❝ I raise my flags, don my clothes. It's a revolution, I suppose ❞
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El Cáliz de Fuego ✔️
La Maldición del Titán ✔️
Empezado: 3 de Septiembre de 2023
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El día que cumplí catorce años, me encontraba en el Campamento Mestizo. Estábamos a pocos días del final del verano y había estado intercambiando varias cartas con mis amigos de Hogwarts (aka Blaise), también con Sirius y Remus. Ya saben, mi padrino perro y mi tío hombre lobo. Tengo una familia de furros
Se encontraba en su bunker en la cabaña de Ares, jugando al Among con Blaise, que gritaba e insultaba a su asesino.
—¡Es el verde clarito! —grité enojada, culpando —¡Lo ví matar a Blaise!
—¡No! —Exclamó la voz de Draco Malfoy —¡Es ella! ¡Es la rosita!
La impostora si era yo, pero para mí desgracia, decidieron que era mejor votar a uno y si no era el impostor, votar a la otra persona. La primera fui yo y tuve a Draco Malfoy riéndose por minutos en mi casa, bueno, en su micrófono.
Alguien comenzó a tocar la puerta de mi búnker subterráneo, suspiré pesadamente y abrí la puerta con la combinación, 1989, mi álbum favorito de Taylor Swift.
Abrí la puerta y era Jennifer Stewart, una de mis tías en la cabaña de Ares. Me dijo que Quirón me estaba buscando para una especie de misión encargada por mi querido abuelo.
Salí por la losa suelta de la cabaña, me dirigí caminando hacia la Casa Grande, que era una gran casa azul. Quirón me esperaba de pie, jugando con el señor D, que estaba con su habitual camisa con estampados de leopardo.
—Ah, Annabeth Parker —dijo desinteresadamente Dioniso, que para quienes no sepan, es el dios del vino.
—Siéntate, querida —indicó Quirón y yo obedecí, creyendo que iba a ser el mensajero de las malas noticias —Tu abuelo tiene una misión para ti.
Suspiré pesadamente.
Una hora más tarde me encontraba en un estacionamiento, apoyada en la sucia columna, vestida con zapatos Converse altos, una jardinera corta hasta la mitad de los muslos y una camisa negra con letras rojas que decían "RADIOHEAD".
Creo que mi mayor red flag es que sigo llevando el collar de oro imperial con la letra A.
Entonces apareció un tipo en una moto.
El tipo de la motocicleta habría conseguido que un luchador profesional llamase a gritos a su mamá. Iba vestido con una camiseta de tirantes negra, téjanos negros y un guardapolvo de cuero negro, y llevaba un cuchillo de caza sujeto al muslo. Tras sus gafas rojas tenía la cara más cruel y brutal que he visto en mi vida —guapo, supongo, pero de aspecto implacable—; el pelo, cortísimo y negro brillante, y las mejillas surcadas de cicatrices sin duda fruto de muchas, muchas peleas.
Mi abuelo; Ares, el dios de la guerra.
—Hola, pringada —saludó amablemente, con un cariño nunca antes visto (nótese el sarcasmo) —¿Qué tal todo?
