CORONA DE SANGRE (Parte 1: "Sin Omega")

11. Debí pagar.

- ¿Cuánto le debe por el viaje? – preguntó acercándose al taxi y mirando al chofer desde la puerta.

El señor Coz Milán se veía tenso y molesto.

- Mil quinientos – anunció lentamente el taxista como si le temiera al hombre parado a su lado.

El alfa extendió los billetes hacia el conductor del auto y luego se dirigió a la puerta trasera, abriéndola de par en par y mirándome inquisitivamente, sin alterar su feroz expresión.

- ¿Vas a salir o te saco? – pronunció al ver que no me movía.

Me sorprendió que ya no usara el modo formal conmigo. ¿A qué se debía ese cambio? ¿Y porque debía consentir tal trato?

Sin embargo, estaba cansado, lo único que deseaba era dormir en mi rincón especial, por lo que no me quejé. Salí por la puerta contraria, caminé hacia la entrada y con sorpresa descubrí que la puerta había desaparecido.

- Tuve que derribarla para poder entrar. Pronto traerán una nueva. – se defendió al ver mi reacción.

- Podría irse... - comencé.

- No – me interrumpió secamente - ¡No me voy! Hay mucho que debe responder.

El señor Coz Milán volvía a emplear el modo formal de hablar y eso me desconcertó.

- De acuerdo. – Acepté emitiendo un ligero bostezo – Sin embargo ahora quiero dormir. Mañana lo llamaré.

Comencé a caminar por el jardín delantero acercándome a la casa principal.

- ¿Acaso cree que soy tonto? – preguntó siguiendo mis pasos.

- Lo prometo. Mañana lo llamaré. – insistí, mientras me detenía en la entrada de la residencia principal.

- ¡No! – repitió - ¡Me quedaré y esperaré a que despierte!

- ¡Eso es ridículo! ¡Váyase!

El alfa me tomó del brazo y me arrastró al interior de la casa.

- ¡Mírate, estás casi desnudo! – vociferó regresando al modo informal de hablar.

Miré mi cuerpo. No era cierto, vestía el ambo que dan a los pacientes en el hospital, sin embargo era una pieza de tela delgada y bastante transparente.

- ¡Suélteme! – grité.

Y de pronto recordé los ataques. Me detuve en la entrada de la casa y lo enfrenté, permaneciendo varios minutos en la observación del hombre que tenía enfrente de mí y una pregunta se instaló en mí cabeza: "¿Por qué él no me ataca?"

Me sentía obligado a preguntar, pero cómo hacerlo sin revelar el resto de la información.

- ¿Se siente bien? – pregunté en medio del living.

Camil me observó cautelosamente.

- ¿No siente algo extraño en su cabeza o en su cuerpo? ¿Algo que lo impulse a atacar?

Camil sonrió.

- ¿Atacarte a ti? – Corrigió con una voz más grave.

Tosí y abrí bien los ojos, mirando todo a mí alrededor, tratando de recordar el lugar donde se encontraba mi arma eléctrica. Cuando lo supe, pensé en el tiempo que me tomaría llegar hasta ella.

El hombre sonrió pero luego su rostro se ensombreció, se aproximó a mí y comenzó a aspirar grandes bocanadas del aire que me rodeaba, mi corazón se detuvo dotándome de una inmovilidad absoluta.