76.- La fiesta de las salchichas

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—Papi, papi, papi, papi, ¡papiiiiii! —la voz de Viveka era insistente, buscando atención de parte del nombrado.

Alemania estaba frente a la estufa, moviendo algo de pescado sobre un sartén con aceite, era hora del almuerzo.

—¡Papá!, ¡Viveka volvió a romper mi plumilla de la guitarra a mordidas! —gritó el mayor, se podía escuchar como su voz se acercaba a donde estaba el mayor.

—¡No es cierto, no le creas!, ¡todo lo que diga es mentira!

—¡Cállate!, todo lo muerdes, pareces un perro —el azabache menor llegó a la cocina, con el ceño fruncido y las mejillas sonrojadas por el enfado—, además, no sé cuántas veces te he dicho que no entres a mi habitación, ya no solo es porque nunca tocas la puerta, es porque siempre estas llevándote y rompiendo mis cosas, perro.

—¡No soy un perro!, ¡tarado!

—¡Pues pareces!, eres como el chihuahua que la tía Mex le compró a Tania.

El alemán mayor suspiró con agotamiento, le había tocado cuidar de sus dos hijos ya que Canadá había salido el día anterior hacia su territorio, se supone que sus hijos eran niños tranquilos, pero ya habían pasado al menos cuatro discusiones entre los menores y apenas pasaba del medio día.

—¡Suéltame, suéltame maldito perro! —gritó con desesperación Karter, tomando con fuerza el cabello de su hermana para obligarla a soltar su brazo el cual mordía.

La menor solo aumentó la fuerza de la mordida al tiempo que comenzaba a mover su cabeza de un lado a otro, haciendo que su hermano jalara más su cabello y gritara de dolor.

—¡Muy bien, ya basta ustedes dos! —gritó Alemania, rodeando la barra de la cocina para separar a sus hijos —. ¿No pueden simplemente llevarse bien por más de dos horas seguidas?, dios... ahora cállense ambos y siéntense en la mesa, les voy a servir de comer y no quiero más discusiones.

Ambos niños, con los ojos muy abiertos, asintieron y se sentaron, uno junto al otro como estaban acostumbrados.

Alemania sirvió el pescado frito que había estado preparando y lo llevó a la mesa junto a un recipiente con ensalada, le dio a cada niño su plato y los observó servirse verduras hasta que asintió con la cabeza, dándoles a entender a los menores que era suficiente ensalada para ambos.

Fritz tomó el plató de su hermana y comenzó a cortar el pescado en trozos por ella para después devolverle el plato, recibiendo un abrazo como agradecimiento.

Al azabache mayor aquello le llamó la atención, Viveka era perfectamente capaz de cortar su comida pero por alguna razón siempre dejaba al chico hacerlo por ella.

—Papi, al acabar de comer, ¿podemos ver una película? —preguntó la pelirroja.

—Sí, ¿podemos?

—Bueno... ¿ya hicieron todos sus deberes y limpiaron sus habitaciones?

Ambos niños asintieron con una sonrisa, haciendo reír bajito a su padre, él perfectamente sabía que sus hijos ya habían hecho todo lo que les pidió.

—Bueno... supongo que entonces sí, pueden ver una película cuando acabemos.

Comieron con calma en un silencio agradable, los chicos en realidad no solían ser muy ruidosos, eran bastantes tranquilos en general, tenían las típicas peleas entre hermanos que no iban demasiado lejos y procuraban no sacar de quicio a sus padres. Alemania y Canadá creían que era porque ambos simplemente eran muy buenos niños; la realidad era que ambos niños habían crecido en un ambiente que los obligaba a permanecer tranquilos por temor a que su padre alemán terminara sufriendo una crisis de estrés o ansiedad.

Entre Waffles y Salchichas || CountryHumans AleCanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora