24

105 7 0
                                    

Mara

Llevábamos ya cinco días aquí, cinco días increíbles. Alaska era precioso. Habíamos disfrutado más que nunca, de nosotros y de la estancia. Pero dentro de muy poco tocaba volver. Y yo quería irme con él, porque ahora no podía estar a más de cinco metros de él. Éramos unos pegajosos.

–No quiero ir a trabajar el viernes… –resopla.

–Ya…

–¿No puedes venir conmigo?

–Sí puedo, yo no trabajo.

–Pues ya está, ya me quedo tranquilo.

–Aparcao.

–Aparcao –repite riendo.

–No sé si opinas como yo. Me encanta Alaska, pero hace tanto frío que no me apetece salir fuera.

–Estoy yo para salir fuera ahora… –escondió la cara en mi cuello.

–Pues seguimos pasando aquí los próximos días.

–Mmm… –murmuró y asintió.

Los siguientes cinco días pasaron volando. Volví a España con muy buen sabor de boca con este viaje. A pesar de que habíamos estado más dentro de la casa que fuera, había disfrutado como la vida misma. Me iba más enamorada de él que antes. Nos había unido más, y se había creado una conexión preciosa.

Pero ahora, a él le tocaba volver a la faena.

–Voy a ganar –dice seguro de sí mismo, oí a Lewis ahogar una carcajada–. Sí, tú ríete, que la última vez te comiste la curva.

–Venga, suerte.

Yo me quedaba con los mecánicos y los demás esperando a Alonso.

Fernando

–¿Sabes que es lo próximo que me voy a comer como me vuelvas a vacilar? El coño de tu mujer, así que relájate –me dice Hamilton. Buenooo, ya empezamos con el chulo de playa. 

–No te queda nada, chocolatito.

–Veremos qué tal te va, vejestorio. Retírate, que ya no estás para trotes.

–Que te den. Y alejate de ella, como te vea cerca, te arrepentirás.

–No me toques los cojones, Alonso –me encaró.

–No me los toques tu y guardatelos un rato.

–Cuidala, porque ella fea no es y yo tímido tampoco, ya sabes cómo soy –sonríe como el cabrón que es.

–Esconde la polla que es lo único que usarás bien, y lo dudo.

–Por lo menos yo la uso a diario.

–Y yo, más que tú, no te preocupes por eso. Alejate de ella.

–No me digas lo que tengo que hacer.

–Te las verás conmigo. No te quiero cerca.

Me guiña un ojo y me da una palmada en el hombro para luego irse tan campante. Aunque intente algo, sé que me ama a mí. No desconfío de ella, de él sí, pero de ella jamás. La verdad era lo peor que me podía pasar un viernes de prácticas, eso sí hablamos a nivel personal. Porque a nivel competitivo se me acaba de fundir el motor enfrente de mi cara y he tenido que salir del coche. Dios… ¿Algo más que me tenga que salir mal hoy? Necesitaba verla y tener esa paz que solo ella me daba. Joder, puto negro de los cojones.

–Hola… –entré en el cuarto de radios, donde estaba ella.

–Hola –me mira.

Me fui directo a darle un abrazo sin decir nada.

la Fórmula y el número 1 [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora