CAPÍTULO 10

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Nuestro ritmo empezó a bajar. Era difícil correr cuando se esta tan débil. El terreno agreste no ayudo demasiado. Correr en medio del lodo es una tarea imposible.

 —Estamos perdidos; además Don Antonio no esta por ningún lado—se quejó Ian, tomando aire —¿Que haremos?

—Perdimos el mapa y muchos víveres. No se si estamos al sur o al norte —añadió Azur; quien se había subido encima de una piedra para tener mayor vista—. Tendremos que intentar encontrar la carretera, o no se que podemos hacer.

Pronto amaneció así que decidimos quedarnos quietos. De día era más fácil ser descubiertos
Además estábamos muy cansados; no podíamos dar un paso más.

Quedamos sólo diez: con cada ataque perdemos a uno o a dos. Pocas veces había ido al bosque y estábamos en una parte que no conocía. Perdimos el mapa, el agua y mucha comida. Tan sólo nos quedo un paquete de galletas, que supongo seria para nuestro almuerzo.

Lena y Tobías estaban durmiendo. Alguna vez escuche que a las mujeres embarazadas les daba mucho sueño, y mi hermana no ha podido descansar bien últimamente. Aparte de todo no me ha querido contar que sucede, pero se que algo pasa con Ian. Están muy distantes y eso no es normal.

El libro que encontramos en la casa de Don Joaquín parece haber sido de muchísima ayuda.

Quería leerlo pero Ofir era quien lo tenía y justo en esos momentos se encontraba en el baño. Jerjes y Reu se ofrecieron para buscar la señal de radio. A veces se oía una que otra voz pero nada entendible. Lo que si sabíamos era que en algún lugar debían de haber más personas. Éramos millones, no podían haber acabado con todos de la noche a la mañana.

—Isi —me llamó Ofir.

El chico se encontraba de pie junto a mi. Estaba tan distraída en mis pensamientos que ni siquiera me di cuenta de cuanto tiempo llevaba allí.

—Encontré algo en el libro pero no lo entendí muy bien ¿Me podrías ayudar?

—Si claro —respondí de inmediato, siempre me había gustado sentirme útil—. De que se trata.

—Verás—agregó el muchacho sentándose a mi lado.

Empezó a buscar algo en el libro y yo tuve el tiempo suficiente de concentrarme en su rostro. Era increíble como podía verse tan bien en medio de la situación en la que estábamos.

El estaba completamente limpio; supuse que había alcanzado a bañarse en la casa de Don Joaquín. Tan sólo tenía una pequeña herida en la parte superior de su frente. Nada grave es más creo que ni cicatriz le iba a quedar.

Sus ojos no eran pequeños ni tampoco tan grandes; eran de un color azul intenso. Tenía unas largas pestañas onduladas de color negro. Sus cejas eran pobladas y del tono de su pelo. Tenia los pómulos anchos y el mentón muy bien definido. Su nariz recta era simplemente perfecta. Su boca era grande con unos labios finos.

Era sorprendente la manera en la que sus facciones armonizaban con su rostro dándole un aspecto tan masculino pero a la vez altamente tierno.

—¿Pasa algo? —cuestionó levantando la vista del libro.

Me sonroje de inmediato. Me dio tanta vergüenza que Ofir se hubiera dado cuenta de que lo estaba observando y que me había quedado embobada mirándolo.

—Nada —conteste rápidamente—. ¿Qué es lo que no entiendes?

Ofir siguió mirándome mientras sonreía. Desvíe la mirada hasta el libro que sostenía en sus manos. Cosa que debí haber hecho desde el principio.

—En esta página dice que los Shiyloper se mantienen en comunicación entre si por medio de un sónar, como los delfines —agregó Ofir—. También dice que su visión es térmica. Detectan el calor corporal, lo mismo sucede con las Sloper. En esta página indica que hay sitios en los cuales este sonar no funciona. Entonces allí no pueden entrar; por decir así hay zonas muertas donde sus sistemas no funcionan. Luego más abajo afirman que cuando están en contacto con demasiada calor, pierden el equilibrio y se desorientan.

Trilogía mañana 1 (INVASIÓN) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora