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Ok, ahora sí toca el delicioso delicioso.

Primero el de Fritz porque es el que más tiempo tengo pendiente.

Ya después veré como reescribo el del tren, pero mientras tomen algo del AU 100% canon uwu.

Una ventaja que había adquirido después de salir del ala psiquiátrica del hospital, después de su último intento de suicidó por todo lo que se desató en Canadá en su última visita, era que sus padres ahora le dejaban quedarse en casa de Austria.

No sabía si era por pena y lástima a como se había puesto en Canadá y luego cuando volvieron a territorio alemán, o por el hecho de que durante su estancia en el hospital Austria había estado en la clínica de TCA y no había podido ir a visitarle, pero no iba a cuestionar nada, agradecía el ahora poder incluso quedarse por días con su pareja.

Y eso le beneficiaba bastante desde que ambos se habían reencontrado al salir de sus respectivos encierros voluntarios.

Cómo en ese momento donde el mayor le estaba quitando el pantalón para poder pegar sus pelvis, aún cubiertas por la ropa interior, y comenzar a restregarse entre ambos, jadeando y gimiendo bajo.

El beso que compartían era bastante intenso, llegando al punto de ser húmedo; se notaban bastante entusiasmados por el contacto, moviéndose casi de manera desesperada contra el otro en búsqueda de placer.

— Carajo, estoy malditamente caliente — gimió Fritz separándose del beso y dejando a Austria besarle el cuello de manera descuidada, se quedaría con el mayor todo el fin de semana, así que tendría tiempo para ver qué hacía con las marcas que dejase.

— Estás a nada de hacerme explotar, cielo — le dijo Austria, bajando su mano al dobladillo de su propia playera para quitársela.

— ¡Ah!~, mierda, quítame la ropa ya — exigió el menor.

Las manos del mayor bajando a la ropa interior azul del chico y tomó el elástico para quitarla, pasándola por sus piernas y besando la izquierda con adoración cuando paso la prenda.

Luego llegó la parte con la cual debía siempre ser cuidadoso, la playera.

Austria miro a los ojos al menor con duda, tomando el dobladillo de la playera sin mangas pero de cuello ligeramente alto, como pidiendo permiso para quitarla.

Y Fritz asintió, porque ese día no se sentía tan incómodo consigo mismo, porque sabía que el rubio siempre mantenía la línea del respeto hacia su estigma con sus marcas así como lo hacía con las cicatrices en sus brazos y muslos... Porque se sentía seguro, amado, protegido y respetado.

Porque a pesar de lo grotesco que a él le resultaba ver su propio torso, Austria no se inmutaba ante lo horroroso que se veía.

La prenda fue quitada con delicadeza, haciendo parecer que el momento de placer desesperado anterior no hubiera pasado, el austriaco deslizó sus manos por los costados del cuerpo ajeno con cuidado y suavidad.

— Eres sumamente hermoso, y nunca me cansaré de apreciarte — dijo en voz baja,  mirando con ternura el cuerpo ajeno.

— Solo a ti te parezco hermoso — contradijo con una sonrisa triste el menor.

Siempre era así, Austria lo admiraba y él decía algo deprimente. El rubio trataba de refutar de manera suave y comprensiva, trataba de entender lo que para Fritz significaba su autopercepción y como es que había pasado de verse como la manzana de la discordia, en palabras del menor, a verse como una manzana magullada por la caída del árbol.

— Estoy cien por ciento seguro que en tu salón de clases hay al menos 7 personas que quisieras quitarte la ropa y hacerte de todo como todo el mundo quería que les hiciera Henry Cavill.

Entre Waffles y Salchichas || CountryHumans AleCanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora