—No creo que puedas con todo.
Cuando me giro allí está Jin. Me ha seguido a la cocina y está plantado junto a la isla central, con las manos metidas en los bolsillos traseros del pantalón y cierta incomodidad que se refleja en que no puede estarse quieto.
—Pensaba dar un par de viajes.
—Trae.
Me quita algunas botellas de las manos y las deja sobre la encimera, abre dos con total facilidad usando el mango de un tenedor. Me tiende una y se queda con otra.
—Por qué tú y yo congeniemos —la alza en un brindis. Choco la botella con la suya, pero sé que tengo la frente fruncida.
—¿Qué te hace pensar que no es así?
Sonríe ligeramente y se aparta el rubio cabello de la frente para encogerse de hombros.
—Tengo la impresión de que no te caigo muy bien.
Me siento incómodo, como si hubiera hecho algo malo.
—Ya te lo dije. Cuando estoy cansado uso pocas palabras.
Da un largo trago, despacio, degustando el líquido amargo. Me quedo mirando su garganta. La nuez sube y baja, tras esa piel tan blanca, que tiene algo de delicado y de recio a la vez.
—Mark me ha hablado de ti —me dice cuando acaba.
—Mark habla demasiado —protesto.
—Dice que trabajas en la carpintería de Rockblack.
—Eché los dientes allí.
Jin se apoya en la encimera y se limpia con la lengua la espuma del borde de los labios. Me está mirando fijamente mientras lo hace, no estoy muy seguro de si a los ojos, a la boca, o va de unos a otra, en un triángulo que me genera una sensación extraña. Casi turbadora.
—Sharon quiere una estantería a medida para el lavadero —deja la cerveza a un lado—. Dice que poner las cosas encima de la lavadora trae mala suerte.
Yo carraspeo, porque mi cabeza va a cien por hora, preguntándose qué carajo me pasa, por qué me siento inquieto ante la presencia del nuevo.
—Me puedo pasar a tomar medidas y darte un presupuesto —digo, más para salir del paso que porque vaya a hacerlo—. No te cobraría la mano de obra.
—Eso estaría genial —se cruza de brazos y los bíceps se marcan bajo la camisa—. Estamos apretados de pasta.
Nos quedamos los dos allí, sin movernos, mirándonos a los ojos como si buscáramos una respuesta. Pienso en lo absurdo que sería que alguien entrara y nos pillara así, como dos estatuas que han dejado en la cocina de cualquier manera.
—También me dijo Mark que echabas unas horas en el Super —intento hablar de algo.
—Todas las que puedo. Sharon y yo llevamos un año juntos, aunque tenemos planes. Por ahora tiramos con mis ahorros hasta que termine con la universidad. Entonces... ya veremos.
Me sale una sonrisa y veo que él me imita cuando la descubre.
—No recuerdo que nuestro pueblo tuviera una universidad.
—Lo hago a distancia. —¿Se ha ruborizado? —. Y en esta zona hay casas a buen precio, así que solo viajo para hacer los exámenes.
—¿Qué estudias?
—Derecho.
—Un picapleitos —las cejas se me alzan solas.
—Y te debo una —me guiña un ojo—, por lo de la estantería, así que cuando tenga mi licencia cuenta con una defensa gratis.
Me apoya una mano en el hombro y la deja allí, mientras sus ojos siguen sin apartarse de los míos. Siento el calor de sus dedos a través de la camiseta y un cosquilleo extraño en la nuca. Él traga saliva. Está nervioso. Lo sé. Pero... ¿Por qué?
—Los chicos deben estar sedientos —digo sin más.
Cojo cuatro cervezas y me dirijo al salón, sin mirar hacia atrás. Los Muchachos están donde los dejé, incluso mantienen la misma discusión sobre si Peterson debería jubilarse o aún aguanta una temporada más.
—Birras para todos.
Aplausos y vítores, mientras me las quitan de las manos.
—Ya tardabais. Me iba a beber el florero.
Jin aparece con el resto de cervezas, y me tiende la que había abierto para mí.
—Está y me largo, o Sue me arrastrará por los huevos. Hoy me ha invitado a cenar a su casa.
—Aguafiestas —protesta Mark desde su orejero, de donde es difícil moverlo los días de partido.
Jin se acerca un poco, lo justo.
—Quédate.
Tengo la sensación de que me lo está implorando.
—Entreno mañana, y tengo que pegarle duro —contesto yo en voz alta, para todos, para romper cualquier rastro de intimidad.
—¿Mañana? —dice extrañado—. Es domingo.
—El viejo Bill le deja las llaves —aclara el bocazas de Mark.
Vuelvo a sentirme incómodo. No sé. No pasa nada, pero este tío me genera sensaciones que no logro comprender.
—Tengo que recuperar un mes donde lo único que he hecho ha sido correr —me descubro excusándome.
Jin me mira, y mira a los demás.
—¿Puedo entrenar contigo? —dice para mí, y para el grupo.
—¡Qué buena idea! —Namjoon está de acuerdo.
—¿Mañana? —pregunto sin saber qué decir.
—Tengo que coger el ritmo de estos tíos —expone—. Además, así nos conocemos un poco más. Eres el único que me faltaba.
A todos les parece una idea de cojones, así que no me queda más remedio que aceptar.
—Vale. Claro.
—¿A las diez es buena hora?
Voy hacia la puerta. Quiero estar en mi casa, con mi chica desnuda en la cama.
—Pasa cuando quieras. Yo estaré un poco antes.
ESTÁS LEYENDO
GYM (KOOKJIN)
Fanfiction#CURIOSIDAD HETERO Cuando aparece el deseo y se convierte en pasión, puede llegar el amor. «Si te gusta, ve a por ello, aunque pongas tu mundo boca arriba y tengas que aceptar quién eres. » Cuando Jungkook regresa a su pequeño pueblo tras un mes fue...