DOS

319 44 17
                                    

El calor aquí es insoportable y ya entiendo por qué mi ex prometida eligió este lugar para esconderse de mí, aunque... No se estaba escondiendo porque ni siquiera cambió su nombre. ¿A qué juega entonces?

He pasado toda la noche con el aire acondicionado, aunque no he podido pegar ojo pensando en que la vería a la mañana siguiente. ¿Mi compañía? Una botella de whiskey.

Bostezo y me estiro en el sofá porque he pasado parte de la noche ahí frente a la pantalla del ordenador trabajando y lo cierro dispuesto a darme una ducha. No sé a qué hora empezarán a limpiar las habitaciones, pero no quiero que me coja en la ducha o desayunando, por lo que decido meterme en el baño ya y pedir algo para desayunar en la habitación.

Silbo una melodía mientras me ducho, después, me lavo los dientes y me miro al espejo. He dejado la ropa afuera, por lo que envuelvo una toalla alrededor de mi cintura y salgo de la habitación. Seco mi pelo con una toalla pequeña mientras algunas gotas aún caen por mi pecho. Escucho un ruido y frunzo el ceño. Salgo de la habitación hasta el salón de la suite y el corazón me da un vuelvo cuando veo a una pequeña chica con el pelo rojo recogido en una coleta recoger mi vaso y botella de whiskey.

—No creo haber terminado con la botella —le digo.

Ella da un pequeño grito, asustada y se gira con rapidez. Lleva un uniforme azul y blanco horrible que oculta su figura —si es que aún la tiene—, no lleva maquillaje y luce un poco descompuesta.

—Lo siento, pensé que no había nadie, me ha asustado —dice con la mano puesta en su pecho—. Le guardaré la botella en... —Ahora sí que se pone pálida— Mark... —mi nombre sale en un susurro de entre sus labios.

—Chiara.

Está más blanca que el horrible uniforme que lleva. Retrocede y se choca con una pequeña mesita haciendo que el jarrón con flores se tambalee. Se gira deprisa y lo aguanta para que no caiga.

—Sabías que estaba aquí —dice—, por eso me han cambiado las habitaciones.

—¿Pensabas que no iba a encontrarte?

—Tenía esa esperanza —mira hacia la puerta abierta y luego vuelve a mirarme a mí.

No va a salir y, a paso lento pero seguro, meto el carrito dentro de la habitación y cierro la puerta con el pestillo.

Suspiro pesadamente porque ahora que la tengo aquí lo único que quiero es chillarle, pero no lo hago. Me giro, con calma y la observo de nuevo. Siempre la ha puesto nerviosa que me quede mirándola, que la analice e intente ver a través de ella. No vi venir que fuera a dejarme, la verdad.

—Si no me dejas salir, gritaré —amenaza.

—Para no querer que te encuentre no has sido muy inteligente.

—A lo mejor pensé que serías una persona madura y aceptarías mi decisión de irme.

—Exacto, te fuiste y me robaste.

—Lo sé —carraspea—, no fue muy cortés por mi parte.

—¿Que no fue muy cortes por tu parte? Me dejaste plantado en el jodido altar y te llevaste ocho millones de rublos.

—Técnicamente no te dejé plantado —Avanzo hasta ella y retrocede de nuevo, poniendo el sofá entre medio de los dos—. Solo te dije que "no". Puede que me fuera después, sí, pero no te dejé plantado.

La rabia me come por dentro y cierro mis puños. — Delante de mí familia amigos y accionistas. ¿Te parece poco?

—Siempre podría haber sido peor.

A LA CAZA DE CHIARADonde viven las historias. Descúbrelo ahora