SEIS

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Se quedó dormida, por supuesto.

Estoy en el despacho y la veo correr hacia su mesa para dejarlo todo. Trae un café en la mano y no tarda en llamar a mi puerta y pasar.

— Traigo café —me lo enseña.

Lleva un vestido color beige ajustado y unos tacones del mismo color. Su pelo entre castaño y rojo parece un nido de pájaros en su cabeza y me apoyo en el respaldar de la silla para mirarla.

— Ya tengo café —lo señalo encima de mi mesa—. Llegas tarde.

— Las sábanas, no me dejaban irme.

— Que no vuelva a pasar.

— De acuerdo.

— Y péinate, por favor —le pido.

— Me he peinado —frunce el ceño.

— No me jodas —murmuro volviendo la vista al ordenador.

Ella sale del despacho sin decir una palabra y cojo mi teléfono para después mirar cómo intenta acomodarse el cabello. Le queda bien, pero no voy a decírselo. Me levanto de la silla y miro por la cristalera. El cielo está nublado y parece que habrá una tormenta de verano. Tocan a la puerta y hago una seña con mi mano para que entre.

— Señor Ivanov —escucho a Chiara—, tiene una reunión con Andrey Sokolov para... ¿Comer?

— Sí, Chiara, gracias por recordármelo.

— Es que no tengo una hora confirmada en la agenda. ¿Hace falta que yo vaya?

— ¿Cuánto trabajo tienes que hacer? —Me giro y meto las manos en los bolsillos de mi pantalón.

— No mucho, ser tu secretaria es bastante aburrido, por cierto.

— Ser mi secretaria es aburrido... —Asiento lentamente mientras la miro— Mi cumpleaños está cerca. Creo que quiero organizar una fiesta.

— Eso es genial.

— Organízala.

Chiara me sonríe enseñando todos sus dientes y alzo mis cejas. Su nariz se arruga y cierra la puerta lentamente. No la veo irse a su escritorio por lo que sigue detrás de la puerta. Espero unos segundos y la puerta vuelve a abrirse.

— Creo que necesitamos hablarlo, ¿no? Es decir, todo lo que quieres para tu fiesta de cumpleaños.

— Sí, coge tus cosas, tenemos que irnos antes.

— Vale.

Una vez en el coche, ella me pregunta qué quiero hacer realmente para mi cumpleaños y sinceramente no tengo ni idea. No es que me apetezca celebrar mi cumpleaños, pero le tengo que dar algo que hacer para que no se aburra como dice. El año pasado ni siquiera celebré mi cumpleaños porque estaba sumido en el trabajo intentando olvidarla. En el trabajo y en la bebida, porque esa era la única manera de mantener mi mente ocupada para no pensar.

"—Cumpleaños feliz —canturrea Chiara— Cumpleaños feliz —entra con una pequeña tarta y un treinta y cuatro en ella. Las velas están encendidas. Cierro el portátil y miro la hora en el reloj que hay en la pared, son las doce— Te deseamos todos, cumpleaños feliz. Pide un deseo —me dice cuando está cerca de mí.

La miro y, aunque pienso que es una tontería lo del deseo, lo pido y pido estar con ella siempre.

Gracias —cojo la tarta y la dejo a un lado en el escritorio.

Creo que es hora de un descanso, ¿no? —Se sienta en mi regazo— No dejas de trabajar.

Lo sé, nena, lo sé. No más trabajo por hoy.

A LA CAZA DE CHIARADonde viven las historias. Descúbrelo ahora