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Mara

Me fui a la ducha después de lo ofuscada que me puse porque mi neceser no aparecía por ningún lado. Encendí el grifo y cerré los ojos mientras el agua caía por mi cuerpo. Cuando los quise abrir para coger el champú, vi todo el agua roja. Chillé como loca, oí risas desde fuera.

–¡¿Qué coño es esto, Alonso!?

–¡Tinte!

–¡Prepara tu muerte!

–¡NO HE ACABADO! –seguía partiéndose el culo.

–Verás tú... –susurré.

–¡Tú tranquila!

Gruñí y salí de la ducha enfurecida. Cogí una toalla, me sequé todo y con ella puesta fui a por mi ropa y vi a Alonso en el sofá.

–¿Y el secador?

–En el armario del baño.

Resoplé y fui a por él, lo enchufe y cuando encendió empezó a volar un polvo blanco.

–¡TE VOY A MATAR!

–¿RECUERDAS TU MAQUILLAJE?

Salí del baño llena de polvo blanco y lo miré, señaló el congelador. No me lo puedo creer...

–Que es caro, joder. Estuve ahorrando un montón para poder comprarlo.

Se encoge de hombros. Esto no se lo voy a perdonar en la vida. No le dirigí la palabra en toda la noche a pesar de que él me hablaba. Dormí en la otra punta de la habitación, no quería saber nada de él.

A la mañana siguiente me fui de urgencia a la peluquería a arreglarme lo del pelo, poniéndolo de rojo. Un rojo pasión, entero.

Volví a la habitación, pensando en si lo de mi maquillaje se podría arreglar, pero me percaté de un sobre en la mesa. Traía una breve nota con algo pegado detrás.

Lo siento, sé que me pasé ayer pero te la quería devolver fuerte. Gasta lo que quieras, no me importa.

-Alonso .

Me pienso gastar media tarjeta por hijo de puta. Aproveché que estabamos en Europa, en Bélgica, para tomarme la libertad de gastarme todo lo que había en esa tarjeta. Me dijo lo que quiera, así que, lo que quiera. La primera parada fueron las tiendas de belleza. Dior, Givenchy, Sephora, Chanel... ahí me deje unos quinientos en cada tienda. Próxima parada, tres de las cuatro anteriores pero en ropa. También me compré un móvil nuevo. Que se joda. Y aproveché para cenar en el mejor restaurante de allí, llevándome lo último que quedaba en la tarjeta. Está seca.

Cuando volví a la habitación, lo vi sentado con el móvil tan tranquilo. Eran las diez de la noche. Me mira, y al ver toooodo lo que me había comprado su cara cambió por completo.

–Hos... tias...

–Vacía –se la entregué.

–¿¡Veinticinco mil euros en ropa y maquillaje?! ¡¿Estás loca?!

–Tengo móvil nuevo y... he cenado que te cagas.

Se quedó unos segundos estático, y volvió a mirarme a la cara.

–... Estás preciosa.

–¿Gracias?

–Te queda muy bien el pelo así.

–Gracias a tu bonita broma. Pero eh, me queda bien, sí.

Él asiente y ríe.

–¿Y en qué has derrochado mi dinero? Lo de las bolsas rosas ya sé lo que es, eso no hace falta –se refería a lo de Victoria 's Secret.

la Fórmula y el número 1 [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora