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En cuanto se cierra la puerta del ascensor nos echamos uno encima del otro y nos comemos a besos. Le meto la mano por debajo del jersey para descubrir que no lleva camiseta. Me entran ganas de quitárselo allí mismo y lamerle los pezones. Acaricio su piel, caliente y suave, confortable y excitante. Él mete la mano dentro de mis pantalones.

—Me encanta tu polla —me dice al oído y después me muerde el lóbulo de la oreja.

El cubículo se detiene. Estamos en nuestra planta. Salimos del ascensor a brazos partidos, contra la pared de enfrente. Lo deseo tanto que me duelen los huevos. Él introduce más la mano, allí dentro, aprisionada por la tela vaquera, y me los acaricia, como si leyera mi pensamiento.

El glande ha desbordado el bóxer y la cinturilla del pantalón, y me asoma, ligeramente escorado, pero cerca del ombligo. Un poco de précum lo ha lubricado, y mancha el borde de la tela. Jin se da cuenta y gime. Allí mismo, en medio del pasillo, se pone de rodillas y lame aquel trozo, a grandes lengüetazos, tragando aquel resto de líquido seminal.

Miro a ambos lados. Cualquiera puede salir de su habitación y pillarnos, y será difícil de explicar.

—Vamos a la cama —le susurro, con la voz entrecortada de deseo.

Jin termina de lamer, pero al fin se pone de pie, me besa, sujeta la parte delantera de mi pantalón, siendo muy consciente de que el envés de sus dedos está rozando mi verga, y me arrastra hasta el final del pasillo.

El deseo hace que me tiemblen las manos, pero al final atino con la llave magnética y se abre la puerta. Entramos en la habitación a tropel, hasta caer en la cama. Yo tumbado boca arriba y él encima. Continúan los besos hasta que Jin se separa para quitarse la camiseta. Yo lo imito, sin dejar de mirarlo a los ojos. Esos ojos que son magnéticos para mí.

Una vez libre no vuelve a mi boca, sino a mi cuello. Noto cómo su boca succiona, cómo chupa los rincones bajo mi mandíbula, para después besarlos, y acariciarlos.

Desciende por mi clavícula, y su lengua se enreda en la maraña de mi pecho.

—Me gusta que seas peludo —y tira de algunos vellos mientras mordisquea mis pezones.

No sé qué tiene esa boca, porque me recorre una corriente eléctrica, cuando nunca he tenido especial sensibilidad en esa parte. Mientras juguetea con uno de ellos, sus largos dedos lo hacen con el otro. Arqueo la espalda, preso del placer. Quiero decirle que pare. Que siga. Gritarle. Pero al fin él descubre algo nuevo y desciende.

Se separa un momento, sentado a horcajadas sobre mis muslos, y tira de mi cinturón hasta desabrocharlo. Hace lo mismo con el pantalón, y baja muy suavemente el bóxer de tela blanca.

Mi polla aparece completamente erecta, y golpea un par de veces sobre mi vientre.

—¿Te he dicho que me gusta tu polla? —me repite.

Le brillan los ojos cuando se la mete en la boca.

Yo levanto la cabeza para ver cómo lo hace, cómo se la come, mientras él no aparta sus ojos de los míos en ningún momento. Aquella visión provoca que me hormigueen los dedos de las manos. La manera en que su lengua la recorre, en que sus labios la besan, y la

ocultan, hasta hacerla desaparecer en su boca. La forma en que se atraganta, y parece a punto de vomitar. Le sujeto la cabeza en esa posición. El placer es inenarrable porque siento mi polla encajada allí, en su garganta. Él da una arcada, pero aprieta más. Al final lo dejo porque puedo correrme, y no es esa aún mi intención.

Jin se separa y se pone de pie, para quitarse lo que le queda de ropa. Yo aprovecho y me saco los pantalones y los calcetines. Los dos desnudos. Yo, tumbado en la cama. Él, de pie, justo en frente.

—Ese cuerpo me vuelve loco —me dice, y después se muerde el labio inferior.

Espero que siga con su trabajo, con esa mamada de vértigo que me estaba haciendo, pero en cambio, viene a la cama, aunque de una manera diferente.

Ambos estamos tumbados de lado, su cabeza está a la altura de mis genitales, por lo que los suyos... quedan al mismo nivel de mi boca. Sin más, prosigue con la fabulosa mamada, más tranquilo, disfrutando de lo que se está comiendo, a largos lametazos, o a ligeros

besos a lo largo de toda la verga.

Yo miro lo que tengo frente a mí. Jin tiene una buena polla. Es gorda, y grande. Con la piel blanca y sin circuncidar. Hay un par de venas hinchadas que le dan un aspecto nudoso, y el glande aparece ligeramente cubierto de piel en la base. También está húmedo. El líquido preseminal la ha dejado jugosa.

Es la segunda vez en mi vida que tengo una polla tan cerca, y la primera fue esta misma, y esta mañana.

Acerco la nariz y la huelo. Reconozco el olor de mi ropa interior cuando hago deporte. Es un aroma ácido, jugoso y lleno de sensualidad. También lo he olido en el gimnasio cuando alguien se la ha cascado en una ducha.

Alargo la mano y la acaricio. Palpita y noto cómo vibra entre mis dedos. La beso. La piel es suave, más de lo que imaginaba, y con un tacto caliente. Me doy cuenta de que Jin se ha detenido y me está mirando.

—Pasa la lengua —me dice.

Le hago caso y, con cierta torpeza, la paso alrededor del glande. Es un sabor ácido, como de yogur, pero agradable. Juego con la punta de la lengua sobre las formas redondeadas, y bajo hasta aquella vena hinchada.

—Métela en la boca —me ordena.

Yo lo hago. La sensación salobre se acrecienta. Me doy cuenta de que aquello me excita. Y cuando Jin continua con su mamada, me olvido de todo y hago lo mismo. Es muy distinto a comerse un coño. Aquí todo es firmeza, sazonado con los fluidos que escapan de la abertura. Voy aprendiendo según práctico.

Sé que no lo hago bien, que estoy decepcionando a Jin, pero lo intento de todo corazón. Me la meto hasta donde puedo sin que me provoque arcadas, salgo y entro. La lamo, mordisqueo la punta y el tronco...

Con un movimiento que no espero Jin me gira y me deja boca arriba de nuevo, y él se pone encima de mí. Se ajusta hasta metérmela en la boca y empieza a moverse, de arriba abajo.

Estoy inmovilizado y él lo sabe. Y me está follando la boca, cada vez más deprisa.

Intento tomar aire, que apenas consigo. Su verga entra y sale de entre mis labios, cada vez más deprisa. Me agarro a sus glúteos mientras intento seguir el ritmo, pero entra tan adentro que me provoca una arcada.

Toso, pero él no para. Tampoco se detiene con la generosa mamada que me está dando.

Se me nubla la vista. El placer es algo que no recuerdo haber sentido nunca antes. Me acaricia los huevos mientras me la chupa, o me masturba, o se la mete hasta la garganta.

Estoy a punto de correrme, cuando Jin aprieta un poco más y me la encaja tan a dentro que le clavo las uñas en las nalgas.

Y entonces se corre.

En mi boca.

Dentro de mi tráquea.

Una corrida generosa que, al separarse se me escapa por la comisura de los labios.

El sabor agrio, dulce, salado, me envuelve, mientras un chorro de lefa sale disparado de mi polla directo a su boca.

Él la saca para dejarme respirar, mientras los últimos espasmos de placer me recorren el cuerpo. Completamente exhausto, con un reguero de semen surcándome la mejilla, intento recuperarme, mientras Jin sigue chupándomela, a pesar de haberme corrido, porque aún le queda hambre de mí.

GYM (KOOKJIN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora