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—¡Vaya pase de mierda! —grita Mark y arroja su gorra contra el televisor.

Las cenas en su casa son tan divertidas como peligrosas: demasiadas cervezas y tanta pizza como para reventar.

Estamos todos, los siete, y todos hemos venido con una chica, que en el caso de Taehyung es la que le toca esta semana, y sus mujeres quienes están casados. Hacemos un buen equipo a pesar de ser muy diferentes.

Desde Namjoon, que es director de un banco, a Yoongi, que pica zanjas en las obras del ferrocarril. En edades sucede igual. Mark ya ha sobrepasado los cincuenta, Jimin no ha cumplido los veinte, y yo entraré en los treinta y dos el mes que viene.

Las chicas, como siempre que nos reunimos, han ocupado la cocina, y desde aquí se las oye, junto al sonido metálico de los utensilios culinarios.

Suena el timbre de la puerta y Mark se pone de pie.

—Debe ser Jin. Me dijo que llegarían tarde.

Arrugo la frente, pero no digo nada. Me había hecho la ilusión de que no habían invitado al nuevo. Alguien baja el volumen del televisor mientras abren la puerta. Yo permanezco sentado en uno de los dos sofás, con los brazos estirados en el respaldo y, supongo, cara de pocos amigos.

Escucho voces en la entrada, una de ellas de mujer, algunas risas de complicidad, hasta que aparecen por la puerta del salón. La chica es muy bonita, morena, con una sonrisa agradable y buen tipo. El nuevo le tiene pasado el brazo por los hombros, como si quisiera

dejar claro que es suya. Mis ojos se van para sus manos, y me doy cuenta de que estoy buscando una alianza. No hay señal de ninguna. Por alguna razón aquel hecho me tranquiliza, aunque soy incapaz de comprender por qué.

—Ella es Sharon —dice él, presentándosela a todos—. Cuidado con las palomitas. Acaba con todas.

Ella se ríe, y le riñe de manera cariñosa mientras los muchachos le dan la bienvenida. Cuando me mira yo esbozo una sonrisa que sospecho que ha parecido más una mueca de disgusto, y vuelvo la vista a la pantalla del televisor.

—Ven conmigo, Sharon. —Mark siempre tan correcto—. Te voy a presentar a las chicas. Allí sí que hay palomitas.

Más risas, algún chiste suelto y ambos desaparecen camino de la cocina.

En el salón las cosas van calmándose. Yoongi le está preguntando al nuevo por el entrenamiento mientras alguien vuelve a subir el volumen de la tele.

Lo miro con disimulo. Tiene buen aspecto, debo reconocerlo. Vaqueros, deportivas y una camisa blanca bien planchada. Parece nervioso, porque trastea con las manos en los bolsillos. Lo he visto con el pelo sudado y mojado. Ahora compruebo que es rubio, algo oscuro, y lo lleva crecido.

Por algún motivo mis ojos se dirigen a sus labios. Tienen un color intenso, saludable, y el inferior es especialmente carnoso. Me siento incómodo sin saber por qué. Quizá porque parezco un espía, cuando a lo que vengo es a echar unas cervezas.

Vuelvo a la tele. Peterson está a punto de batear y todos mis colegas están ahora pendientes de la pantalla.

—¿Puedo sentarme?

Levanto la vista. Ahí está el nuevo, mirándome mientras señala el espacio vacío a mi lado.

—Claro. Es tuyo —le indico.

Él se sienta, casi se arroja entre Namjoon y yo, pero se vuelve de inmediato hacia mí.

—Tú eres Jungkook.

—El mismo.

—Jin —me tiende la mano.

—Lo sé.

GYM (KOOKJIN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora