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Llego a casa de Sue tan alterado que se da cuenta de que algo pasa.

—¿Has discutido con Jin? —supone.

—No.

—¿Qué te pasa entonces?

No contesto y salgo al patio a cortar leña. Con cada hachazo parece que soy yo mismo quien se parte por la mitad. ¿Cómo lo he permitido? ¿Cómo me he dejado? No soy un marica ni me gustan los hombres. Me excuso pensando que yo no he hecho nada, que ha sido él, que... pero mi resistencia ha sido nula.

Además de la culpa me atraviesa el recuerdo del deseo, y del placer. Porque ha sido una corrida antológica. No recuerdo otra de esa intensidad, ni siquiera aquella noche con las dos bailarinas que me dejaron tan secos los huevos que no pude machacármela en una semana.

Con cada golpe me siento un poco más calmado, aunque lo sucedido no sale de mi cabeza.

Sue parece haber olvidado el mal humor con el que he llegado a su casa, porque el almuerzo y la sobremesa es como el de todos los domingos. La diferencia estriba en que cuando aparece la palabra FIN en la película que hemos estado viendo abrazados en el sofá, me doy cuenta de que no tengo ni la más remota idea de qué carajo hemos visto, porque mi cabeza estaba ocupada pensando en toda esta mierda.

Mis padres y mis sobrinos nos alivian la tarde. Mamá se da cuenta de que algo me sucede, pero lo achaco al trabajo. Cuando se marchan es muy tarde y nos metemos en la cama.

Sue se pega a mi cuerpo, pidiendo guerra. No tengo ganas, porque el recuerdo del orgasmo de esta mañana aún me tortura, pero me doy cuenta de que es una buena forma de medirme, de descubrir qué carajo me ha pasado.

Me la follo de una manera tan salvaje, metiéndosela tan adentro, parando cuando me voy a correr para que dure más tiempo, que cuando al fin terminamos ella se ha ido un par de veces y me mira con ojos brillantes.

—Hacía tiempo que no me lo pasaba tan bien —me dice.

Yo le beso los labios, y me doy la vuelta para dormir. Pero duermo poco y mal. El nuevo se me aparece en sueño, sus labios jugosos, la forma en que los he visto acoplarse a mi verga, la manera en que me ha acariciado los huevos, y cuando me despierto por la mañana veo que tengo los calzoncillos pegados, con una mancha de semen seco.

Cuando llego al trabajo voy directamente a la oficina de mi jefe.

—¿Hay trabajo fuera? —le pregunto desde la puerta, apoyado en el quicio y con los dedos en las trabillas.

—¿Lo dices en serio? —me mira sorprendido—. Me la liaste el mes pasado cuando te mandé cuatro semanas a trabajar a Illinois para montar esas casas.

Me encojo de hombros.

—Me vendría bien un poco de más dinero, y pagaste el desplazamiento y las dietas.

—Si necesitas un adelanto...

—Necesito estar fuera unos días.

Mi jefe me mira a los ojos, tiene la frente arrugada. Es un buen tipo, duro, pero no se mete en nada.

—Una semana, en el Sur. Hay que supervisar un cargamento de madera.

—Eso me vale. ¿Puedo irme mañana?

—¿Todo bien, Jungkook?

—Todo perfecto.

Vuelve a analizarme, preguntándose si debe preocuparse.

—Mañana es un buen día.

Me doy la vuelta sin más. Esta noche tendré que explicárselo a Sue, pero terminará comprendiéndolo.

Al menos esta semana sin ver al nuevo me va a permitir ponerme las cosas claras.

GYM (KOOKJIN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora