CAPÍTULO 3

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No pude dormir, la angustia me lo impidió. Aparte el olor a putrefacción que inundaba cada centímetro del ambiente. Nos acomodamos en el suelo, que aparte de húmedo, era frío. Tobías estaba acurrucado en mi pecho. El pobre niño logró dormir, estaba tan triste. Aunque mi llegada lo alegró un poquito.

Lena se encontraba dormida cerca de nosotros. Entre las sombras logre distinguir como unas 15 personas. Solo habían cuatro niños, aparte de Tobías. Se encontraban allí personas que conocía de lejos y algunas que jamás había visto.

Escuche un ruido y vi una luz que provenía del interior de la alcantarilla. A esa parte no había ido. Decidí acercarme a hurtadillas, no tenía sueño y necesitaba distraerme en cualquier cosa que me alejara de mis pensamientos. Acomode a Tobías para que no fuera a despertarse y decidí averiguar que estaba sucediendo.

Lograba reconocer la voz de Ian, me acerqué más y pude oír lo que decían:

—Debemos salir de aquí, este lugar no es seguro —indicó un chico que no logre reconocer.

—Estas loco—replicó Ian, por el tono de su voz supuse que estaba enojado—. Ya va ha ser una semana que estamos en esta alcantarilla y no nos han encontrado. Aquí estamos bien.

—Es sólo cuestión de tiempo para que den con nosotros —expuso otro—. Además ayer pasaron los aviones militares; eso quiere decir que hay tropas cerca.

—Seguiremos aquí, no hay opción —determinó Ian, al parecer el tenía el liderazgo del grupo.

—Tu no mandas acá —exclamó otro sujeto que no había oído, su voz se me hizo conocida—. Nosotros no somos tu pandilla de vagos que te siguen a todos lados.

—Te voy a enseñar a respetarme —rugió Ian antes de agarrar al otro tipo por el cuello.

La gresca estaba a punto de comenzar cuando decidí intervenir. Habían personas que ni en el fin del mundo dejaban de joder. Al parecer la testosterona estaba al 100%.

—Basta ya —solté entrando al lugar—. No les parece suficiente con todo lo que está pasando, como para que ahora desgasten las pocas energías que tienen en discusiones sin sentido. Es el momento de que se comporten como lo que son y no como una bola de niños inmaduros.

Ian soltó de inmediato al sujeto. El ya me conocía y sabía que si había algo que odiara era la gente irresponsable y altanera. Tal y como el lo era.

—¿Tu quien eres? —pregunto uno de los chicos que estaba presente.

Su figura imponente sobresalía por encima de los demás. Era alto, fornido con el pelo lacio y negro. Tenía los rasgos masculinos muy bien definidos y la voz ronca. No sobrepasaba de los 25 años. Me pareció que lo había visto antes aunque no recordaba de donde.

—Mi cuñada —contestó Ian mirándome mal, como si con eso fuera a amedrentarme—. Isi ve a dormir esto no te incumbe.

—Me incumbe porque están hablando de la vida de mis hermanos y la mía. No dejaré que tu decidas sobre esto, porque te conozco muy bien y se que sólo piensas en ti.

En ese lugar habían 5 jóvenes que al parecer eran los que estaban al frente del grupo. Eso no importaba protegería como fuera a la familia que me quedaba y estaría al tanto de cualquier decisión que se tomará al respecto.

—Ella tiene razón no es momento de pelear — indicó de nuevo el chico grandote—. Yo pienso que por el momento lo mejor es quedarnos aquí.

—Azur no podemos vivir aquí toda la vida —replicó el chico que iba a pelear con Ian—. Gastamos mucho, las idas y venidas a la tienda son cada vez más peligrosas. En cualquier instante nos van a encontrar.

Trilogía mañana 1 (INVASIÓN) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora