VEINTITRES

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Conduzco por Roma de nuevo y me siento bien, relajada y feliz, de estar de nuevo en casa. He ido a comer a mí restaurante favorito con mis padres, que cuando salen de trabajar quieren pasar tiempo conmigo.

Entro en mi bar de cerveceo favorito y me acerco a la barra, le pido dos cervezas y miro a la puerta. Carlo aparece, con sus rizos negros ocultos debajo de un gorro y cuando me ve, sonríe. Mi amigo se acerca a mí y me abraza con fuerza, levantando mis pies del suelo.

— Por fin vuelves a casa —me deja de nuevo en el suelo y le señalo las cervezas.

— Vacaciones de Navidad —me siento en el taburete y él me acompaña.

— ¿Mark te ha dejado salir de la fría Rusia.

— No me tiene secuestrada —me río.

— ¿Dónde está él? —Mira por encima de mi hombro.

— Trabajando, viene el 31.

Asiente y se quita el gorro. Acomoda sus rizos y sonrió. Carlo tiene mi edad y hemos sido amigos desde el instituto, nos escapábamos en la hora de matemáticas para fumar un cigarrillo.

— Entiendo... ¿Cómo te va por allí?

— Realmente bien. ¿Cómo te va a ti?

— Igual que siempre —se encoge de hombros.

Carlo trabaja en una pizzería al lado del panteón que suele llenarse de turistas todas las épocas del año. He ido allí con Gina a menudo para hacerle compañía en las horas en las que no había nadie innumerables veces.

— ¿No hay ninguna novedad?

— No soy yo quien se ha ido del país, aun no me lo creo, la verdad. De buenas a primeras, me levanto una mañana con un mensaje diciéndome que te vas a Rusia con un chico que pensé que era un rollo de verano.

Fue precipitado para todo el mundo, lo sé, también para mí, aunque no lo crean. Una parte de mí estaba asustada por irme a Rusia porque Mark perfectamente podría matarme, no lo conocía realmente bien, pero la otra parte, la aventurera me gritaba que me arriesgara.

Corazón y cerebro enfrentados. El miedo nunca iba a dejar que me fuera, así que, me fui con él. Juntos a Rusia, donde el increíble Mark nos esperaba.

Mi familia se puso las manos en la cabeza y mis amigos también, lo entiendo, por supuesto, yo hubiera hecho lo mismo, pero si no arriesgas, no gana y yo, he ganado.

— Lo sé, fue un poco loco.

— ¿Un poco? Fue totalmente una locura.

— Una locura que ha ido bien.

— Es que tienes hasta suerte, encima millonario.

Ya... Todos se quedaron con la boca abierta cuando conté quién era Mark, imagino que con la misma cara que yo, que lo busqué en Google mientras nos dirigíamos a su apartamento después de recogerme del aeropuerto.

"Miro con asombro las noticias en Google y después lo miro a él para comprobar que tengo al mismo chico que aparece en mi teléfono a mi lado. Él tiene una sonrisa incómoda en su rostro porque no sabe si preocuparse o no. Pensé que Mark era... No lo sé, alguien como yo, pero resulta que es el hijo del dueño de la petrolera más grande de Rusia y me asusto un poco.

— ¿Por qué no me lo dijiste? —Quiero saber— Nos hemos llevado quedando todo el verano cada maldito día. ¿No se te ocurrió decírmelo?

— No es algo que vaya contando por ahí, Chiara. Me gusta mantener mi vida en secreto.

A LA CAZA DE CHIARADonde viven las historias. Descúbrelo ahora