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Sue me ha llamado un par de veces esta mañana, pero no le he cogido el teléfono. En el trabajo, mi jefe me ha preguntado si me encuentro bien. El cabrón parece tener un radar para sus empleados, así le funcionan de bien los negocios. No debo tener buen aspecto. Esta noche no he pegado ojo, pensando en cómo manejar todo esto.

Cuando salgo de currar me voy directamente a casa de Sue. Ella está empapelando el interior de un viejo mueble que quiere regalarme. Es una cómoda que encontró en un basurero y que ha estado restaurando en sus ratos libres.

Se me cuelga del cuello y me da un beso.

—Te he echado de menos.

No tarda en darse cuenta de que algo sucede. Debo estar más serio que de costumbre, o simplemente no hago lo que otras veces, llevármela a la cama. El sexo entre nosotros siempre ha sido bueno. Hasta Jin.

—Tenemos que hablar —digo la frase y a la vez me maldigo por usar esa fórmula tan manida.

Mi tono, o mi cara, le dicen que es algo grave. Se aparta, cruza los brazos, y me mira con la cabeza ligeramente alzada, como si necesitara defenderse de mí.

—¿Ha pasado algo?

—Sí.

Sus ojos indagan en los míos. Quiere estar preparada para lo que se avecine, porque sabe que le va a doler.

—¿Durante ese puto viaje que habéis hecho?

—Así es.

Traga saliva y cambia de postura.

—Has estado con otra.

He venido para esto, así que debo encararlo.

—Sí, he estado con otra persona.

Contiene el llanto y se lleva una mano a la boca para que no vea cuánto le duele. No lo voy a decir por qué me llamará oportunista y no me creerá, pero dar este paso me está doliendo tanto como a ella.

—Creía que lo nuestro... —No consigue terminar la frase.

—Yo también. Estaba seguro.

De pronto veo algo de luz es su mirada, es como si recapacitara y diera una nueva interpretación a lo que le acabo de contar.

—¿Ha sido un simple polvo? ¿Vienes a pedirme perdón?

Se me escapa un suspiro. Ya es suficientemente difícil como para no ser claro.

—No tengo ni idea de lo que ha sido, pero necesito tiempo para descubrirlo.

Ella se encoge ligeramente de hombros, aunque sus brazos siguen cruzados.

—Si solo ha sido un calentón... podría perdonarte.

Me entran ganas de abrazarla. Sé que me quiere, pero ahora me doy cuenta de cuánto. Estaría dispuesta a soportar una infidelidad con tal de que lo nuestro siguiera adelante.

—Ha hecho que me replantee muchas cosas. —Mis manos en los bolsillos, porque no sé qué hacer con ellas—. No puedo seguir contigo sin tener claro quién soy y qué quiero.

Su mirada se agudiza. Sue es lista y está hilvanando cada frase, cada pensamiento, y algo no le cuadra.

—¿Qué es lo que no me estás contando?

Me muevo inquieto donde estoy. Hasta este mismo instante no lo he verbalizado. Hacerlo delante de la persona con quien había decidido compartir mi vida, es especialmente doloroso.

—Me he acostado con un hombre —suelto.

Ella me mira como si acabara de decir que todo lo anterior era una broma.

—No te creo.

—¿Crees que te diría algo así si no fuera cierto?

Me vuelve a estudiar. Me conoce bien. No hace falta mucho tiempo para conocer a alguien, solo tener una buena intuición.

—Con quien —aprieta más los brazos.

—No me corresponde a mí decir su identidad.

—¿Con uno de tus... amigos?

Bajo la cabeza. Sabía que iba a ser difícil, pero no voy a soltar el nombre de Jin. Eso es algo que debe decidir él mismo.

—Sue, no insistas.

Viene hacia mí, y con una mano en mi barbilla me obliga a que la mire.

—De adolescente, yo también pasé una noche con una de mis amigas, y no significó nada.

—Esto ha sido diferente.

Su frente se arruga. Su mirada se vuelve inquisidora.

—Me estás diciendo que te ha gustado. Más que cuando estás conmigo.

No voy a decirle que follarme a Jin ha sido la cosa más deliciosa que he hecho en mi vida.

—Necesito tiempo para comprender qué me pasa y poder tomar una decisión. Quería que lo supieras. Quería ser sincero contigo. No soy de los que engañan a las personas que quieren.

Ella asiente, y se aparta. Da un paseo por la habitación. Está tan encogida sobre sí misma que parece más pequeña. Se detiene para mirarme de nuevo.

—¿Desde cuándo lo sabes?

—¿Qué?

—Que te gustan los hombres.

Suelto el aire contenido en los pulmones.

—Nunca me han atraído.

—No es posible —ha subido la voz más de lo que quiere, porque continúa bajándola tanto que me cuesta trabajo oírla—. Esas cosas no suceden de la noche a la mañana.

—Sue —intento hacerla comprender—, si tuviera otra respuesta que la que te he dado, te la diría. No quiero nada. No te pido nada. Solo quería que lo supieras.

Asiente y se dirige a la zona de la cocina. Por un momento pienso que cogerá uno de esos cuchillos carniceros y me asestará diez puñaladas, pero solo llena un vaso de agua, hasta el borde, y lo bebe entero.

Desde donde está, al otro lado del salón unido a la cocina, me pregunta de nuevo.

—¿Qué les diremos a los demás? Preguntarán. Siempre preguntan qué ha pasado.

Lo sé. Esta tarde. O mañana cuando la vean taciturna. O en la próxima reunión, cuando Sue no aparezca.

—¿Qué quieres que les digamos? —le pregunto, porque creo que es su derecho tomar esa decisión.

Ella me mira, de arriba abajo.

—Que te han partido el culo y ahora te gusta que te follen por detrás... —pero sonríe, y por un momento veo ternura en sus ojos—, pero les diremos que no tenemos los mismos objetivos. Es algo que escucho últimamente en las películas.

Yo asiento. Sé que no me entiende, pero en ningún momento he dudado que no utilizaría esta información para atacarme. No tengo nada más que decir, y tampoco quiero añadir palabras vacías, que terminen estropeándolo. Me vuelvo, camino de la salida.

—Jungkook —me llama.

Con la mano ya en la puerta, me giro hacia ella.

—Ten cuidado. —Sí, hay ternura en sus ojos—. No sé quién es ese hombre, pero tiene el aspecto de que esto va a ser doloroso para ti.

GYM (KOOKJIN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora