3

278 19 0
                                    

Mara

Baréin. Puto-calor-que hace-en Baréin. Es horrible. Me dan ganas de ir desnuda. Bueno, según mi padre, voy prácticamente desnuda. Un short y un top corto.

–Vas muy corta, los vas a desconcentrar.

Cualquiera diría que es una broma, pero detrás de ese comentario hay un tono de advertencia.

–Que sí...

–Bueno, tú verás.

Tenemos la entrada al Paddock, así que, porque yo quiero, me voy a meter a ver a quién veo. Tengo ganas de ver el sitio.

–¿Necesitas un guía? –Charles aparece a mi izquierda con una sonrisa.

–Anda, hola.

–Hola, pensé que solo estarías en Italia, o eso me dijeron.

–Pues resulta que no.

–Me alegro.

–¡Charles! –lo llamaron de otro sitio, él se mordió los labios y frunció el ceño.

–Joder... qué poco me dejan vivir...

–Ya...

–Luego te busco –me guiña un ojo y desaparece de mi lado.

Ahora que lo pienso... ¿Acaba de ligar conmigo? Boombastic.

–¡Mira, tu novia! –oí a lo lejos, a mi derecha, y al girarme me encontré con Max dándole tremendo guantazo a su compañero. Le sonreí y fui con él.

–No has oído nada. NADA.

–Nada, tranquilo.

–¿Qué haces por aquí? –empujó al pobre de su acompañante, quién se fue con un gesto de dos personas besándose en las manos. Qué pavo.

–Venir a ver la carrera. Guauuu, que sorpresa.

–Guauuuu –me ríe la gracia–. Pensaba que solo te vería en Monza.

–Yo pensaba lo mismo.

–Me alegro de que no sea así.

–Y yo.

Él me sonríe. Lo siento papá, pero hoy, voy con Red Bull.

–Te veo después si es que te encuentro –se quitó la gorra y me la puso a mí–. Adiós, guapa –se fue por otro lado. Con una sonrisita volví donde estaba mi padre. Tenía la gorra de Max. La gorra del putisimo MAX.

–¿Te la has comprado? ¿No eras de Ferrari? –es literalmente en lo primero que se ha fijado.

–Me la ha dado Max. Hoy, voy con Red Bull.

–¿QUE TE LA HA DADO QUIÉN?

–Verstappen, hostia –reí.

–Qué fuerte.

–Si yo lo he dicho, se pelean por ella. Mira la cara del otro –habla Alonso, apareciendo junto con mi padre y su compañero, Stroll.

–Tú a callar.

–Ehhhh, tranquilita –levantó una mano en señal de inocencia.

–Tranquila mis cojones.

Que mal me caes. Él suspira y decide callarse. Mi padre me fulmina con la mirada. Me la suda.

–¿Y ahora yo a ti que te he hecho? –frunce el ceño.

–Nunca me has caído bien.

–Ya basta –me dice mi padre–. No te ha dicho nada.

la Fórmula y el número 1 [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora