9. Una pequeña venganza.

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Me desperté temprano y me descubrí sosteniendo la camisa que había usado Camil, intenté olfatearla pero solo olía a perfume. El más delicioso que hubiera percibido. No podía aceptar mi comportamiento, arrugué la prenda con odio y la escondí debajo de los almohadones.

Me sentía pegajoso y sucio, pero aún así no quería bañarme, algo muy extraño en mi. Mientras comenzaba a pensar en eso, una de las alarmas del laboratorio, me interrumpió.

Había programado la centrifugación de la muestra de feromonas de Camil para separar sus componentes, quería purificar la muestra, quitando las fracciones inútiles y el aparato me indicó que ya había culminado el proceso.

El siguiente paso consistía en la selección de componentes, el agregado de estabilizadores y de potenciadores, con el fin de tornar la muestra a una pieza estable y por ende aplicable a mi persona. Las pruebas concluirían por la tarde.

Deje el laboratorio y fui a prepararme algo de comida.

Comí, limpié la cocina y leí durante algunas horas, pero no pude concentrarme. No podía sacar de mi cabeza lo que había pasado el día anterior, pero sobre todo no podía olvidar el explosivo gemido liberado por ese hombre y mucho menos el sabor de aquel espeso líquido.

Llámalo, pero esta vez no uses el traje hermético.

Esa voz regresó, instándome ésta vez a exponerme a un alfa que podía atacarme al igual que lo habían hecho Agatha y Matt. Ese pensamiento me hizo estremecer. ¿Qué me estaba ocurriendo? ¿Cómo podía contemplar esa opción? ¿Acaso me estaba volviendo loco? Nuevas dudas llegaron a mi mente: ¿Sería capaz de controlar esos pensamientos? ¿O por el contrario dejaría que me gobiernen?

Pensé y pensé.... Y siempre visualizaba un resultado espantoso, en el que nuevamente caia frente a los mandatos de esa cruel voz. Aterrado y sin consuelo, busqué el número del señor Coz Milán y borré su contacto.


***


Por la tarde tenía mi repelente listo. Si mis cálculos eran correctos, yo sería inmune a todos los alfas con una sola excepción: Camil Coz Milán.

Sin bañarme y con ayuda de un pulverizador me cubrí con la esencia del alfa. Yo no sentí ningún tipo de diferencia, no había olores que pudiera detectar, pero esperaba que los alfas pudieran hacerlo.

A pesar de haber valorado la formula con mucho cuidado, no estaba seguro de que fuera a funcionar, por lo que me armé con una pistola eléctrica, cuya potencia no era mortal, pero que me daría la oportunidad de escapar y salí a la calle.

Las luces del atardecer poco a poco se consumían, dando lugar al nacimiento de una noche fría, algo que había despejado todas las calles, por lo cual no me crucé con nadie en el camino, sin embargo sabía dónde podía encontrar un alfa dominante. Caminé al menos diez cuadras hasta toparme con un negocio poco colorido y cubierto de plantas falsas.

Ingresé en la cafetería, con algo de temor y detrás del mostrador divisé a quién estaba buscando.

El alfa giró instantáneamente cuando me vio atravesar el umbral de la puerta, pero conforme avanzaba la sonrisa que me había regalado al inicio, comenzó a desdibujarse ocupando su lugar, una mueca de repulsión.

- ¡Hueles asquerosamente mal! – dijo antes de saludarme.

Creo que se limitó, puesto que en su rostro se leía la expresión: "Lárgate de aquí"

- Buenas noches. – saludé.

En el pasado, ese alfa había intentado acercarse a mi tantas veces que me vi obligado a despedirme del sabroso café que se servía en esa cafetería, pero ahora parecía que él no quería ni mirarme, tal era su repudio que casi me lanzó el menú a la cara.

CORONA DE SANGRE (Parte 1: "Sin Omega")Donde viven las historias. Descúbrelo ahora