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Terminé de desayunar en el Gran Comedor, que se iba vaciando rápidamente. Vi que Fleur Delacour se levantaba de la mesa de Ravenclaw y se juntaba con Cedric para entrar en la sala contigua. Krum se marchó cabizbajo, poco después, para unirse a ellos. Me quedé donde estaba. Realmente, no quería ir a la sala. No tenía familia, por lo menos no tenía ningún familiar al que le pudiera importar que arriesgara la vida. Pero, justo cuando se iba a levantar, pensando en subir a la biblioteca para dar un último repaso a los maleficios, se abrió la puerta de la sala y Cedric asomó la cabeza.

-¡Vamos, Potter, te están esperando!

Cedric y sus padres estaban junto a la puerta. Viktor Krum se hallaba en un rincón, hablando en veloz búlgaro con su madre, una señora de pelo negro, y con su padre. Había heredado la nariz ganchuda de éste. Al otro lado de la sala, Fleur conversaba con su madre en francés. Gabrielle, la hermana pequeña de Fleur, le daba la mano a su madre. Me saludó con un gesto y respondí de igual manera.

Y allí, arrecostado a una pared, estaba Apolo.

-Esto ya es acoso -le dije cuando me acerqué -¿Te puedo poner una denuncia en el tribunal olímpico?

-No.

-Ah

-Veo que tienes puesto mi collar -dijo Apolo, mirando el collar que reposaba en mi cuello -Te servirá para la prueba.

No entendí a lo que se refería, pero tampoco quería que me lo explicara.

-¿Te sabes el mito de Cassandra? -preguntó él, yo asentí -Bueno, así me siento. Eres una de las personas más irritantes, estúpidas, infantiles e idiotas que he conocido, y he conocido muchas.

-¿Yo? -pregunté, ofendida -Suce-moi un œuf -Fleur volteó sorprendida al oírme hablar en francés. Le dirigí una ligera sonrisa. -Y ahora, si me disculpas...

-Ah, veo que pudo volver a encontrarse con el invasor de castillos -intervino Dumbledore, haciendo que rodara los ojos instintivamente -Si me disculpa, señorita Potter, me temo que su amigo tendrá que acompañarme a mi oficina.

-No es mi amigo -casi que gruñí.

-Ah, es su novio. Entiendo -dijo Dumbledore -Entonces me aseguraré de devolvérselo antes de la tercera prueba.

Ay, mierda.

-Está bien, cariño -dijo Apolo, con una sonrisa sarcastica -Luego nos vemos.

A la hora de la cena pasó lo que más temía.

-Damas y caballeros, dentro de cinco minutos les pediré que vayamos todos
hacia el campo de quidditch para presenciar la tercera y última prueba del Torneo de los tres magos. En cuanto a los campeones, les ruego que tengan la bondad de seguir ya al señor Bagman hasta el estadio.

Llegamos al campo de quidditch, que estaba totalmente irreconocible. Un seto de seis metros de altura lo bordeaba. Había un hueco justo delante de ellos: era la entrada al enorme laberinto. El camino que había dentro parecía oscuro y terrorífico.

Cinco minutos después empezaron a ocuparse las tribunas. El aire se llenó de
voces excitadas y del ruido de pisadas de cientos de alumnos que se dirigían a sus
sitios. El cielo era de un azul intenso pero claro, y empezaban a aparecer las primeras
estrellas. Hagrid, el profesor Moody, la profesora McGonagall y el profesor Flitwick
llegaron al estadio y se aproximaron a Bagman y los campeones. Llevaban en el
sombrero estrellas luminosas, grandes y rojas. Todos menos Hagrid, que las llevaba
en la espalda de su chaleco de piel de topo.

-Estaremos haciendo una ronda por la parte exterior del laberinto -dijo la profesora McGonagall a los campeones-. Si tenéis dificultades y queréis que os rescaten, echad al aire chispas rojas, y uno de nosotros irá a salvaros, ¿entendido?

²RADIOACTIVE (HP&PJO)✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora