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—Gracias por venir, en serio, eres mi salvación —saludó Viveka, abriendo la puerta de su casa.

—Ya sabes que por mi hermanita menor lo que sea —respondió Fritz, abrazando a su hermana rápido y dándole un beso en la mejilla.

Viveka se dejó hacer, intentando no bufar porque su hermano mayor terminó despeinándola un poco. Se estaba arreglando para acompañar a Ethan a un evento de las naciones unidas.

Pero cierto pequeñito de aquella casa tenía que ir a la escuela.

Ambos caminaron a la sala, donde pidieron ver a un pequeño de cinco años, sentado en el suelo mientras comía cereal de un recipiente, iba vestido con un pantalón de vestir negro, una camisa blanca de manga corta, un chaleco negro y un delantal a cuadros rojo y blanco. Su cabello era de un cobrizo intenso llegando casi al pelirrojo, rizado y sedoso.

—Benny, cielo, mira quién está aquí para llevarte a la escuela.

El pequeño dejo su cereal de lado para mirar a su espalda, sonriendo cuando vio al mayor de los hermanos.

—¡Tío Fritz! —gritó el menor, levantándose y corriendo hacia los adultos.

—¡Benny! —respondió con el mismo tono efusivo el azabache, agachándose para quedar a la altura de su sobrino y poder tomarlo en brazos.

Adoraba a ese niño, era la cosita más linda que había en su vida, junto con Austria y Quequito, claro.

El menor se abrazó del cuello de su tío y le dio besos en la mejilla.

Era viernes, lo que significaba que Benedict se quedaría el fin de semana en casa de Fritz y Austria. Era una rutina que tenían y con la cual Viveka e Ethan estaban de acuerdo.

Viveka nunca lo admitiría, pero dejaba que las cosas fueran así porque sabía cuando su hermano quería un hijo, y si no podía tener el suyo propio podía dejar que su hermano mayor fuera una parte sumamente activa de la crianza de su propio hijo para nada planeado.

—Hoy el tío Fritz te llevará a la escuela, así que ve por tu mochila arriba y despídete de papá —le dijo suavemente la madre al niño, quien asintió y pidió ser bajado en silencio.

Los hermanos vieron al pequeño subir con entusiasmos las escaleras.

—¿Puedo darle de comer pizza este fin de semana o todavía debo esperar?, porque abrieron un nuevo local cerca de la casa y Aus y yo queríamos ir a comer allí.

En semanas pasadas el pequeño Benedict se había enfermado del estómago, así que el pobre había estado con una alimentación un poco limitada, y Karter respetaba eso, ya que al final de cuentas quien era su madre era su hermana, y no podía quitarle autoridad siempre.

—Mmm... Yo digo que si puedes, total, no creo que se vuelva a enfermar; en fin, se supone que el lunes tiene una obra de teatro, tienen que estar a las ocho en la escuela para que los vea antes de subir y no se sienta muy nervioso, mis papás van a ir —Viveka de alejó un poco, yendo a un espejo que tenía en la entrada de su casa para seguir arreglando su cabello.

—Si, lo recuerdo bien, ¿Van a llevarlo al cumpleaños de Susan la próxima semana?

—Si, ¿Ustedes van a ir?

—Austria si, yo no, no quiero terminar insultado por Hungría y que Reiviet se enoje porque me defendí de su imbécil esposo; además ya no me dejan llevar a Quequito que porque "no es un niño", prefiero quedarme con mi bebé en casa mientras hacemos jardinería.

Viveka se giró a ver a su hermano con la boca torcida y ojos serios.

—¿En serio te dijeron eso de Quequito?

Entre Waffles y Salchichas || CountryHumans AleCanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora