VEINTIUNO

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Mark pasa las yemas de sus dedos por mi espalda mientras estoy encima de él. Puedo decir que este es mi momento favorito del día. Es sábado, ni siquiera son las diez, la luz de la mañana entra por la ventana y todo está nevado fuera mientras que aquí hace una temperatura agradable gracias a la calefacción.

Hoy es el día de la fiesta, aunque Mark cogió las riendas de la empresa ayer y lo celebramos los dos solos, yendo a cenar y bebiendo vino. Nada de lujos, él me recogió en casa y me llevó a cenar a un italiano que no estaba mal, mezclándonos con la gente corriente, como diría su madre.

Respecto a Nina, bueno, a pesar de que le dije a Mark que no le dijera nada, discutió con ella por mi pelo y obtuve una disculpa telefónica que no me sirvió de nada porque mi flequillo no se recuperaría con eso.

He salido con un gorro cada vez que he tenido que estar en la calle y no sé qué demonios voy a hacer hoy con mi pelo, cosa que me tiene un poco preocupada.

— Lo siento —la voz ronca de Mark hace que abra un poco los ojos.

— ¿Por qué? —Pregunto cuando él lleva su mano a mi pelo y masajea mi cuero cabelludo.

— Pensé que podría hacer que mi madre se comportara bien contigo, pero no.

Hago una mueca porque lo entiendo, yo también querría que mis padres aceptaran a Mark, pero dudo mucho que lo hagan, aunque no son tan malvados como Nina, claro.

— No pasa nada, simplemente no sé qué hacer con mi pelo hoy.

Realmente no tengo ganas de ir y estoy haciendo un esfuerzo por no decirle a Mark que me quedo en casa viendo la televisión antes que aguantar una fiesta de su madre.

— Podemos quedarnos en casa —sugiere.

— Tu madre ha preparado una fiesta para celebrar tu ascenso —levanto mi cabeza de su abdomen y lo miro.

— Ya celebré mi ascenso ayer contigo —me mira.

— No puedes faltar.

Y yo tampoco, aunque lo desee con toda mi alma. Vuelvo a apoyarme en su pecho mientras masajea mi cuero cabelludo. ¿Es posible enamorarse de una persona en tan poco tiempo? Pensaba que no, pero ahora... Ahora creo que sí. Levanto mi cabeza de nuevo y me arrastro por su cuerpo hasta llegar a sus labios y besarlo. Él rodea mi cuerpo con sus brazos y sonrío en el beso.

— ¿Puedes preparar tortitas para desayunar? —Le pregunto sobre sus labios.

— Lo que quieras —mete mi pelo detrás de mi oreja y mira mi flequillo—. He llamado a Inna para que venga con su peluquero.

— ¿Quién es Inna?

— Mi secretaria, ¿te acuerdas que te la presenté en la fiesta de mi padre?

— Oh, sí. No sé si es buena idea ponerme en manos de otro peluquero ruso.

— Ella no es como mi madre, además, no lo dejaré coger unas tijeras, solo va a peinarte, ¿vale? Se portarán bien contigo.

— Vale.

Mark me besa de nuevo y sus manos se meten debajo de mi camiseta, acariciando mi espalda desnuda. Él me da la vuelta y se pone encima de mí. Nuestros labios vuelven a encontrarse. Sus labios bajan por mi cuello y cierro los ojos mientras alzo un poco mi barbilla para que él tenga mejor acceso. Deja de besarme y me mira. Acaricia mi rostro con sus manos y sonrío.

— ¿Puedo decirte ya que te quiero? —Me pregunta.

Mi corazón late con fuerza ante sus palabras y asiento sin pensar. Había tenido una conversación sobre el "te quiero" cuando estábamos en Italia, en una de nuestras salidas para beber cervezas y hablar sobre la vida. Yo le había dicho que no me gustaban cuando los chicos decían te quiero al poco tiempo de conocernos porque no pensaba que una persona pudiese querer a otra en unos pocos meses.

A LA CAZA DE CHIARADonde viven las historias. Descúbrelo ahora