CAPÍTULO 38

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Había intentado ocultar ante todos que no pasaba nada; que el interés desmedido de la familia presidencial por mi era sólo casualidad, y que Cebrián no estaba enamorado de mi como lo aseguraba Lena.

Ofir aunque no me había dicho nada, sabía que sospechaba algo. El se había portado más que bien conmigo; todos los días traía un regalo nuevo para mi. Era un verdadero Ángel.

Jordán había cambiado mucho. Estaba más feliz; más concentrado en su trabajo que antes. No lo ascendieron pero logró conservar el título de capitán. El no se había vuelto a enojar conmigo y me trataba como al principio. La relación con mis hermanos era mejor que nunca.

A quien si despidieron fue al general Marx; el presidente no le pasó por alto la forma en la que trataba a sus inferiores. Por eso fue retirado y en su lugar quedó el general Da Silva.

El hombre también era un adulto mayor pero era muy respetuoso y correcto. Era como decía Tobías un viejito bonachón. Todo el tiempo estaba con una sonrisa y trataba muy bien a los soldados.

Jordán estaba bajo su mando y me habia dicho que el general era muy bueno. Que daba muy buenos consejos y no juzgaba a ninguno. Ni siquiera a mi hermano ya que este le contó de sus preferencias sexuales y el general le dijo que a el eso no le importaba; que lo único importante era que no le hiciera mal a nadie.

Las tropas habían estado entrenando y ya perdieron las esperanza de encontrar más sobrevivientes. Las Sloper cubrieron cada espacio de la tierra, menos Rick Vaill.

Los humanos que últimamente habían logrado entrar, afirmaban que las fronteras estaban cubiertas de cuerpos. Desde aquí sabíamos que era verdad, por las bandadas de gallinazos que surcaban el cielo y las fieras que habían pasado cerca del campamento en busca de comida.

El campamento tuvo que ser retirado unos cuantos metros para evitar el mal olor. Así mismo el gobierno mando a hacer unas grandes fosas para poder enterrar a los cadáveres que mas se pudieran.

El presidente buscaba de manera incansable la forma de frenar el ataque extraterrestre, pero era imposible. Más cuando ahora habían llegado noticias de nuevas armas de los Shiyloper. Cada una más letal que la anterior, y las esperanzas de que alguna vez todo volviera a ser como antes se fueron a la basura.

Dejamos el campamento y nos dirigimos al Castillo, justo al corazón de todo, al alma de la humanidad. Nos dimos por vencidos así que nuestra última opción fue cuidar nuestro santuario. Haríamos todo lo posible para que jamás entrarán, para evitar nuestra propia extinción.

Con todo y eso aun no perdía la fe. Creía que las niñas aún podían seguir con vida. Tenia las esperanzas de que estuvieran bien, y que en un futuro no muy lejano las volvería a ver.

El presidente me pidió que los acompañará en el auto en el cual iba su familia, pero no quise. No quería levantar sospechas. Además me sentía muy incómoda. Decidí viajar con mis hermanos, Ofir, Jerjes y un grupo pequeño de soldados.

La camioneta era un completo circo. Unos hablaban de una cosa y otros de otras. Yo prefería el silencio, no me gustaba hablar mucho.

—¿Te pasa algo? —cuestionó Ofir quien iba sentado a mi lado—. ¿Porqué estas tan callada?

—No tengo nada, además me gusta escuchar hablar a los demás.

—Es solo eso o tienes un problema que no me has querido contar — replicó Ofir, el me conocía muy bien— ¿Porqué Cebrián quería que fueras con él?

Pude notar la intención de su pregunta. Sabía que estaba celoso de Cebrián, solo que lo ocultaba para que yo no me molestará. Ya sabía de muy buena fuente de las discusiones que los dos habían tenido por mi causa.

Trilogía mañana 1 (INVASIÓN) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora