Capítulo 17

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Han JiSung

Tres días. Tres malditos días llorando. Eso es todo lo que he estado haciendo. Llorar y estar encerrado en mi habitación. Mi familia ya sabe lo que está sucediendo, SoHee tuvo que explicarles al verme en ese estado tan horrible. Parecía un muerto en vida. Mis ojeras me delataban.

Pasaba todo el día en pijama y no salía de casa. Solo salía para comer y no hacía nada más. Papá ya se estaba recuperando y yo le bajaba el ánimo al verme así. Ya había vuelto a trabajar, pero venía a casa a almorzar y ver cómo estaba. Mamá y mi hermana estaban ocupadas todo el tiempo en el hospital y yo cuidaba a mi sobrino hasta que mi cuñado llegaba del trabajo.

Decidí encender mi teléfono, Felix y Eric estarían preocupados por mí. Chan también me llamó cuando se enteró. Sentí que mi corazón se rompió cuando me contó en qué se había convertido MinHo desde que todo esto sucedió.

Flashback

Sung, no hace nada más. Solo bebe. A todas horas. Trabaja y luego se va a algún bar o compra botellas y se las termina en su casa. Ya ni lo reconozco.

—Se lo merece, Chan. Me hizo sentir como una mierda.

—Pasa horas en tu oficina porque huele a ti, a veces incluso pasa por tu casa. Ayer tenía la esperanza de verte porque pensó que estabas aquí. Llamó a Felix y él le dijo que había hablado contigo. Estuvo una hora sentado afuera con la esperanza de verte. Luego llegó Felix para estar pendiente de tu casa y lo encontró allí. Él mismo me ha dicho que parece un cadáver.

—¿Y qué quieres que haga? — suspiré — ¿Que corra a sus brazos? ¿Que lo perdone? Claro que no. Él me utilizó, Chan. Y no sé si podré perdonarlo. Estaré con mi familia en Malasia hasta mi graduación y luego regresaré a mi país.

Te apoyaré en todo, Sung. Pero debes saber que MinHo está mal. Al menos llámalo, él quiere saber de ti. Con el tema de tu salud tan delicada, quiere saber cómo estás, cómo te has sentido. Está preocupado y asustado porque no sabe nada de ti.

Fin del flashback.

Tenía muchos correos electrónicos y llamadas perdidas de MinHo, pero no respondí a ninguno. Mi corazón estaba destrozado y no quería hacerle más daño.

Ya no volvería a su empresa. No quiero trabajar allí ni verlo más. Quería seguir adelante con mi vida en Malasia y olvidarlo. Y eso es lo que él quiere, de lo contrario no habría hecho lo que hizo.

Recibí un mensaje de papá invitándome a almorzar para que no comiera solo. Todos estaban trabajando y mi cuñado tenía a mi sobrino con él en su casa. Era mejor salir, algo para distraerme. Tomé un largo baño y luego me maquillé un poco para disimular mis ojeras y mi cara de muerto.

Esta vez, papá no me prestó el Ferrari, así que tuve que manejar el BMW que me regaló cuando cumplí 18 años. Era mi favorito. Aunque también amaba mi jeep. Ambos eran mis favoritos. Es difícil. La empresa no quedaba lejos, a unos 10 minutos de casa.

La regla número uno de papá era que su familia debía ser tratada como es.

Subí hasta el último piso, donde papá tenía su oficina. Se accedía por un ascensor privado del cual solo él, su familia y su asistente conocían la clave.

—Pareces el rey del mundo — dije al entrar a su oficina.

—Mi sueño es serlo — me respondió con su sonrisa más encantadora.

Se levantó y, después de ajustar su traje, me abrazó y me dio mil besos. Aún era su niño pequeño y eso era más que suficiente para mí. ¿Por qué no podía ser así todos los días?

Agarró su maletín, algo raro de ver en él, y salimos. Esta vez, nos fuimos en su Ferrari.

Llegamos al restaurante donde solía llevarme cuando mamá estaba trabajando. Era mi lugar favorito. Además de las barbacoas, mi comida favorita eran los mariscos. Estábamos en el mismo puerto donde mis padres se conocieron. Era muy romántico. Esto me hizo recordar cuando comí con MinHo cerca de la playa.

—¿Quieres volver a Miami? — preguntó sin rodeos.

—No lo sé, papá. No creo que quiera volver por ahora. Pero en octubre es mi graduación, así que tengo que estar allí.

—Lo entiendo. Estaremos allí para apoyarte. Pero, por el momento, ¿quieres regresar? ¿Quieres continuar con la vida que tienes allá?

—No lo sé. Allá tengo mi independencia, aunque a veces tú me ayudas financieramente, me gusta la sensación de trabajar y lograr cosas por mí mismo. No vivo en lujos como lo hacía aquí, y eso es algo que me gusta.

—¿Te avergüenzas de mí? — preguntó, bajando la mirada.

—¡No, papá! ¡Por supuesto que no! Es solo que aquí estamos acostumbrados al lujo, al dinero y a tener todo lo que queremos. No sé si realmente soy así. Me gusta comprarme mucha ropa, como bien sabes —ambos reímos—, pero más allá de eso, me gusta trabajar y tener mis propias cosas.

Papá no dijo nada más, simplemente se acomodó en su asiento y dio otro sorbo a su bebida. Se veía pensativo, algo que no era común.

¿Y si mis palabras lo lastimaron? ¿Y si lo hice sentir mal? No podía imaginarlo.

Papá era uno de los pocos hombres que mostraban sus sentimientos. Aunque era un hombre frío, solo mostraba su verdadero yo con su familia. Con los demás, parecía un perro rabioso a punto de echar espuma por la boca.

—Desde los 14 años he estado trabajando día y noche. Antes no tenía nada, ni siquiera suficiente comida. Y ahora, el trabajo se ha convertido en una obsesión para mí. Me gusta trabajar, me gusta la forma en que lo hago, la forma en que mis sueños se reflejan en mi empresa. Mis padres querían que fuera abogado, así que pagaron mi educación universitaria a pesar de no tener mucho dinero. Me gradué en leyes, pero después de unos meses me di cuenta de que no era lo que realmente quería. Desde entonces, volví a trabajar duro, como lo hacía desde joven, hasta que fundé mi propia empresa. Esta es la vida que me gusta, porque veo reflejados en ella todos mis años de trabajo, mi sudor, mi dedicación diaria para ser mejor. Te doy todo porque eres mi hijo, mi mayor motivación junto con SoHee. Si te consiento demasiado, es mi problema, no de la sociedad. Te admiro por querer lograr todo por ti mismo, pero recuerda que cuando yo muera, todo lo mío será tuyo. Sé que SoHee no lo aceptará porque su profesión es la medicina.

Las palabras de mi papá me dejaron sin palabras. Tal vez yo también era egoísta y no me daba cuenta de que su forma de trabajar era para asegurarse de que nosotros no viviéramos como él vivió antes. La vida en Malasia era dura, pocos tenían dinero, algunos tenían que trabajar desde jóvenes para poder pagar su educación universitaria, y otros ni siquiera tenían suficiente para comer. Yo crecí en una especie de realeza. Estuve en colegios privados, siempre tuve los mejores y más populares cumpleaños, y luego me fui porque sentí que ya era demasiado para mí.

Después de almorzar con papá, regresamos a la empresa y luego me fui a casa. Al llegar, vi una caja marrón en la puerta. Era extraño, normalmente el correo se encargaba de entregar los paquetes. La abrí y encontré muchas rosas blancas. Mi corazón se derritió. Sabía quién las había enviado. En el centro de las rosas había una pequeña tarjeta y me resultó difícil ignorarla.

«Te extraño. Perdóname. ¿Podrías responder alguna de mis llamadas? Moriré si no sé nada de ti. Con amor, L.M.»

Mi corazón dio un vuelco. Sus detalles me llenaban de amor. Pero sabía que así no lograría que lo perdonara ni que volviéramos a ser lo que éramos.

Él había cruzado una línea y yo también era orgulloso. Si no hubiera arruinado todo de esa manera, tal vez ya habría regresado a Miami.

❝Atado a las sabanas de mi Jefe❞ 『•MinSung•』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora