Mi vida se ha puesto patas arriba.
Hace unas semanas era un tipo con una existencia aceptable, cuya única preocupación era superar una nueva marca nadando, o corriendo, o dándole a los pedales.
Con la llegada de Jin me encuentro ubicado en un lugar del mundo desconocido, o quizá ignorado, pero del que sé que formo parte.
He llegado a casa bien entrada la madrugada. El camino de vuelta ha sido una mezcla entre el sopor de una refriega sexual y la música de Nina Simone que vomitaba la radio. Eso me ha permitido tirar kilómetros sin tener que pensar, únicamente dejándome sentir.
Me he dado una larga ducha en cuanto he llegado. No sé, quizá una hora bajo el chorro caliente, como si necesitara cambiar de piel. Sin dormir, me pongo la ropa de deporte y me voy al gimnasio. El viejo Bill abre a las seis y hasta las ocho no tengo que estar en el trabajo.
El vestuario está desierto y la piscina también. Aún es de noche y agradezco que no haya conectado el hilo musical, que suele machacarnos con heavy metal o bandas sonoras de películas de los ochenta.
Me tiro al agua y empiezo a trazar largo. El ejercicio físico siempre ha sido para mí como un salvavidas. Me quitó del tabaco, me salvó de los porros, de la coca y posiblemente de la heroína en la que cayeron muchos compañeros del colegio. También me salvó de lugares como el que fui ayer.
Salvar no, sería injusto... más bien me cambió el foco para que no los viera y las preguntas pudieran ser trasferidas a este instante en que me encuentro.
No sé cuánto tiempo llevo en la piscina. La cabeza bajo el agua, cuando llego a la pared para dar la vuelta y trazar otro largo, y me encuentro con unos pies sumergidos.
Me detengo y saco la cabeza.
Jin está allí, sentado en el bordillo, con el bañador puesto y una sonrisa triste en los ojos.
—Hemos tenido la misma idea —me dice.
Por toda respuesta, salgo del agua y me siento a su lado.
Permanecemos callados unos instantes, con la mirada perdida en la superficie ondulante de la piscina.
—Te llamé —me dice—. Ayer cuando te fuiste. Intenté hablar contigo varias veces.
—Apagué el móvil por si eso sucedía.
—No tengo ni la más remota idea de en qué términos estamos tú y yo. Tampoco sé qué sucedió ayer.
Se refiere a cuando fui a su casa y lo dejé plantado tras practicar sexo en un callejón infecto.
—Necesitaba saber si lo que siento por ti es solo ganas de sexo o hay algo más —me confieso.
Él me mira. Sus ojos son los más brillantes que he visto. Cuando me mira, como ahora, tengo la sensación de que ven más allá de mí, a un Jungkook que ni siquiera yo vislumbro.
—¿Y ya lo sabes? —me pregunta, y hay un tono de temor tras cada palabra.
Yo asiento.
—Lo tengo bastante claro.
Sonríe. Me entran ganas de besarlo. Es un magnífico ejemplar de hombre y, sin embargo, parece un chiquillo a mi lado, intentando que el profe no le castigue.
—¿Me lo vas a decir? —se atreve a preguntar.
—No.
Sonríe y juega con los pies en el agua. Las gotas cálidas me salpican, y me gusta. Permanecemos en silencio algunos instantes más. De nuevo es él quien habla, mientras yo me esfuerzo por comprender lo que estoy sintiendo.
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GYM (KOOKJIN)
Hayran Kurgu#CURIOSIDAD HETERO Cuando aparece el deseo y se convierte en pasión, puede llegar el amor. «Si te gusta, ve a por ello, aunque pongas tu mundo boca arriba y tengas que aceptar quién eres. » Cuando Jungkook regresa a su pequeño pueblo tras un mes fue...