Durante dos días no aparezco el gimnasio y me dedico a correr por el campo. No quiero verlo, no quiero encontrármelo, no quiero saber nada de él.
El tercero me llama Marck.
—¿Dónde carajo te metes?
—Estoy haciendo algunas reparaciones en casa.
Me excuso, aunque a Sue le he dicho que no paso por el gym porque el viejo Billiy está arreglando las duchas.
—Jungkook, somos un equipo —se queja—. Si no estamos todos la cosa falla.
—Por un par de semanas no pasa nada.
Hay un momento de silencio en la línea telefónica, algo impensable cuando se habla con Mark, que siempre tiene algo que decir.
—¿Ha pasado algo entre Jin y tú? —dice de pronto.
Se me eriza el vello de la nuca. ¿Tan evidente ha sido o es que se ha ido de la lengua?
—¿Por qué lo dices? —tanteo.
—No sé. Antes preguntaba mucho por ti. Ahora parece que no existes.
—¿Qué cosas preguntaba?
Me arrepiento de haber mostrado interés. Si alguno de los chicos sospecha algo no debo dar pie.
—Las normales —contesta—: quién eras, en qué trabajabas, si estabas casado —lo oigo refunfuñar—. Tienes un carácter de mierda y lo sabes. Seguro que has sido duro con el chaval.
Me quedo más tranquilo. Solo ha sido curiosidad. La curiosidad normal por la pieza que falta en un equipo unido y a quién aún no conocía.
¿O es algo más?
—No ha habido nada de eso —lo tranquilizo—. Apenas hemos cruzado un puñado de palabras.
—Pues vente mañana a entrenar.
—Así lo hare.
Al día siguiente me reúno con los muchachos después del trabajo, como siempre. Toca natación y el viejo Bill nos deja la piscina para nosotros solos después de cerrar al público.
No nos vemos desde la cena en casa de Mark, y de eso no hace ni dos semanas. En el vestuario, mientras nos cambiamos, los chicos me chocan la mano y me palmean la espalda como si hiciera un año que estuviera desaparecido. No pregunto por Jin, pero no está allí.
Me pongo el Turbo, el gorro y las gafas, y me encamino a la piscina.
Reconozco que estoy bien. Muy bien, de hecho. Siempre he tenido la espalda ancha y un buen desarrollo muscular. La natación me ha dado estos brazos y estos pectorales, y el running unas buenas piernas. Llevo barba desde ya no me acuerdo, me rapo el pelo al uno porque tengo mucho y muy fuerte y, según mi madre, he sacado el cabello negro y la piel tostada de la familia de papá, mientras que los ojos azules son solamente suyos. Cosas de
madres, pero ellas nunca mienten.
Cuando llego a la piscina, una de las calles está ocupada. Es Jin, que ha llegado antes que los demás, y la surca con brazadas largas y ágiles, que desplazan su portentosa anatomía en unos largos perfectamente ejecutados.
Vuelvo a sentir esta jodida opresión entre las costillas, pero disimulo y empiezo a calentar antes de lanzarme al agua, mientras los chicos van entrando y cuentan sus jodidos chistes, que siempre son los mismos.
No aparto la vista de Jin, aunque hago como si la tuviera perdida en ninguna parte. Hace crol a la ida y espalda a la vuelta, por lo que me ofrece una visión completa de su cuerpo por detrás y después por delante. Observo cómo sus nalgas entran y salen al compás de sus piernas, apenas ocultas por un bañador blanco muy pequeño. La línea que las separa queda perfectamente marcada, oscurecida según profundiza. A la vuelta, me doy cuenta de que el paquete también muestra su sombra, un pubis que ya vislumbré en la ducha, cubierto por una tímida capa de vello rubio.
Me doy cuenta de que empieza a ponérseme morcillona y salto al agua de cabeza antes de que los muchachos lo perciban.
El ejercicio hace que me olvide de todo aquello, de Jin y de la visión húmeda de su cuerpo. Me machaco a fondo, trazando largo tras largo, sin descansar. Sintiendo cómo mis músculos se tensan y responden, hasta que estoy tan cansado que las últimas brazadas me cuestan horrores.
Salgo de la piscina y me siento en el bordillo. Cuando miro alrededor me doy cuenta de que estoy solo y únicamente cuando consigo fijar la vista en el enorme reloj de pared comprendo que llevo una hora y media nadando, y que todos se han ido ya.
Suspiro. Mejor así. Y me encamino a las duchas.
Mark está delante del espejo, pasando un peine por sus densos cabellos.
—Vaya machaque que te has metido, tío.
—Lo necesitaba.
—Recuerda que mañana es lo de Black Mountain.
Se me había olvidado por completo. Los muchachos llevan dos meses celebrándolo.
—Sí, tranquilo —me excuso.
Tres de las duchas están ocupadas, así que entro en la única libre.
Me quito el bañador, me arranco el gorro y las gafas, y me meto debajo del chorro de agua fría. Solo cuando me vuelvo me encuentro con Jin, justo en frente, como las otras veces. Pero en esta ocasión algo ha cambiado, porque no me mira, no parece reparar en mí.
Está de perfil, con los ojos cerrados, una mano apoyada en la pared mientras recibe el placer del agua caliente y una ligera nube de vapor lo envuelve.
Me quedo mirándolo, extasiado. Es de una belleza deslumbrante.
Cada músculo ligeramente marcado, con el tamaño justo, la densidad adecuada y la forma perfecta. Y después, los glúteos. El perfil me devuelve dos semiesferas jugosas, ligeramente rosadas, salpicadas de rojo donde el agua está muy caliente.
Lo deseo.
Y me maldigo.
Imagino mi cara, mi boca, mi lengua entre esas nalgas, y vuelvo a maldecirme.
Me tapo con la mano y con la espuma, porque mi verga empieza a reaccionar a todo lo que pienso. Me cubro cuando Namjoon sale de la ducha de al lado y se despide antes de largarse, por si tardo demasiado. Cuando Yoongi deja vacía la siguiente ducha, nos quedamos los dos solos, frente a frente, mojados y desnudos.
Pero él no se percata de mi presencia, y si lo sabe, no hace por demostrarlo.
Con la punta del dedo índice lubricada por el jabón, me acaricio el glande, en largos círculos, siguiendo el borde inflamado, hasta detenerme en la boca, y acentuar allí la caricia.
Jin abre los ojos, pero no me mira. Yo me detengo y disimulo, tapandome con más espuma, como si estuviera lavándome a fondo entre las piernas. Pero él me ignora una vez más, abandona la ducha, y se larga.
Se me frunce la frente y me siento mal.
No sé qué carajo me pasa. Quizá estoy en una época de calenturas y me empalmo hasta con un tío que tiene un buen culo.
Me río de mi ocurrencia, pero en vez de disfrutar del baño, cierro el grifo y me dirijo a las
taquillas. Intento negármelo, pero lo hago para verlo de nuevo. Lo sé. Y me molesta. Y me aturde.
Cuando llego, Charle termina de colocarse la sudadera mientras habla de lo de Black Mountain con Yoongi, que está atándose las botas.
—¿Ya se han ido todos? —pregunto, cuando lo que de verdad he
querido decir es «Dónde está Jin».
—Solo quedamos nosotros tres —contesta Yoongi—. Y aligera, porque hoy soy yo el responsable de las llaves.
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GYM (KOOKJIN)
Fanfic#CURIOSIDAD HETERO Cuando aparece el deseo y se convierte en pasión, puede llegar el amor. «Si te gusta, ve a por ello, aunque pongas tu mundo boca arriba y tengas que aceptar quién eres. » Cuando Jungkook regresa a su pequeño pueblo tras un mes fue...