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Carina miraba desde el balcón el paisaje que le brindaba el imperio, en su rostro había una gran sonrisa. Ya habían pasado casi tres días desde que le ordenó a su alfa destruir el reino de Hunt.

Sus manos se encontraban en su vientre, estaba dejando pequeñas caricias en el.

—Maya… —murmuró. Escuchó la puerta abrirse, inmediatamente se hizo bolita en el sofá.

—¿Me extrañaste? —cuestionó con una sonrisa la alfa. Carina al reconocer la voz de la rubia se levantó del sofá y corrió a abrazarla.

—¡Bella! ¡Regresaste!

—Obviamente iba a regresar, cariño. —habló suave. —Debo ir a bañarme, estoy llena de sangre y lodo. —Carina se aferró al cuerpo de Maya.

—¿Los mataste?

—Si, cariño… —Maya se alejó un poco de la castaña para ver su rostro. —Traje a Hunt y a tus padres para torturarlos en el calabozo.

—¿Hunt esta aquí? —se alejó del cuerpo de la alfa mirando fijamente a su esposa. —¡Te ordene que lo matarás! ¡No que lo trajeras aquí!

—Cariño, tranquila. —Carina negó.

—¿Como quieres que me calme? Te ordené que lo matarás, Maya… si algo le pasa a mi cachorro será tu culpa. —dijo molesta, miró con rabia a su esposa antes de salir de la habitación dejando sola a la rubia.

Maya estaba confundida con la repentina actitud que había tomado su omega, salió de la habitación detrás de ella.

—Cariño. —sujetó del brazo a la castaña, deteniendo sus pasos por completo. —¿Por qué actúas así? —la castaña miró los ojos azules de la rubia, se sintió mal por todo lo que estaba haciendo, no era justo para Maya. Necesitaba explicarle el motivo.

—Perdóname… perdón, Bella. —la abrazó con fuerza mientras lloraba.

—Tranquila cariño.

—¡Mata a Hunt! ¡Matalo! —exclamó al borde de las lágrimas. Maya soltó un poco de sus feromonas para que la castaña se tranquilizara y funcionó, la omega empezó a calmarse. —Ten… —sacó un papel de su vestido y se lo dio a Maya. —Hazlo por nuestro cachorro.

La alfa ignoró el papel y mejor cargo a su omega al estilo nupcial para llevarla a la habitación, donde la dejó en la cama con delicadeza, Carina agarro una almohada y tapó su rostro para llorar. Maya abrió el papel y comenzó a leer el contenido de este, al terminar de leerlo arrugó el papel con enojo.

Posiblemente te sientas protegida estando al lado de esa alfa, pero mientras yo viva me encargaré de matar a ese bastado que llevas en el vientre.

Morirá como los demás cachorros de mi reino.

Suerte protegiendo a tu cachorro, omega inútil.

Owen Hunt.

—Ese idiota se atrevió a amenazarte…

—Pero es un idiota, bella. —quitó la almohada de su rostro. —Destruiste su reino y ahora nuestro cachorro estará bien.

—Cariño… no te va a pasar nada malo. —aseguró.

—Él quería hacerle daño a mi cachorro, a tu cachorro. —se aferró al cuerpo de su alfa. —Quería hacerle daño al cachorro del emperador Bishop, a nuestro cachorro… —soltó un suspiro mientras acariciaba su vientre.

Maya abrazó a su omega; ese estúpido alfa le hacía mucho daño a su omega y ella misma se encargaría de hacerlo pagar por todo el daño que le ocasionó.

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Carina vio el reino de Hunt todo destruido, no quedaba casi nada, la culpa apareció, ¿como pudo ordenar algo tan cruel? ¿Salvó o destruyó la vida de aquellos cachorros? ¿Esa gente realmente merecía la muerte?

Recordó como los pueblerinos la humillaron, golpearon, insultaron y demás cosas, solo por no dar un heredero.

—Se lo merecen… lo volvería a hacer una y otra vez para salvar a mi cachorro. —se arrodilló entre los escombros.

Maya miraba como Carina se abrazaba a si misma mientras miraba todo el desastre que había hecho.

—Bella, vámonos. —habló. Maya se acercó y la cargo delicadamente hasta el carruaje.

—¿Quieres roles de canela llegando a nuestro hogar? —Carina asintió con una sonrisa.

—¿Muchos roles?

—Todos los que desees, cariño. —besó la mejilla de la castaña.

Carina se acurrucó en el pecho de la alfa, oliendo el aroma a coco y almendras.

—Si quieres que haga otra cosa, pídemelo.

La Omega del Emperador Bishop (MARINA). Donde viven las historias. Descúbrelo ahora