágrimas rodar por mi rostro. No tuve reacción alguna de hablar o hacer algo. Mi hija tenía una enfermedad mortal que podía sacarnos en cualquier momento. Mi niña... es tan pequeña... tan indefensa... no merece pasar por eso.

Esteban: No puede ser Mauricio... no puede - me levanté de la silla agonizante - ¿donde es el mejor lugar para el tratamiento... ¿qué país? ¿Qué Doctor? ¿Qué tratamiento? Sólo díganos lo que tenemos que hacer... no importa dónde y mucho menos cuánto tenga que gastar.

Mauricio: Esteban yo... lamento tener que decírselo a ustedes... mira, yo me ocupo del caso... el tratamiento se realizará aquí mismo... seguiré con todo.

María: No más que nosotros - dije sufrida - cuándo va a comenzar el tratamiento?... ¿qué vas a necesitar?

Mauricio: Comenzaré de inmediato... estará internada durante los primeros 15 días, así que necesito evaluar su reacción al tratamiento... dependiendo de cómo reaccione, pronto será dado de alta... cada 15 días recibirá quimioterapia... pasará dos días en el hospital cada vez que reciba tratamiento... es una niña y necesita más atención.

Bajé la cabeza llorando fuerte, traté de contenerme, pero no pude. Era mi hija.

María: Está bien - hablé con cierta dificultad... me levanté y salí de la habitación, donde me eché a llorar... ¿por qué esto tenía que estar sucediendo?... ¿por qué con mi chica?

Esteban: Gracias Mauricio - respiré hondo - disculpe - hablé y salí... vi a María en el pasillo, me acerqué a ella y la llevé a mis brazos consolándola... ese momento guardaría mi dolor y las cuidaría.

Cuando sentí que mi cuerpo se pegaba al suyo, solté un grito de dolor, que fue amortiguado por su pecho.

María: Nuestra hijita... ¿por qué?... ¿por qué? - cuestionaba en voz baja.

Esteban: Te prometo que estaré aquí, que la cuidaré... y de nuestra niña - la apreté en mis brazos - tenía muchas ganas de estar en su lugar... que fuera yo lo que estuviera enfermo y no ella - dije sufrido.

No pude decir nada más... el dolor dentro de mí solo crecía... lo solucé apretándolo un poco... pronto comenzó a calmarme, así como le dije algunas cosas para calmar su dolor. Él era el padre y lo sentía tanto como yo.

Después de conversar y calmar a María, volvimos a la habitación. Ella se quedó con nuestra niña y fui a la cafetería con mi madre. Tomé dos cafés y nos sentamos en una mesa. No podía decir nada.

Sonia: Mi amor... habla conmigo... ponen hacia fuera lo que está sintiendo... detener ese dolor, solo empeorará... dile a tu madre mi vida.

Esteban: ¿Hablar lo que mamá? ¿Que mi hija está entre la vida y la muerte? - ríe sin ganas - que me separé de María... las dejé a ambos solos y ahora esto está sucediendo... ¿de qué más tengo que hablar?

Sonia: No hace falta que hable así Esteban... sé que tu dolor es grande, pero al igual que tú, no tengo la culpa... tu hija no se enfermó porque las dejó.

Esteban: No dije que fue tu culpa - la miré y me levanté saliendo de allí.

Sacudí la cabeza de forma negativa y fui tras él enseguida. Cuando logré alcanzarlo, tiré de su brazo, abrazándolo fuerte.

Sonia: Lo siento, hijo mío... debo haber interpretado mal su tono de voz. No debería haber dicho eso, perdóname.

Esteban: Está bien - respiré hondo - solo me siento culpable por haberme separado de ella... sali de casa dejándole con una niña... sólo ahora me doy cuenta de lo que hice... perdí a la mujer que me amaba... veo a mi hija cuando puedo y ahora se está muriendo - hablé con la mirada perdida - ¿cómo la veré? ¿Cómo voy a mirar a los ojos de mi niña y verla sufrir? ¿Cómo? Eso no es justo mamá... No lo es... Agatha solo tiene cuatro años... es una niña.

Continúa...

Sálvame ❤️ Despiértame ❤️ Rescátame - Maria y Esteban (Concluído)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora