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Olores pt. 2

(Perdonen las faltas de ortografía de ayer, más tarde las arreglo, es que ya ven que ando teniendo problemas con el pinchi libro en el cel)

Si había algo que le gustaba, a parte de las fresas, era el aroma de Austria.

Le gustaba que olía a bosque y rayos de sol, aunque lo de los rayos de sol solo era algo subjetivo, no estaba seguro de que realmente ese fuera el olor pero era algo que solo así pudo nombrar después de estar varias mañanas en el jardín, asoleándose como sus padres le pedían, y que uno de los olores de Austria se presentará en el ambiente fresco de las mañanas.

Le gustaba cuando se abría la puerta y de inmediato aquel aroma boscoso inundaba sus sentidos, era relajante.

No solo la presencia del mayor lo hacía sentir mejor, sino también su olor.

Y aquello comenzaba a acelerarle el corazón y hacerlo sonrojar. Y comenzaba a asustarse.

Porque ya una vez se había sentido así y había salido herido en más de un sentido.

Intentó alejarse de Austria un poco sin verse tan agresivo, saliendo con su hermana, llamando a Reiviet para que jugaran juntos un poco de videojuegos o juegos de mesa, incluso yendo a la casa de a lado para buscar a su amigo Jansen para pasar el rato comiendo fruta picada y jugando con el hurón mascota de este.

Pero al final del día se sentía miserable por no tener aquel olor cerca.

Así que intentó otra táctica.

Cada que lo veía le pedía un par de abrazos, donde aprovechaba para restregar de forma "sutil" las mangas de sus suéteres o que el olor en si se impregnara en las prendas.

Y se dice sutil, con muchas comillas, porque no pasaba desapercibido para el austriaco las acciones del menor.

Al principio no entendía porque pasaba aquello, así que recurrió a su segunda mejor opción para preguntar que no fueran sus hermanos.

Alemania.

—A ver, ¿Qué quieres?, no quiero ser grosero pero es raro que quieras hablar conmigo de Fritz estando fuera de casa —preguntó el alemán con un suspiro.

Austria se había presentando en el Reichstag, y cuando un representante visitaba el edificio se veía obligado a abandonar lo que estuviera haciendo para recibirlo.

Lo cual implicaba tener que salir tarde de trabajar para poder terminar sus pendientes del día.

Pero si Austria era quien lo visitaba y decía el nombre de su hijo se preocupaba.

—Solo te quitaré cinco minutos, solo eso.

—Aja... ¿Qué pasó?

—Fritz últimamente está restregando su ropa contra mi, y no sé que significa eso... ¿Esta intentando marcar su olor sobre mi o algo?, o sea sé que tiene el mismo olfato que Canadá pero no sé cómo funciona esto.

El alemán palideció. ¿Qué su hijo estaba haciendo que cosa?

Aquello no le gustó porque sabía lo que implicaba.

Era lo mismo que Canadá hacía para llevar su aroma consigo cuando se tenía que ir de viaje.

—¿Desde cuándo hace eso? —preguntó en shock.

—Eh... No lo sé, tal vez mes y medio... ¿Es algo malo?

Alemania maldijo en voz baja.

—Ale...

—No es algo malo... Es solo que al parecer tu aroma le gusta lo suficiente para querer llevarlo consigo... —en su cabeza, Alemania estaba llorando.

Sabía que su hijo hacía eso de llevar aromas de otras persona encima, principalmente de personas a las que quería, y eso lo sabía porque Canadá se lo había contado desde que Fritz tenía doce años y comenzó a usar bufandas que no era de el, sino de su amiga.

Entre Waffles y Salchichas || CountryHumans AleCanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora