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Se llevaron a Alejandro a rastras y Aida corrió hacia Lucía para darla un abrazo de oso.

-Mi amor. -Susurró Lucía al tenerla entre sus brazos.
-Te quiero.
-Y yo. -Dejó un beso en su frente. -Lo siento tanto...
-No lo sientas, no ha sido culpa tuya.
-Aún así yo...
-Shhhh... -Aida la puso un dedo en los labios.

Se miraron intensamente.
Y ninguna de las dos supo quién fue la primera en acercarse, en tomar la iniciativa.
Se besaron intensamente, hasta que ya no las quedaba oxígeno y tuvieron que separarse.

-¿Y ahora? Aunque él esté en la cárcel, sigues siendo su esposa.
-El divorcio existe, Lu.
-¿Y él aceptará?
-Más le vale si no quiere pasarse el resto de su vida encerrado.
-¡Qué bien, Aidi!

La cogió y la dio vueltas.

-¡Bájame, Lu! ¡Qué me mareooooo!
-Perdón. -La depositó en el suelo. -Es que me he emocionado.

Aida la sonrió con ternura.

-Chicas... -Anna se acercó. -Aida... Creo que deberías decir unas palabras ante... todo tu reino.
-Tienes razón, madre. -Dejó un beso en su mejilla. -Ven, Lu. -Tendió una mano hacia ella.
-¿Yo? ¿Y por qué yo?
-¿Acaso planeas qué me case con otra persona?
-¿Acaso planeas que me case contigo?

Los ojos de Aida cambiaron de la alegría a la tristeza en un solo instante.

-Voy... voy a... -No acabó la frase, solo caminó y se sentó en su trono.

Lucía suspiró y se dejó caer en el suelo.

-La acabo de cagar.
-Date tiempo, hija. -Anna la acarició la espalda. -Es normal que aún no tengas planeado casarte.
-Es que... todo ha ocurrido muy deprisa y yo no... no sé si estoy preparada. Además, tendríais que coronarme como reina, es parte del protocolo.
-En realidad no.

Lucía se volvió hacia Anna con el ceño fruncido.

-Para empezar, aún tengo una conversación pendiente con Aida sobre si quiere ser reina o no. Aroa está más que dispuesta a serlo, ella sí disfrutaría de ello. Y para seguir, gracias a la ley que el rey Ronald creó, no es necesario que seas reina si no lo deseas. Simplemente puedes ser la mujer de Aida.
-Aún así... no me veo preparada aún.

Anna asintió con comprensión.

-Insisto en que no hay prisa.

Aida comenzó a hablar y Anna y Lucía dejaron su conversación de lado para escucharla.

-Señoras y señores. -Comenzó. -Hoy estamos o bueno, más bien estábamos aquí reunidos para celebrar una boda. -Inspiró hondo. -Pero dicha boda... no era otra cosa que una boda cargada de amenazas por parte de la familia Montgomery hacia mí y los míos. Ese hombre sólo quería poder y el título de rey pero una vez más hemos demostrado que con nosotros no se puede. Alejandro pasará muchos años en la cárcel o toda la vida si se niega a firmar los papeles del divorcio, por mi padre que pagará por todos sus pecados... -Su voz se rompió en la última palabra. -El... el rey Peter, mi... mi padre. Fue el mejor rey que Nordlichter pudo tener y os prometo que yo intentaré ser tan buena como él. Se lo debo, y también a vosotros. Muchas gracias por escucharme, sois libres de volver a vuestros quehaceres.

La sala prorrumpió en aplausos y Lucía sonrió orgullosa.
Esa era su chica.

-Parece que está dispuesta a aceptar su cargo... -Susurró Lucía hacia Anna.
-Se ve en la obligación por su padre. Pero él... él cambió en las últimas semanas. Se asustó tanto con la desaparición de Aida y las amenazas de Alejandro, con que Aida se tuviera que casar con alguien así... y temió haberla arruinado la vida. -Anna soltó un suspiro cargado de tristeza. -Debo hablar con ella para que tome una decisión real y no una en base a lo que cree que su padre habría querido.

Aida se acercó a ellas.

-Voy... voy a hablar con Aroa.
-Lo haré yo, cariño.
-Es mi deber, madre.
-No, es el mío. Yo soy su madre, Aida.
-Y yo su hermana.
-Aida...
-Bien, hazlo tú. Yo estoy cansada así que me retiro a mi habitación.
-Genial, descansa.

Anna dejó un beso maternal en su cabeza y salió del salón real.

Aida siguió la misma dirección pero Lucía la cogió de la mano.

-Tu habitación es la de invitados, Lia te guiará.
-Quiero hablar contigo.
-Estamos hablando.
-Aidi...
-Mañana podrás volver con tus amigos a Miami. Aún te falta 1 semana antes de tener que volver a tu casa en Texas.
-Para. Déjame hablar de una vez.

Aida rodó los ojos y se soltó bruscamente de su agarre.

-Habla entonces. Quiero irme a descansar.
-¿Por qué actúas así? Tú no eres así.
-¿Y cómo soy? ¿Una arrastrada? ¿Una ilusa?
-¡Claro qué no! Alteza, tú siempre me entiendes o al menos haces por intentarlo...
-Estoy... cansada. Ahora mismo no... no puedo... -Los ojos de Aida se llenaron de lágrimas pero inspiró hondo para obligarse a no derramarlas. -Necesito irme a la cama.
-¿Y no crees que necesitas qué alguien te acompañe? Puedo ser ese alguien, Aida. Déjame hacer lo que pueda por ti.
-Ahora mismo podría hacerte daño, Lucía. Con mis palabras...
-Lo soportaré.
-Yo no quiero que lo soportes. Mañana quizá... pueda hablar contigo sin lanzarte dardos por la boca.

Aida la sonrió levemente y se fue.

Lucía suspiró.
Sabía que debía darla tiempo, el mismo que ella le pediría a Aida si volvía a salir el tema del matrimonio. Pero le hubiera gustado que le hubiera pedido consuelo.
Acababa de morir su padre a manos de un psicópata capullo. Eso volvería loco a cualquiera.

Se dirigió hacia la cocina. Sabía que allí encontraría a Lia y necesitaba que la llevase urgentemente a su habitación, estaba reventada y necesitaba que fuese ya mañana y quitarse el peso de la conversación pendiente que tenía con Aida.


¡Aquí otro capítulo!
Disfrutadlo mucho y no me matéis porque Aida y Lucía aún tengan cosas con las que lidiar. Intento que la historia sea lo más real posible y además, ¡sin drama una historia no tiene de donde tirar! Y me gustaría alargarla a por lo menos 30 capítulos (13 más).
¡Espero que os esté gustando!

La reina de Nordlichter Donde viven las historias. Descúbrelo ahora