GYM (KOOKJIN)

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El nuevo.

¿Cómo es que nadie le ha dicho que ese banco no se toca?

—¿Te han presentado ya a Jin? —dice Mark, que se acerca, tan empapado de sudor que, si se exprime su camiseta, pueden salir un par de litros.

—Hoy no tengo tiempo —le contesto de mal humor, y me voy a hacer fondos, dejándolo con la palabra en la boca.

Estoy hasta los huevos del nuevo, y eso que aún no lo conozco. Un mes sin aparecer por el gimnasio y mis colegas meten a este tipo en el grupo sin ni siquiera consultármelo. Dicen que es rápido, fuerte y enrollado. ¿Qué cualidad deportiva es ser enrollado? Creo que los muchachos están tan aburridos de sus jodidas vidas que cualquier cantamañanas les

deslumbra con un par de chistes fáciles y una ronda de cervezas.

Me subo a las paralelas y empiezo a machacarme los tríceps, sin dejar de analizarlo desde el otro lado de la sala. ¿Qué nombre es Jin? ¿Seokjin? ¿Jinchai? ¿O simplemente Jin?

Está haciendo press de pecho y carga un buen número de kilos, pero alguien debería de haberle comentado que ese banco es mío, que nadie lo toca en esta franja horaria. Hay derechos que se ganan con la constancia, y son sagrados.

Acaba de terminar una serie y se pone de pie para beber agua. Es un tipo alto, casi tanto como yo, y debo reconocer que está en forma. Para levantar tanto peso hay que estarlo. Debajo de esa camiseta no hay más de un diez por ciento de grasa. Yo no consigo bajar del doce. Debe darle duro, eso está claro.

Noto que en ese momento repara en mí. Estamos los dos solos en el tapiz, aunque nos separen unas decenas de metros. El resto están machacando las máquinas, en la otra parte de la sala. En este gimnasio, a estas horas de la noche, somos muy pocos los que entrenamos.

Levanta una mano y me saluda a través del espejo.

Y encima «amigable». ¿Tampoco le han dicho que en un gimnasio no se saluda a desconocidos?

Paso de él, me fijo en un punto de la moqueta y me concentro en mi rutina.

No me gusta ese tipo.

Y soy muy transparente.