Prologo: Dos familias. Una historia

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Dulce amaba los musicales. Gabriela no. Dulce era fiel a su nombre. Gabriela se drogaba, por el amor de Dios. 

Y además no se querían mucho. Bueno, hubo cierta época donde sí se querían tantito, pero eso fue antes del suicidio de su madre. Tenían 7 y 13 años. 

Si bien no les había faltado nada, y tenían un padre que las amaba, las cosas no iban muy bien dentro de ellas; Gabriela había huido a las drogas para desquitarse con la vida, y fue algo que nunca pudo dejar. Siempre estaba fumando o emborrachándose. Nunca se permitió a sí misma pasar por el duelo y nunca pasó la negación.

Dulce, por su lado, solo quería escapar a un lugar donde su madre no estaba muerta y su hermana no se drogaba. Un mudo donde no se burlaban de ella; siempre estaba viendo alguna película, oyendo algún musical, viendo musicales por youtube, y leyendo. Algo en lo que todos estaban de acuerdo, es que Dulce tenía un vicio con Dear Evan Hansen.

¿Cuál era la historia? ¿De qué se trataba? Bueno, Evan Hansen era un chico con depresión y ansiedad, el cual se metía en una tragedia que no le pertenecía; quiere decir, fingía ser amigo de un chico muerto. Dulce aceptaba que la trama era un poco problemática, pero no había podido evitar amar sus canciones, y enamorarse de los personajes. No, no hablaba de Evan, hablaba de los Murphy. La familia de la morena se estaba cayendo a pedazos poco a poco, y ver a los Murphy era como ver su situación. Lo mismo por lo que pasaba.

Si preguntan por los Murphy, bueno, eran la familia que había perdido a su hijo varón, Connor Murphy, y desesperadamente buscaban una forma de reemplazarlo. No eran perfectos, eran debatiblemente peor que Evan, pero podía entender cómo se sentían. Ya no eran una familia, y solo deseaban ser felices nuevamente... si es que alguna vez lo fueron. Vieron como una parte de ellos se quitaba la vida, fueron atacados por un malentendido, y tuvieron que abarcar la verdad; Evan les mintió, y ganó beneficio en vano. 

Ella deseaba estar ahí para consolarlos y decirles que lo dejarán ir. Ella sabía las consecuencias de no dejar ir. A veces se preguntaba si podía darles un final feliz. Si era demasiado tarde para ellos.

Pero la vida no da más de una oportunidad, o eso le había enseñado aquel fatídico día. Ugh, le dolía saber qué pensaba su madre al cometer... eso. O no saber qué pasaba por su cabeza. Su madre era tan feliz, cariñosa, y divertida. Aún recordaba sus mimos, juegos, como hacía de todo para hacerlas sentir bien.

Deseaba ser más cercana a su hermana, quien solo era hostil con ella, quien solo se burlaba de sus gustos y la ignoraba en al escuela. Algún día, se decía, que todo iba a cambiar. 

Nunca pensó que ese día estaría tan cerca.

Nunca pensó que ese día estaría tan cerca

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