CAPÍTULO 08

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JENNIE POV'S

—La misma que canta y baila, Señora Kim —me dedico una sonrisa. Su voz ronca me hizo estremecer.

No había podido llegar a pensar, que en un momento tan desastroso para mi como lo era este. Una simple sonrisa cálida y una mirada consoladora lo vuelva alegre y volviera a colocar sus colores.

—¿Qué hace aquí? —aparte la mirada, el frío aún recorriendo todo mi cuerpo.

—Siempre salgo a caminar por las noches... Así despejo la mente, ¿Usted?

—No tengo porque contarle cosas sobre mi vida privada —espete, me molestaba lo adorable que era conmigo.

—Tiene razón, aunque me gustaría saber —aleteo sus pestañas—. Pero no se preocupe, ya luego lo descubro.

—Lo dudo mucho.

—¿Tiene frío? —Preguntó, con una ceja enarcada.

—No —menti, ella me miro con incredulidad y sarcasmo.

—Agarre aquí —me entrego el paraguas,  tras levantar una ceja con curiosidad lo tome.

Ella comenzó a quitarse la chaqueta negra que componía su camisa más grande que su talla blanca, y sus pantalones por debajo de las rodillas negros. Para antes de que pudiera hablar, colocarmela en los hombros, y recuperando el paraguas.

Quería reprochar, quería decirle que eso era de ella y que estaba mal que me lo prestara precisamente a mi. Pero me quede callada, sus ojos mieles me miraban con un brillo confuso que hacía que mi corazón latiera con tanta fuerza que mis costillas dolían. El aroma de ella cada vez más fuerte por su cercanía y la prenda que emanaba todo su nombre.

—¿Como esta? —rompió el silencio, el cual para mi sorpresa, no era incómodo. Si no acogedor.

Dio un paso a la derecha, acercándose a mi. Mientras las dos nos resguardabamos en ese objeto que estaba siendo tomado por ella.

—Creo que bien —y, no mentía. Desde que ella llegó a mi lado, todos los pensamientos negativos se esfumaron.

—Hace cinco segundos no lo parecía.

—Son cosas personales, Manobal. ¿Qué no le enseñaron a respetar?

—Me enseñaron a mostrar interés en las cosas importantes, y el sentimiento de un ser humano lo es. —contesto sin problemas, mirando a la calle—. Pero también me enseñaron a no forzar a la persona..., Así que esta bien.

Cuando nuestros hombros hicieron contacto, aun a través de la tela de la ropa, mi piel se erizo, mucho más que cuando el frío habitaba hasta la última vena de mi sangre. Y, caí en cuenta de que ella también debía de tener frío. Pues la llovizna cada vez era más fuerte, y ella traía ropa... Holgada, pero no hecha para la situación.

—¿Tiene frío? —asintió sin titubear—. Le puedo devolver su...—Me interrumpió.

—No.

Alce las cejas sorprendida, lo había dicho de manera tan cortante pero tan tranquila y calida. Que una parte de mi quería saltar de alegría.

—Pero... Es suya, no mía —frunci el ceño.

—Pero prefiero que usted esté bien a estarlo yo, quiero que se sienta bien y si tengo que sentirme mal para eso no importa. ¿A quien le gustaría perder a su maestra favorita de literatura? A nadie —bromeó.

Cada una de las letras que componían esa palabra, hicieron que mis mejillas ardieran y me sonrojara al punto de estallar. Por impulso, me acerqué más a ella. Una parte de mi sabia que estaba mal estar a solas con una alumna, y para colmo en una situación así. Pero no me importo cuando deje caer mi cabeza en su hombro.

—Gracias, Manobal —murmure.

—Por puntos extras, lo que sea —bromeó, soltando una risa suave y ronca.

Nos quedamos viendo la calle durante unos minutos, y me atrevería a decir que podía pasar una eternidad, y mientras estuviera en esa situación con ella, no me importaría. Pero también sabía que era inapropiado, y cuando llegara a casa me reclamaria a mi misma de una y mil formas lo mal que había hecho.

Así que, ahora mismo, ¿A quien le importaba? Porqué a mi no.

Mis ojos comenzaron a pesar, y mis piernas a flaquear. Parecía que mi estudiante se dio cuenta, porque me tomó de la cintura con una sonrisa. El tacto de su mano fría en la curva de mi cuerpo, hizo que el sueño desapareciera.

—Creo que ya es hora de que me vaya, ¿No? —dijo. Yo trague saliva, enserió no quería que se fuera.

—Si —comentó la parte orgullosa de mi.

Ella asintió con una hipnótica sonrisa de lado, dejando su paraguas en mi mano.

—¡No! —reproche—. Tener su chaqueta es más que suficiente.

—Mi casa queda cerca, Señorita Kim. No se preocupe y quédese con el paraguas porfavor —sus ojos detonaban suplica.

Aunque intente mantener la compostura, y negarme. Sus grandes ojos mieles hacían que me derritiera, aún con la gélida lluvia.

—Bien —ella sonrio más grande.

—Tenga linda noche, Señorita Kim —se alejo unos cuantos pasos de mi. Recibiendo de lleno la lluvia contra ella, pero eso pareció no importarle. Porque aún me seguía mirando con una sonrisa de despedida.

—Muchas gracias, lo mismo digo para usted, Manobal —Dije. Ella giro sobre sus talones, y cuando ya estaba a unos metros de distancia, grite—: ¡Manobal! —miró sobre su hombro—. ¡Tenga cuidado!

Casi pude visualizar su pequeña risa, pero asintió y continuo con su trayecto. Pude moverme cuando ella dejó de verse en mi campo de visión, ya que por alguna razón verla era como un imán que me negaba a hacer otra cosa que no tenga que ver con su ser.

Sacudí la cabeza, intentando alejar todos los pensamientos que se relacionaran —o me relacionaran—, con mi estudiante. Acercandome a la calle. Para cruzarla, y, sorprendentemente. Irme caminando a mi vivienda. Por alguna razón quería durar más tiempo bajo la estruendosa llovizna, algo, que si fuese yo misma, negaría rotundamente.

Pero al parecer, la magia de Lalisa Manobal hizo efecto en esta Jennie Kim. Porque ahora quería quedarme bajo las estrellas, y guiarme bajo la luz de la luna. No quería ir dentro de algo que tuviera que ver con electrónico. Quería irme del lado opuesto que esa pelinegra de ojos mieles, quería recordarla hasta llegar a casa y al día siguiente reprocharme. Quería disfrutar de lo que queda de la noche, sonriendo pensando en los chistes que ella decía de vez en cuando entre esos silencios cómodamente cómodos.

Simplemente quería ser yo, sin que mi subconsciente me regañase por la más mínima cosa. Tener a mi propia alma conmigo, no en mi contra por una noche.

Un Injusto pero Especial Amor | JENLISA G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora