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Bajamos tarde a desayunar. Una ducha helada ha conseguido separarme de él, pero las ojeras que me ha devuelto el espejo del baño no se reparan con agua fría. Jin ha salido antes de la habitación, por aquello de que no se levanten suspicacias. Cuando llego ya están todos, y el desayuno se encuentra a punto de terminar. Me siento en la única silla libre, al lado de Mark.

—¿Qué planes hay para hoy? —pregunto.

—Nos quedaremos de bares. A medio día hay que volver.

Lo noto un tanto seco, pero supongo que las ventas en la feria no están siendo todo lo buenas que debieran. Es un buen comercial, pero si está con sus colegas en vez de en el stand donde se encuentran sus clientes...

Tengo apetito y me como todo lo que queda en los platos.

—Parece que no te alimentas en un año, tío —comenta Yoongi.

Desde la otra punta de la mesa Jin me guiña un ojo con el mayor disimulo. Debo coger fuerzas porque aún pretendo buscar un hueco antes de que nos marchemos para tener un último encuentro con él. Aunque sea en un jardín público.

Cuando abandonamos el hotel para mojar el café con cerveza en la zona más alta del poblado, Mark me retiene, sujetándome por el brazo.

—¿Podemos hablar un momento?

Lo miro extrañado. Es el típico tío con el que no se puede hablar a solas porque siempre lanza sus mensajes a la colectividad. Creo que no lo he visto sin estar rodeado de amigos en todos estos años.

—Sí, por supuesto.

Espera a que todos vayan delante, y solo entonces habla.

—¿Qué mierda estás haciendo?

No sé a qué se refiere.

—No tengo idea de qué hablas.

—De Jin.

Un ramalazo de miedo me atraviesa la espalda.

—¿Qué pasa con Jin? —pregunto a la defensiva.

Mira alrededor y baja la voz. Tiene el rostro colorado y parece muy alterado.

—Os vi anoche. Subí por las escaleras a pedirte algo para el dolor de cabeza, y os vi en el pasillo.

La imagen de lo que hicimos allí me viene a la cabeza, como si fuera una proyección. Besos, caricias, una felación y muchas palabras que sonaban a sexo. Intento confundirlo.

—No sé qué creíste ver.

—Vi cómo te hacía una mamada.

Así que lo vio. Sabía que estábamos expuestos, que cualquiera que saliera de su habitación se encontraría con aquello, pero no podía imaginar que fuera uno de mis mejores amigos.

—El pasillo estaba a oscuras y los tres borrachos —intento hacerle creer que ha visto otra cosa—. Solo intentaba ayudarlo a levantarse. Nada más.

Se detiene, para que yo lo haga. Está alterado y puede perder los nervios delante de los demás, que acaban de girar la esquina y se han perdido de la vista.

—Os vi besaros —lo dice como una condena—, y cómo te arrastraba a la habitación.

Tiene muy claro lo que ha visto, y no va a cambiar de parecer. Hemos cometido una indiscreción y nos han pillado. Estoy asustado, lo reconozco. Me he embarcado en esto sin saber qué estoy haciendo. Pero hoy, esta mañana, solo puedo pensar en Jin y en lo que han sido estas horas juntos y sudorosos, en lo feliz que he sido, en que por primera vez me he sentido yo mismo.

—No te metas en esto —le advierto.

—Y después me quedé escuchando detrás de la puerta —continúa Mark—. Y os oí follar. Follar, tío.

Me siento ultrajado, cuando debía sentirme cohibido. Es como si hubiera estado grabando nuestra intimidad. Un acto que solo pertenece a Jin y a mí, y que Mark se ha empeñado en... aún no sé en qué.

Decido que lo mejor es dejarlo pasar por unos días. Entonces me dará tiempo a pensar dónde mierda me he metido, qué diablos voy a hacer y qué explicaciones le voy a dar a Mark.

—No es el momento para hablar de esto.

—Te conozco, Jungkook —pero él no está dispuesto a parar—, y sé que no te va esta mierda. Así que déjalo, y déjalo ya. Ahora. Antes de que volvamos al pueblo.

Aquello me cabrea. Sí, estoy engañando a Sue. Sí, me estoy follando a un tío. Pero él no tiene derecho a decirme lo que debo hacer.

—¿Y si no quiero? —sale de mi boca.

Mark me analiza. Creo que no estoy reaccionando como él esperaba. ¿Quizá creía que me iba a achantar? ¿Qué le pediría perdón? Me mira con cara de pocos amigos y me golpea el pecho con el pulgar.

—Tendré que decírselo a los muchachos, no quiero a gente así en el equipo. Y a Sue, por supuesto.

Una amenaza. Una amenaza en toda regla.

—¿Y qué vas a hacer con Jin?

—Ese está fuera —le rechinan los dientes—. No sé cómo mierda no lo vi venir. Tengo ojo para los de esa clase. Ya buscaré una excusa que no te comprometa, pero desde hoy no vamos a volver a verle.

—¿También se lo vas a decir a Sharon?

Tengo curiosidad por saber hasta dónde pretende llegar.

—Si es necesario, sí. Pero espero que le quede algo de hombre y sea él quien se lo cuente.

La última frase hace que me rechinen los dientes. Jin es más hombre que él y que muchos de esos que se pavonean contando con pelos y señales sus conquistas.

No puedo contenerme y le doy un puñetazo. Ha sido algo instintivo, como si me hubiera presionado un resorte y... ¡Sorpresa!

Pero no me arrepiento cuando lo veo en el suelo, tocándose el mentón y con cara de asombro.

—Jin es más hombre que tú —le digo y escupo—. Y yo haré lo que quiera, y cuando quiera.

Y sin más, lo dejo allí tirado mientras voy al encuentro de la banda.

GYM (KOOKJIN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora