TREINTA Y DOS

192 31 6
                                    

Llevo días sin dormir apenas. Los ojos me duelen porque todo lo que no he dormido, lo he llorado. Apenas he probado bocado y ahora estoy mirando el número de mamá porque estoy deseando llamarla. Llamarla y contarle lo que ha pasado. Aún me duele el pecho cuando me acuerdo de esa noche.

Ni siquiera hemos vuelto a dirigir palabra desde que salió por la puerta. Esa noche no durmió conmigo, pero las demás sí. Siempre estoy en la cama fingiendo que duermo cuando él llega para no tener que enfrentarlo porque estoy dolida, enfadada y decepcionada.

He repasado una y otra vez todos mis recuerdos a ver con quién he hablado del tema y solo hay una persona: Masha Sokolov.

¿Habrá sido ella? ¿Sería capaz de poner a la familia de Mark en el punto de mira solo por joderme la vida? ¿Por separarnos? ¿Eso quiere?

No lo entiendo. No me entra en la cabeza como hay personas que prefieren su felicidad a la de la persona que aman. Si Mark no se ha querido casar con ella, por algo será. ¿No puede dejarlo ser feliz?

Y Mark... Cómo me trató...

Cierro los ojos con dolor y decido no llamar a mamá, pero llamo a Nikolay, que no tarda en responderme y le digo que necesito hablar con él.

No tengo a nadie aquí y puede ser que sea una de las pocas personas sensatas que conozco. Me visto, me pongo decente y miro la maleta escondida en un hueco de la habitación. Estoy lista para irme porque realmente no sé qué hago aquí.

Una vez llego a su casa gracias a la dirección que me ha facilitado y al GPS, él no tarda en abrirme la puerta y me deja entrar. Vive en un maravilloso ático cerca del centro de la ciudad y me ha costado bastante buscar un aparcamiento.

Su pelo está húmedo y luce ropa deportiva.

— ¿Estabas ocupado? —Le pregunto— No quiero molestar.

— No molestas, estaba en el gimnasio, acabo de ducharme.

— ¿No vas a trabajar hoy?

— No, hoy no —me sonríe amablemente— ¿Quieres un café?

— ¿Tienes alguna infusión? Me vendría mejor que un café.

— Creo que tengo algo, dame el abrigo y la bufanda.

Él se pone detrás de mí para ayudarme con el abrigo y lo cuelga en una percha detrás de la puerta junto con mi bufanda.

— Vamos a la cocina.

Nikolay no es tan alto como Mark, quizás puede medir unos diez centímetros más que yo, nada comparado con la friolera del 1'90 de Mark. Ese ruso no solo impone con su carácter, también con su altura.

El piso está vagamente decorado y para mi sorpresa, está ordenado. Nada que ver con un piso de soltero. ¿Tendrá una chica?

— Sé por qué vienes —me dice poniendo agua a hervir en un cazo— Estaba con Mark cuando Viktor apareció con la revista.

Muerdo mi labio y dejo el bolso en la isla de la cocina.

— Sé que no vas a creerme, porque no me conoces, pero yo no fui.

— Nunca he pensado que fueras tú, Chiara. Además, no tienes a nadie aquí, ¿no?

— No.

— No te ofendas, pero... ¿Has pensando en tu familia? He oído que no vienen a la boda.

Parpadeo un par de veces. Mark ha hablado con él de lo que pasó y está tanteando el terreno. Probablemente quiere ponerse de mi parte para que confíe en él y así mantener mi guarda baja y contarle cosas.

A LA CAZA DE CHIARADonde viven las historias. Descúbrelo ahora