OCHO

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El perfume de Chiara inunda todo el ascensor y me dedico a mirar hacia la puerta cerrada para ni hacer más del contacto visual necesario con ella.

Ha estado varios días trabajando desde casa y su tobillo luce mejor ahora, pero sigue sin llevar tacones por lo que he tenido varias veces que darme la vuelta de camino al ascensor porque no la localizaba.

La miro de reojo y veo su cabellera castaña. Sujeta una carpeta y lleva un vestido azul ajustado. Las puertas del ascensor se abren y Nikolay aparece tras ellas.

— ¿Qué ocurre? —Le pregunto saliendo.

— Tu madre está en la oficina con tu hermano, imaginé que querías saberlo.

— ¿Y ahora qué? —Gruño— Tengo muchas cosas que hacer. ¿No has podido mandarla a casa?

— Tío, es tu madre, tiene un genio que flipas, era imposible decirle que irás a verla más tarde porque todos sabemos que no será así.

Miro hacia atrás para ver a Chiara caminando a su ritmo y después fijo mi vista en la puerta cerrada de mi despacho. Sé por qué mi madre está aquí y la verdad es que estaba esperándola.

Cuando entro en mi despacho, mi hermano está sentado en el sofá y mi madre está de pie observando las vistas. Cierro la puerta y ella se gira.

— Mamá, tan elegante como siempre —observo su vestido blanco y su pelo perfectamente recogido.

— ¿Cómo estás, cariño? —Me mira fugazmente para después mirar detrás de mí.

Por fuera de la cristalera se ve cómo Nikolay habla con Chiara, que tiene la cabeza gacha y miro de nuevo a mi madre.

— ¿Qué te trae por aquí? —Dejo la carpeta en el escritorio y me siento en la silla.

— Ella —señala a Chiara— me trae por aquí.

— ¿Mi secretaria?

— La chica que te dejó plantado en el altar e hizo que tu fracaso ocupara las portadas de medio mundo —pone sus manos en mi escritorio y entrelazo mis dedos.

— No debería de ser el problema de nadie a quién contrate.

— Sé que hay algo más, Mark —me señala— y lo averiguaré. No puede ser que no tengas ni un mínimo de orgullo —se le está hinchando la vena del cuello.

— Mamá, la tensión —Ella aprieta su mandíbula y mira de nuevo hacia Chiara—. No quiero que le dirijas la palabra, déjala tranquila. Es mi decisión que esté aquí y tienes que respetarla.

— Ella no nos respetó a ninguno.

No, no lo hizo. Aunque no sé si mi madre se alegró por lo que pasó o se enfadó. Imagino que un poco de ambas. No puedo describir cómo fueron las caras de mis padres cuando ella me rechazó y se fue porque solo pude mirar cómo se iba y me dejaba.

— Masha está organizando mi cumpleaños —cambio de tema y miro de reojo a mi hermano, que presta atención a nuestra conversación desde el sofá.

— Lo sé, ya era hora de que contaras con ella. Si nos hubieras hecho caso, estarías casado con una buena mujer y probablemente ya tendría un nieto.

Pongo los dedos en el puente de mi nariz y suspiro pesadamente. Puedo notar el ambiente del despacho demasiado cargado y necesito que mi madre se vaya.

— Tengo mucho trabajo que hacer mamá —abro el portátil—. Hablaremos en otro momento.

— Solo me preocupo por ti, como siempre he hecho —se levanta—. Te dije que esa chica no era trigo limpio y vuelves a traerla a casa. No sé qué demonios tiene para que te llame tanto la atención, pero la prensa no tardará en darse cuenta y los tendrás a todos encima de nuevo.

A LA CAZA DE CHIARADonde viven las historias. Descúbrelo ahora