CAPÍTULO 27

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Jordán me llevo a una tienda color azul muy grande y bonita. Habían muchas cosas allí, entre tantas una cama, una mesa y unas sillas. En la mesa habían varios libros y una lámpara de noche.

En el fondo había una improvisada ducha. Añoraba un buen baño.

—El coronel Cebrián, es ahora uno de los mejores. Ha sobrevivido a muchos ataques. Además ha derribado muchas máquinas. Cuando todo empezó no era más que un sargento, y ascendió rápidamente. Claro que debe ser también por su padre —me contó mi hermano sentándose en una silla—. Ve a bañarte tienes mucha suerte de que el haya permitido que te bañaras aquí. Viste como te miraba creo que le caíste bien.

—No lo se. Me pareció un poco extraño —comenté, mientras me quitaba los zapatos—.  Quédate aquí y vigila que nadie venga esto no tiene puertas.

La ducha estaba en pleno aire libre. Dentro de la tienda pero si alguien llegaba a venir me vería sin ningún tipo de impedimento.

—Esta bien, pero muévete; si viene el Coronel Cebrián no puedo evitarle la entrada a su propia tienda.  Aquí hay un uniforme limpio —agregó tirándome una bolsa—. Ojala sea de tu talla. Me daré la vuelta para que no te incomodes.

—Gracias —susurre.

Empecé a despojarme de mis prendas de vestir. Estaban hechas un asco. Me metí a la ducha. El agua que corría por mi cuerpo era tan refrescante. Sentirme limpia provocaba en mi una sensación indescriptible. Aunque me aseaba constantemente nunca pude hacerlo a gusto, además nos tocaba bañarnos muy rápido y con poco jabón.

Estar allí se sentía como estar en el cielo. Sin embargo no podía demorarme no correría el riesgo de que el coronel Cebrián me viera desnuda. Empaque mi ropa sucia en una bolsa y empecé a secarme.

—Jordán, lamentó lo de Fress —añadí mientras empezaba a vestirme.

Me di cuenta de las miradas que se hacían y pude notar que eran muy cercanos.

—En verdad lo siento.

—Teníamos una relación —susurro mirando el suelo—. Para mi el era muy importante. Pero el no estaba dispuesto a cargar con los señalamientos y estigmatizaciones. Lo quería mucho y estoy seguro de que pude llegar a amarlo, con todo y eso…

La voz se le cortó y pude notar que estaba llorando. Lo abrace por la espalda. Jordán era tan rudo como frágil y me dolía verlo sufrir de esa forma.

—La vida me recordó que estoy equivocado. Que una persona como yo no puede ser feliz.

—Claro que no es así —replique mirándolo a los ojos—. El mundo es el que esta equivocado, tu no. Eres un ser maravilloso y nadie es lo suficiente perfecto para juzgarte. Dios nos creo a todos, y el hecho de que tu orientación sexual sea distinta a lo que la sociedad espera, no te hace menos.

Jordán alzó la vista y clavo sus maravillosos ojos en los míos. Ojala el encontrará el amor se lo merecía después de tanto dolor.

—Tú no has cometido un delito para que agaches la mirada. Eres tan valioso como cualquier otro ser; sin importar que te gusten las personas de tu mismo sexo, y no quiero que te escondas más. Yo quiero que te permitas ser feliz.

—El uniforme es de tu talla —murmuró Jordán mirándome de arriba abajo—. Date la vuelta. Voy a peinarte.

Mi hermano se seco las lágrimas y empezó a peinar mi cabello.

—Jordán, por favor sabes que siempre te he apoyado. No quiero que sigas viviendo con miedo —le dije.

Yo lo amaba demasiado y quería que viviera a plenitud.

Trilogía mañana 1 (INVASIÓN) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora