Después de una sesión de entrenamiento duro no hay nada como una buena ducha.
Reconozco que soy un tío de costumbres: siempre el mismo banco, siempre la misma cabina de ducha. Con la toalla alrededor de la cintura y el neceser en una mano, intento acceder, cuando me doy cuenta de que está ocupada.
Sí.
En efecto.
El nuevo.
Me asaltan los demonios. Me contengo para no sacarlo a rastras, aunque es lo que se merece. Las otras dos cabinas están ocupadas, así que no me queda más remedio que meterme en la única que permanece libre y que está justo enfrente de la que me ha robado ese tal Jin.
Tomo aire para intentar controlarme, aunque ya estoy cabreado. El agua fría consigue calmarme poco a poco, hasta que aquel tipo inoportuno va desapareciendo de mi cabeza, y en su lugar aparece el sopor relajante tras una larga jornada. Competir en triatlón requiere de esfuerzo, disciplina y resistencia, y eso hay que entrenarlo cada día, sin importar lo cansado que estés.
Empiezo a enjabonarme y me vuelvo, para que el chorro de agua me descongestione los trapecios y la espalda. Es una sensación única, cómo el líquido helado alivia los músculos, hace que la sangre circula a más velocidad debajo de la piel y repara la fatiga.
Las duchas en nuestro gimnasio no tienen puertas, así que tengo justo en frente, a escaso metro y medio de mí, al tal Jin, de espaldas, con la cabeza cubierta de espuma y tan desnudo como yo.
Creo que Mark me ha dicho que trabaja unas horas reponiendo en el Supermark de la esquina y que estudia no sé qué. En ese punto ya no le prestaba atención. Me dedico a mirarlo porque es el único entretenimiento que tengo mientras mis músculos se relajan. Se está masajeando el cuello, es posible que se haya hecho daño con tanto peso. Un tío con esa experiencia debería saber cuáles son sus límites y no sobrepasarlos, porque... Sí, reconozco que está en forma.
Tiene la espalda ancha y musculada, y hombros potentes y formados, que destacan bajo esa piel tan blanca. Los brazos, alzados mientras se masajea el cuello, se contraen con unos tríceps grandes y definidos, y unos bíceps a juego.
Me enjabono el pecho. Para alcanzar ese nivel de musculatura debe ejercitarse a diario, como yo, y desde hace mucho tiempo. Debe venir de otro gimnasio, o quizá de otra ciudad. ¿Qué me dijo Mark? Que era forastero, creo recordar, de algún lugar de nombre impronunciable muy al norte.
Recorro con la mirada la línea central entre sus omoplatos que desciende por la espalda, muy acentuada, enmarcada por dorsales tan poderosos como el resto, hasta llegar a los glúteos. Reconozco que están bien trabajados. Son grandes, redondos y definidos, perfectos para correr y estabilizarse en el esfuerzo.
Me enjabono la ingle mientras él se enjuaga y la espuma blanca se le cuela por la raja que separa ambas nalgas, y le baja por el interior de los muslos. Lo hace lentamente, de una manera casi hipnótica, deteniéndose de vez en cuando entre la ligera vellosidad rubia de sus piernas.
En ese momento el bote de champú se le resbala de las manos y cae al suelo. Él se agacha para cogerlo, y me muestra más allá, hasta la sombra de vellos que protege la abertura. Me siento incómodo y dejo de mirar. En el gimnasio estamos acostumbrados a vernos en pelota todos los días, pero aquello es demasiado íntimo.
Sin saber por qué, mis ojos regresan a aquel punto exacto y sombreado. Parece que tarda demasiado en recuperar el bote, aunque es posible que tenga los ojos cubiertos de espuma. La misma espuma que se desliza por su espalda y se pierde allí dentro, acaricia la piel y se precipita desde la redondez de sus testículos, que se muestran en su totalidad, uno más pesado que el otro.
«Tiene un par de buenos huevos», me viene a la mente, y sonrío ante un pensamiento tan absurdo.
En ese momento él se incorpora, a la vez que se gira, y se me queda mirando a los ojos.
—¿Vais a venir esta noche? —tardo en comprender la pregunta. Es Mark, desde la cabina de al lado.
—Claro —contesto—. Sue ha hecho esa empanada que te gusta.
Termino de enjuagarme de espaldas, sin prestar atención al nuevo. Ya me ha cabreado hoy lo suficiente como para que ocupe un segundo más mis pensamientos. Solo cuando salgo de la ducha, con la toalla alrededor de la cintura, tengo que mirarlo.
Él sigue allí, con el agua recorriendo su cuerpo, sin prisas, y tengo la sensación de que durante todo ese tiempo no ha apartado sus ojos de mí.
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GYM (KOOKJIN)
Фанфик#CURIOSIDAD HETERO Cuando aparece el deseo y se convierte en pasión, puede llegar el amor. «Si te gusta, ve a por ello, aunque pongas tu mundo boca arriba y tengas que aceptar quién eres. » Cuando Jungkook regresa a su pequeño pueblo tras un mes fue...