CAPÍTULO 36

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Percibí unas manos ceñirse a mis ojos. Esas manos me taparon la vista y no pude ver nada.

Sin embargo la suavidad de ese contacto la tenía grabada en mi piel.

—¡Ofir! —me queje haciendo mis brazos hacia atrás para intentar alcanzarlo.

—¡No te muevas a vas a arruinar la sorpresa! —exclamó entre risas.

—¿Cuál sorpresa?

—Solo camina hacia adelante y te darás cuenta.

El médico me había dado de alta y estaba en la tienda cuando Ofir me tomó desprevenida.

Algo adelante se cayó, oí el ruido de un objeto al tocar el suelo y luego escuché la maldición de alguien.

Ofir se siguió riendo con más ganas.

—¿Quien anda ahí? —interrogué moviendo mis brazos hacia el lugar.

Por más que tantee no logre alcanzar nada con mis manos.

—No te preocupes, sigue caminando.

—Ese era Ian, ¿Verdad?

Ofir se acercó para hablarme a el oído.

—Si; pero ya se va, hizo un poco mal la tarea que le encomendé, pero no tenía a nadie más quien me ayudará.

Su aliento frío me tocó el cuello haciendo que me erizara de pies a cabeza.

—Ofir, ¿Qué estas tramando?

—Nada, quiero darle una sorpresa a mi novia. Nada más.

Trague saliva, llevábamos solo un día siendo novios y el decidía darme una sorpresa.

Era increíble.

Intente calmarme cuando besó con delicadeza la parte alta de mi hombro y siguió subiendo sus besos hasta mi mentón. Yo llevaba una blusa cuello bandeja color blanco que dejaba al descubierto mis hombros.

Toda la ropa que tenía me la había enviado el presidente. Quise no recibirla pero no tuve de otra, era eso o andar con la misma ropa todos los días.

Él continuo besándome sin dejarme ver. Era como si mi piel ya estuviese acostumbrada a él; sentía como mis pensamientos y miedos se iban a un lugar muy lejos, como si Ofir con sus caricias lograra hacerme olvidar de todo.

El era mi Alzheimer, y uno que disfrutaba con el alma.

—¡Ofir! —farfulle mordiéndome los labios.

Soltó un suspiro alejándose de mi.

—Así, ¿En qué estábamos?

Me reí y él hizo lo mismo.

—Da unos cuantos pasos más, y listo.

Le hice caso y avance dos pasos hasta llegar al frente de la mesita que había en la tienda. Sentí como el mueble me pegaba a la altura del muslo.

—¿Lista?

Sonreí como una niña chiquita, y luego asentí con la cabeza.

—Abre los ojos.

El retiro sus manos de mi rostro, dure un segundo en poder enfocar bien los colores y las formas. Veía todo de un color oscuro, cuando al fin pude ver bien me quedé estupefacta.

Sobre la mesa había una bandeja con un desayuno que costaba de dos vasos con jugo de naranja, dos platos con pan tostado, huevos revueltos, y fruta picada.

En medio de ambos platos había una rosa blanca.

—¿Qué es esto?

—Es la sorpresa que te tenía, es para que empieces con pie derecho el día.

Trilogía mañana 1 (INVASIÓN) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora