CAPÍTULO 04

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LISA POV'S

Me levante más temprano que de costumbre, así que de inmediato fui a prepararme para el instituto. Posiblemente no encontrase a nadie dentro de él, más que el portero con las puertas abiertas. Pero aun así, me gustaba. De todas maneras así podría repasar una clase que no lograba entender de álgebra.

Me vi por última vez en el espejo, llevaba mis desgastados converse, unos jeans desbarro anchos color negros y una sudadera del mismo tono. No era una persona de usar maquillaje, así que solo me había puesto rimel, y, de por si mis labios son rosados así que no tuve que colocarme glos.

Sin más pretextos, salí de mi habitación y salí de mi departamento. Entre las llaves en el bolsillo de mi mochila, y desapareci en el ascensor. Junto con mi vecina, Imelda. Que me sonreía mientras sostenía su bastón con la mano izquierda.

(...)

Entre a las grandes puertas vidriosas, con las manos en los bolsillos mientras veía los casilleros azules al caminar. Hasta que una voz me hizo frenar en seco, como si tuviera algo magnético, como si estuviera esperando que llegara y me hablase.

—¿Señorita Manobal? —dijo, una voz, aterciopelada y suave a mis espaldas.

—Jennie...—mumure, su nombre traía algo que me encantaba.

Me di la vuelta, y ahí estaba. Mirándome con esos deslumbrantes ojos gatunos, listos para hacer que mi día fuera mejor. Aún me vieran con odio.

—Pido la formalidad, Manobal. En las áreas de trabajo no debe llamar a un profesor por su nombre, ¿Entendido?

No pude responder, incluso creo que no llegue a escuchar bien lo que decía. Pues mis ojos estaban en ese vestido azul oscuro que encajaban a la perfección con sus asombrosas curvas. Era simplemente maravillosa, como una hermosa obra de arte..., Jennie Kim.

—¿Manobal? —sacudí la cabeza cuando vi su mano agitarse frente a mis ojos.

—¿Eh...? ¡Oh! ¿Qué decía? Lo lamento —Dije, avergonzada.

Ella dio unos pasos hacia detrás manteniendo una distancia prudente, y tiro su cabeza hacia detrás para verme a los ojos. Yo volví a entrar mis manos en los bolsillos, aunque estas estuvieran sudando descontroladamente sin motivo aparente. Pues hacia un frío gélido y desalentador.

—¿Qué que hace aquí tan temprano? —Preguntó nuevamente.

—Debería preguntarle lo mismo —Sonreí, ella rodó los ojos.

—Soy maestra.

—Ni el director a llegado.

—Pero tengo autoridad.

—Yo estudio aquí.

Suspiro, haciéndome reír suavemente al ver su rostro de fastidio. Por alguna razón, mi corazón pedía a gritos que le explicara la verdadera causa de estar aquí. Pero mi mente decía todo lo contrario. ¿Y yo? Yo siempre me dejo llevar del sabio y confiable corazón.

—Me levante mucho más temprano hoy, tal vez fue por el estrés —me encogí de hombros—. Así que aquí estoy. ¿Usted...?

—Siempre llego a esta hora, para poder planificar con perfección las clases que otorgare —levante una ceja. Su tono de formalidad, por alguna razón, me molestaba y me encantaba.

—¿A que salón se dirige? —Pregunté, Mientras ella comenzaba a caminar con pasos lentos hacia el frente.

—A la misma aula que usted, A4.

—¿Vamos juntas? —le dije, con una sonrisa en el rostro. Ella me miro por unos segundos, sentí que morí cuando me dedico una linda y leve sonrisa. Para después asentir.

No hablamos en el trayecto para ir al salón. Solo estaba consciente de que su aroma a vainilla y coco, estaba inundando mis fosas nasales, nublando cualquier pensamiento que pudiese cruzarse por mi cabeza. Tal vez sea el efecto de que es maestra nueva y yo alumna nueva, ¿No? Solo esperaba que fuese eso.

Mis ojos se fueron a ese escote, que dejaba ver de manera más esencial sus redondos pechos. Trague saliva, no podía estar pensando en eso. Así que intenté desviar mi mirada, pero solo se fue a esa pequeña y delicada cintura que se amoldeaba muy bien con ese vestido.

No me di cuenta siquiera, cuando estábamos frente a la puerta de madera del salón de clases. Solo lo supe cuando se escucho el ruido de ella abriendo la puerta, y dejando las llaves en el escritorio. Se sentó sin decir una palabra, y yo por no incomodar las cosas me dirige a mi asiento en silencio.

Saque mis cuadernos de álgebra, y me senté para acomodarme mejor y poner manos a la obra. Pero..., Fue todo en vano, porque mientras la maestra tenía el lapicero en el labio inferior, concentrada de la manera más atractiva posible. Aquí estaba yo, con unas ganas inmensas de llorar por no entender una mierda.

Se volvió a abrir la puerta y mi vista fue hacia allá de inmediato. La cabellera rubia de Rose se distinguió, mientras sus pantalones de mezclilla y su camisa ajustada negra resaltaban con sus ojos hipnóticos. Me miró con ambas cejas alzadas. Pero pasó de mi, saludando a la maestra y dejando sus cosas en el asiento frente a mi. Enarque una ceja.

—Hola, Rose...—comencé—. ¿No te sientas siempre en la primera silla?

—Hoy no —me miró con una sonrisa adorable—, hoy tengo que ayudar a alguien con su tarea de álgebra.

Reí suavemente, se había dado cuenta tan rápido como el agua corre que estaba confundida en esta materia. A veces me asustaba que me conociera de esa manera, cuando solo habíamos intercambiado como mínimo unas veinte palabras.

—¿Me ayudarías? —ella asintió—. Pues adelante, que aquí la estoy esperando mi maestra.

—No se preocupe, madame, que aquí ah llegado su honorable salvadora.

Las dos nos callamos cuando resonó un carraspeo en todo el aula. Haciendo algo de eco. Nos giramos lentamente hacia la maestra, Kim Jennie. Que nos miraba con una ceja enarcada, y esos lindos ojos mirándonos con cara de pocos amigos. Hizo un gesto de silencio, y volvio a lo suyo.

Rose y yo nos miramos, para luego reír bajo para nosotras mismas.

Busco una silla y la coloco a mi lado, para comenzar a explicarme algunas cosas básicas en susurros, y murmurós para no molestar a la atractiva señora que estaba a unos metros de distancia. Cuando porfin pude llenar una respuesta por mi misma y fue correcta, célebre silenciosamente mientras, Rose reía.

—Puedo enseñarte —dijo, en un murmullo.

—¿Enseñarme? —Pregunté, utilizando el mismo tono de voz.

—Claro, nos podemos juntar en tu casa o en la mía para estudiar.—mi cara se iluminó.

—Me parece perfecto.

—Excelente entonces, voy al baño y vuelvo para que sigamos con eso -señaló mi cuaderno.

Asentí con la cabeza. Llevando mi mirada al escritorio que le pertenecía a los maestros. La castaña estaba allí, estirándose mientras doblaba un poco esas piernas lechosas que tanto llamaban mi atención. Tuve que obligarme a apartar la mirada.

Joder, esto me esta matando.

Un Injusto pero Especial Amor | JENLISA G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora