TREINTA Y CUATRO

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El día de tu boda tiene que ser feliz y grandioso. El mío no lo estaba siendo porque mi familia faltaba, pero aparte de eso, todo iba viento en popa. Nina se había encargado de organizarlo todo y yo solo había tenido que llamar al peluquero y la maquilladora. Me miro al espejo, ya con mi ropa interior puesta y le sonrío a Inna, que lleva un bonito vestido azul de satén.

— ¿Qué hora es?

— Queda media hora.

— ¿Sabes algo de Mark?

— Aun no, vendrá —pone una mano en mi hombro— Vamos, es Mark. Jamás he visto mirar a Mark a nadie de la forma en la que te mira a ti, es como... Si fueras su plato favorito; al menos yo miro así a las hamburguesas.

Me río y me giro cuando llaman a la puerta. Inna me da una bata y no tardo en ponérmela. Cuando abre la puerta, Andrey, el padre de Masha, aparece. Alzo mis cejas sorprendida al verlo allí y entra después de pedir permiso.

— ¿Puedes dejarnos solos, Inna?

— Por supuesto —dice ella—, te veo luego.

Asiento y ella se va, cerrando la puerta detrás de nosotros. Ese hombre rechoncho y de pelo canoso, se ha peinado hoy el bigote. Lleva un esmoquin negro y está muy repeinado, como siempre.

— Llegó el día, ¿eh? —Sonríe de lado.

— ¿Le ha pasado algo a Mark? —Pregunto.

— Oh no, no sé nada de Mark, imagino que está bien —coge una silla y se sienta—Siéntate —me indica señalándome el sillón.

Hago lo que me pide, lentamente. Estoy nerviosa porque este señor apenas me ha dirigido la palabra en todos los meses que llevo aquí e, imagino que también quiere que su hija contraiga matrimonio con el hombre que debería estar ya en el altar, esperándome.

— Iré al grano —carraspea—. Sé lo de tu hermana Gina.

El aire se queda atrapado en mi garganta y dejo de respirar. ¿Cómo lo sabe? ¿Quién se lo ha dicho? Él luce tranquilo mientras yo voy a empezar a hiperventilar mientras tengo un cortocircuito porque no se lo he dicho absolutamente a nadie.

— ¿Cómo lo sabe? —Pregunto.

— Simplemente lo sé, yo me entero de todo, Chiara Bianco.

— Sí, mi hermana está en problemas, no creo que eso le incumba —me levanto.

— Me incumbe, siéntate —me ordena de nuevo.

Hago lo que me pide y él sonríe. Empiezo a mover mi pierna nerviosa y trago saliva duramente esperando que hable.

— Podría solucionarlo, Chiara. Podría a poner a tu hermana y a su bebé a salvo.

— ¿Cómo podría ayudarla?

— Tengo influencia, conozco a mucha gente. Podría sacarla de Italia esta semana y llevarla a un sitio seguro donde no puedan encontrarla.

¿Él haría eso? ¿Por qué? No parece de las personas que ayuden porque sí, él es igual que los padres de Mark.

— ¿Qué quiere a cambio?

— Eres una chica lista —sonríe y se levanta, dejando la silla en la que se había sentado de nuevo en su sitio—. Quiero que no te cases y te vayas.

— ¿Qué? —Pregunto agarrándome al asiento.

— Quiero que te vayas y desaparezcas. A cambio yo le daré a tu hermana el dinero y la protección que necesita, también a tu familia.

— Eso es ruin —me levanto.

— La vida es una mierda, Chiara. Hay gente que gana y gente que pierde. Entiendo que no hayas querido contarle nada a Mark, es peligroso y es tu familia, no la de él, no tiene por qué hacerse responsable, ni cargo de lo que tu hermana haga.

A LA CAZA DE CHIARADonde viven las historias. Descúbrelo ahora