VEINTINUEVE

316 30 9
                                    

Bali.

Nunca he estado aquí, realmente, nunca he estado en ningún sitio. He viajado, pero dentro de Italia, hasta que Mark apareció y me trasladé a San Petersburgo. No he viajado tanto con mi prometido porque bueno... Él está demasiado ocupado.

La habitación en la que nos hospedamos es... Lujosa y grande. Los techos son altos, las paredes blancas y toda la villa está decorada con cuadros étnicos y figuras. Sakri, nuestro mayordomo, trae nuestras maletas mientras yo miro maravillada todo aquello. Me asomo a la parte de atrás y muerdo mi labio inferior. Hay una piscina, solo para nosotros. Dos hamacas, sombrilla y lo que tengo en frente es... Selva. El sol da con fuerza y hace calor.

Justo lo que necesitaba, un poco de vitamina D.

Me giro para ver a Mark mirándome con una pequeña sonrisa en su rostro, satisfecho por su sorpresa. He sido muy pesada, pero agradezco que no me haya dicho a dónde íbamos.

— Me encanta —le digo.

— Te lo dije. Nadie te gana a pesada.

— ¡Oye! —Me río y me acerco a él— Sabes que soy muy curiosa.

— ¿Y sabes lo que le pasa a la gente muy curiosa?

— ¿Qué?

Él me coge en peso y me agarro a su cuello. Se apresura hacia la terraza y cierro los ojos cuando salta a la piscina. Me suelta cuando estamos en el agua y salgo a la superficie.

— ¡Mark!

— Que se moja, eso le pasa a la gente curiosa —pasa una mano por su pelo y lo echa hacia atrás.

— ¿Esto es real? —Le pregunto avanzando hacia él y poniendo mis brazos alrededor de sus hombros.

— Por supuesto que sí —sus dedos acarician mi cintura— Nos merecemos un descanso y quería disculparme.

Sonrío de lado y paso mis dedos por su nuca. Sus ojos azules siempre me hipnotizan y por eso, muchas veces, intento no mirarlo, porque sé que cuando me mira suplicante, caigo rendida.

Bueno, cuando me mira de todas las maneras posibles. Excepto enfadado. Ahí solo quiero golpearlo.

— ¿Nada de trabajo?

— Un fin de semana sin trabajo, lo prometo.

Sonrío abiertamente y beso castamente sus labios.

— Bueno, ¿tú me has hecho la maleta? ¿Tengo lo necesario? —Me separo de él y me dirijo al borde de la piscina.

— Por supuesto. ¿Quién te crees que soy?

— Sé muy bien quien eres —salgo y me quito la ropa para quedarme en ropa interior.

Cuando me doy cuenta, una chica está allí, vestida con un traje azul celeste y su pelo negro recogido en un moño.

— Gracias —le sonrío y cojo también la de Mark— ¿Están aquí siempre? —Le pregunto.

— Usualmente —empieza a quitarse la ropa y yo rodeo mi cuerpo con la toalla para después, observarlo.

Me gusta hacerlo y él, lo sabe. Jamás me cansaré de mirarlo y de observar su cuerpo bien formado, de gimnasio, no como el mío. Su cuerpo es ancho, musculoso. Sus abdominales y pectorales están bien definidos y yo suelo perderme en sus oblicuos. Sus piernas tampoco están nada mal y es que... Es normal que haya sido elegido el hombre más guapo del año por la revista GQ.

— Me gusta que me mires —me dice liando la toalla alrededor de su cintura.

— Imagino que eso solo hace crecerte.

A LA CAZA DE CHIARADonde viven las historias. Descúbrelo ahora