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Aida se levantó del banco.
Estaba muerta de frío y no podía dejar de toser y abrazarse a sí misma.

Una mujer que pasaba cerca, sin percatarse de que aquella joven era la reina de Nordlichter, la miró con desagrado y se apartó todo lo que pudo.

Aida se volvió a sentar en el banco y dejó caer la mirada por los alrededores.

Entonces, justo en ese momento, la vio.

Reía junto a un castaño y a la rubia que ayer había gritado su identidad a todo pulmón. Al percatarse de aquello, Aida dudó si acercarse. ¿Y si gritaba que era Aida Brooke de nuevo?

Pero entonces recordó la noche sobre aquel banco, el frío calándola los huesos.

Decidida, caminó con rapidez hacia el grupo.

-Hola. -Dijo en un susurro.

Temió que no la hubieran escuchado pero entonces todos se giraron hacia ella.

-No tenemos dinero. -Habló el chico.
-Yo no...
-¡DIOS MÍO! ¡ES...!

Aida se tapó la cara con miedo pero no escuchó el final de la frase de la rubia.

Elevó la cabeza confundida.
La chica a quien había acudido estaba tapándole la boca a su amiga.

-Soy Lucía. Tú eres Aida, ¿verdad?
-S... sí.

Lucía la recorrió de arriba abajo.

-¿Y necesitas ayuda?
-Pues yo...
-Está claro que sí, tonta. No ves que es la reina y tiene esas pintas. Soy Claudia, por cierto y este es Jesús. -La sonrió con ilusión. -No puedo creer que te esté conociendo, que estés aquí. Pero... ¿no ibas a casarte ayer?

Aida bajó la mirada.

-Huí...
-¡¿QUÉ?!
-Claudia, no grites más. La vas a asustar, como lo hiciste ayer. -Murmuró lo último. -¿Por qué no volvemos al apartamento y hablamos con tranquilidad?

Aida comenzó a negar.

-N...no cambiéis los planes por mi. Pue... do esperar aquí, lo que haga falta.

Señaló el banco en el que había "dormido".

-No vas a quedarte ahí sentada todo el día. Vamos.
-Pe... pero...
-Vamos. -Repitió Lucía y la tomó del brazo con suavidad para que comenzara a caminar. Realmente quería ayudarla y no sabía por qué.

No tardaron mucho en llegar al apartamento.

-¿Por qué no te das una ducha y te relajas? Hablaremos después.

Lucía la señaló el baño.

-Te dejaré ropa mía en la puerta. Si necesitas algo solo me dices a mí o a ellos. -Señaló a Claudia y Jesús.

Aida asintió tímidamente.

Era una completa desconocida y Lucía y sus amigos la habían abierto las puertas de su casa.

-Gracias.

Ingresó en el baño y se desprendió de toda su ropa.
Si ya había estado tiritando, ahora su cuerpo se sacudía violentamente.

-Caliente, caliente. -Decía para sí misma sintiendo como su cuerpo se debilitaba.

Entró a la bañera antes de que esta se llenara por completo, no podía aguantar más, necesitaba calor. Por su debilidad se resbaló dándose un fuerte golpe en la cabeza y la cadera.
No pudo evitar gritar de dolor.

La puerta del baño se abrió.

-¿Estás bien?
-Me he... me he golpeado.
-Madre mía, estás sangrando.

Lucía se acercó rápidamente.

-Te curaré eso. -Señaló la cabeza. -¿Te has hecho daño en algún otro sitio?
-La cadera... -Respondió intentando posicionarse recta pero gritando de nuevo al sentir un intenso dolor.
-Quieta.

Lucía saco el botiquín.

-Bien, te escocerá.

Y no mentía.
Aida sostuvo su labio inferior entre sus dientes.

-Debería yo... quizá debería... cubrirme,  ¿no?

Lucía sintió sus mejillas calientes.

-Sí, claro. Lo siento.

Aida negó con la cabeza.

-No pasa nada.
-Ya termino con esto y te paso una toalla.

Aida intentó salir de la bañera cuando Lucía se lo indicó pero volvió a chillar de dolor.

-Yo te ayudo.

La envolvió con la toalla y Aida se sorprendió cuando la tomó con cuidado y sacó de la bañera.

-¿Qué lado te duele?
-Derecho.

Lucía rozó la zona recibiendo un movimiento brusco por parte de Aida para evitar su contacto. La dolía demasiado.

-¿Es grave?
-No lo parece pero te saldrá un moratón. Para descartar podríamos ir al hospital.
-¡No!
-Pero...
-Si me pillan, yo... -Aida sintió las lágrimas. -Por favor.
-Está... está bien.
-Terminaré de ducharme, sigo hecha un asco.
-Te ayudaré si no... si no te importa. Prometo no mirar.

Aida sonrió tímida.

-Vale.

Lucía la volvió a coger para dejarla dentro de la bañera y la ayudó a sentarse sobre esta.

-Bien. Me sentaré sobre el bater. Si necesitas algo, solo dímelo.
-No hace falta que te quedes.
-¿Te incomoda que me quede?
-No, no es eso. Te aburrirás.
-Podemos hablar mientras.
-Vale.

Aida tomó el champú y se lo esparció por el cuerpo.

-¿Por qué huiste? -Lucía fue directa al grano.
-Yo... yo... no quería esa vida. -Admitió sintiéndose avergonzada. -Parece de cuento de hadas pero no lo es. Me obligaban a hacer cosas que odiaba. Debía dar órdenes y no podía ser amable con quienes trabajan allí. Era un suplicio.
-Siempre lo he pensado...
-¿Qué?
-Que reinar no debe ser fácil. Tener una vida como esa.
-No lo es, no. Pero lo peor fue cuando... cuando apareció él. Alejandro Montgomery. Les mostró una sonrisa angelical a mis padres y los encandiló por completo pero ellos no conocieron al verdadero, yo sí.

Aida sintió un escalofrío.

-¿Él te hizo algo?
-Nos alejamos del castillo para enseñarle mis tierras y él aprovechó y me acorraló para intentar besarme pero yo lo rechacé. Entonces él se enfadó tanto que me gritó que ya me tendría cuando nos casáramos, que sería suya y podría hacer lo que quisiera conmigo. Fue tan brusco que yo... me asusté. Intenté huir pero me tomó de la muñeca con fuerza y me contó todo su plan el muy idiota.

Aida bajó la mirada a su muñeca izquierda. Aún tenía la marca de la mano de Alex.

-¿Qué plan? -Aida negó. -No diré nada. Lo prometo.
-Él pretendía casarse conmigo para después eliminar a mis padres y mi hermana, acabaría con ellos y se haría con el reino completo. También planeaba matarme a mí pero le gusté... los hombres y ver a las mujeres como un cacho de carne supongo. No me dio tiempo a terminar de escucharle hablar porque en cuanto pude, escapé. Pero no hacia palacio. Corrí y corrí y no miré atrás. Ni siquiera sé si él se dio cuenta de la dirección que tomaba. -Bajó la mirada con tristeza. -Soy una egoísta, los dejé solos. Incluso a Aroa, mi hermanita.

Y aquí se va sabiendo un poco más de la razón por la que Aida huyó a parte de por no querer ser reina.
Realmente espero que os esté gustando.

La reina de Nordlichter Donde viven las historias. Descúbrelo ahora