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Alonso

No me puedo creer lo que acabo de ver. La ha besado. Literalmente cada vez que camino solo ocurren desgracias.

–Eh. Despierta –Lewis me chasqueó en la cara.

–Niñato.

–Ueeepaaa.

–Lo siento, pero es lo que es.

–¿Te molesta?

–No –JA, JA, JA, JA, JA. DEJA QUE ME RÍA PRIMERO.

–¿Entonces?

–Sí, me molesta. ¿Por qué? Ni puta idea. Pero me molesta.

–Bombazo.

–No se lo digas a los demás porque cuando se entera Norris se enteran todos...

–JA, QUE NO SE LO VA A DECIR A NADIE DICE, VAAAAMOS –mierda.

–VEN AQUÍ.

Y en este momento, salí corriendo detrás del tío que tenía mi secreto mejor guardado: me molesta que otros tíos, MIS COMPAÑEROS, estén como buitres al lado de ella. Podrán tener todas las buenas intenciones que quieran, pero me molesta y me perturba.

–¡TE GUSTA TU HERMANA!

–¡NO ME GUSTA MI HERMANA, CÁLLATE! –puto crío.

–Calla –Carlos lo detuvo.

–Gracias.

–A todo esto, no le decimos nada a Verstappen ni su puta madre, pero... ¿Por qué lo miras así? –se acercó Checo.

–¿A quien?

–A Max.

–Porque... y yo que sé. Me cae mal. O sea, es un pilotazo y tiene una reputación que te cagas y lo que te dé la santa gana... pero es que lo veo así, poniéndole ojitos y me dan unas ganas de ponerlo de rueda y ponerme a hacer trompos con su cara.

–Te molestaa.

–SÍ. Sí, me molesta –admití–. Y yo no soy una persona que sea así. Sabéis que voy muy a lo mío, pero jode que tú le caigas mal SIN HABERLE HECHO NADA, y venga otro tío que no conoce de absolutamente nada y ala, a vivir. Encima que yo voy y soy majo e intento currarmelo, él coge, primer puesto Y A TOMAR POR CULO. Dios, qué rabia me da.

–Ya. Pues no sé, intenta acercarte a ella y que vea que no eres tan malo como cree.

–Ya lo he intentado, Checo. Pero sigue cerrada en banda.

–Te podemos ayudar –dice Lewis.

–¡¿Y eso no sabes decírmelo antes?! –voy a fregar el suelo con sus trenzas.

–Nos acercaremos a ella y le hablaremos de ti.

–Y a ver qué le sueltas...

–Tranquiiilo, dejanoslo a nosotros –palmeó mi hombro.

Vale, a ver qué yo me aclare. Ahora tengo a un niño, un compatriota, un escudero mexicano y mi eterno rival que quieren ayudarme. Cojonudo. A ver qué tal sale el experimento.

–Ya me contaréis.

Asintieron, y al final cada uno siguió su camino. Vaya mañanita que me han dado. Y ahora ¿qué hago? ¿Me pajeo? Estoy aquí muerto del asco.

Me fui con el coche a dar una vuelta, y cuando nadie me ve, me gusta correr. Por eso me hice piloto. La adrenalina, la velocidad. Eso, para mí es lo que vale oro.

Mara

Salí de mis cuatro paredes, necesitaba pasear y estirar las piernas. Me encontré con Charles y algunos más.

la Fórmula y el número 1 [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora