Final

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Aterricé en Miami y los gritos de Felix casi provocan que nos sacaran del aeropuerto. Eric estaba allí, sosteniendo globos que decían “bienvenido”. Ojalá me hubiera recibido así MinHo. Entre abrazos y besos, apenas logré hablar con Felix. Pero hoy mismo quería hablar con MinHo, debíamos resolver esto y no permitir que todo se arruinara.

Aunque en Miami no hacía frío, el clima era perfecto y la Navidad ya se sentía en el aire. Las luces, los adornos y los árboles decorados estaban por todas partes, y la gente hacía compras apresuradas y emocionantes. Eso me recordaba de que no tenía regalos para nadie.

Llamé a la asistente de MinHo, y efectivamente él estaba allí. Chan aún no había llegado a Miami. Qué desesperación. Quería solucionar esto ya. Sentía unas mariposas en el estómago que más bien parecían rinocerontes.

Felix me dejó en la empresa y fue a comprar el almuerzo para ambos mientras yo solucionaba mis problemas con MinHo. Caminé hasta su oficina y abrí la puerta sin importarme si estaba ocupado o no.

Al frente de mí, solo logré ver una cabellera azul. Y MinHo estaba del otro lado del escritorio. El hombre volteó y sentí que le conocía, que le había visto antes. Tenía unos ojos grises y estaba vestido formalmente, como si fuera empresario o algo así. Una sonrisa se dibujó en su rostro. ¿Y éste tipejo quién es? ¿Cree que somos amigos o qué? MinHo se levantó y se notaba nervioso. Caminó hacia mí.

—¿Qué carajos haces aquí? — susurró.

—¿Quién es él? ¿Y por qué estás tan nervioso?

El hombre se levantó y movió sus caderas hacia mi. ¿Quién es este tipo y que se cree? ¿Un modelo? Ni cuerpo tiene. Sostenía un maletín y una carpeta llena de papeles. No me interesa si hacía negocios con MinHo.

—Luego nos vemos, MinHo — le dio un beso muy cerca del labio. Si seguía así, perdería la compostura.

—Hasta luego, SeRim. Después continuamos la conversación.

El honbre me vio de pies a cabeza y su sonrisa se borró.

—¿Puedes retirarte ya o tengo que llevarte hasta los elevadores? — dije con obstinación en mi voz.

MinHo abrió los ojos como si hubiera dicho una barbaridad y el hombre no me miró más a los ojos. Simplemente se fue y cerró la puerta. Gracias a Dios. MinHo me dio la espalda y comenzó a caminar hacia el ventanal de su oficina.

—Entonces, dime de frente lo mismo que me dijiste por teléfono. ¿Con quién es que te estoy engañando?

—¡Por Dios, JiSung!—pegó un manotazo en el escritorio — ¿A quién quieres engañar? Llevabas un tiempo engañándome con Chan, que nunca me di cuenta ni lo pensé, por estúpido. Por amarte.

—¿Y tienes pruebas? ¿O te lo imaginaste?

Las lágrimas querían salir, pero antes quería meterle una cachetada porque la rabia ganaba en estos momentos. Tenía los sentimientos mezclados. MinHo buscó algunas cosas en su laptop y luego la volteó hacia mí. Me acerqué para verlas mejor.

Había una foto de Chan y yo almorzando juntos, donde tomaba mi mano, y otras en las que me alimentaba. Seguí pasándolas y habían fotos más viejas, mías en la discoteca con él, también se veía Felix y Eric. Chan llegando a mi casa. Sin embargo, hay una en específico que sí da a pensar mal: yo sentado en el taburete de un bar con Chan prácticamente entre mis piernas, susurrándome algo al oído. Parecía un beso. Sin duda, esa foto podría malinterpretarse. Todas eran antiguas.

—Por Dios, MinHo, esas fotos son viejas. Excepto las del restaurante, Chan vino a Malasia a visitarme y almorzamos juntos.

—A visitarte, claro, como están juntos. ¿Y qué más hicieron? Cuéntame. ¿Acaso se involucraron más? Porque fue en el mismo hotel donde yo me quedaba cuando viajaba. ¿Te revolcaste con él en la cama? ¿Y cada vez que lo hacían no pensabas en mí? ¿En cómo me eras infiel?

❝Atado a las sabanas de mi Jefe❞ 『•MinSung•』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora