20. ¿Negociación?

32 4 20
                                    


Me llevó un día entero reacondicionar el laboratorio y eso sólo incluía limpieza y orden. Además debía esperar por nuevos vidrios para recuperar las paredes, el reemplazo de los elementos de laboratorio y una nueva cámara de refrigeración, ya que la anterior había sido completamente destruida.

Los guardaespaldas no pronunciaron palabra alguna sobre lo sucedido y a pesar de contar con las cámaras de seguridad, no me inmuté en revisarlas. No quería saber nada... quería olvidar a ese hombre y pretender que su vida y la mía no tenían porqué volverse a cruzar. Ahogué mi curiosidad durante esas veinticuatro horas hasta que el teléfono, comenzó a emitir una luz brillante.

- ¿Sí?

- ¿Sí? – repitió enfatizando el tono irónico. – ¿Se ha olvidado de mí?

- Señor Coz Milán, no me olvidé de usted. Solo borré su número, yo no me aferro a la basura.

Me sorprendí a mi mismo, al pronunciar aquella palabra para referirme a alguien. El interlocutor se mantuvo en silencio por varios segundos.

- ¿Disfruta del encierro? – preguntó de repente.

- ¿Encierro? – mentí. - Estoy almorzando en un restaurante muy concurrido. ¿De verdad se creyó el único alfa dominante en el mundo? Hay muchos cómo usted o mejor dicho, hay mejores alfas que usted.

- Veo que no piensa disculparse. – murmuró.

- ¿Disculparme? ¿Por qué lo haría? Usted destrozó mi laboratorio y se robó mi trabajo.

Antes de que pudiera responderme, corté la llamada y apagué el teléfono. La indignación me estaba llenando de bilis. ¿Cómo se atrevía a exigir disculpas?

Me distraje con los proveedores, instaladores e inspeccionando cómo se estaban desarrollando las obras en la casa destinada a los guardaespaldas y el segundo día transcurrió sin que pudiera notarlo.

Aún no había tomado una decisión pero Camil me había empujado a hacerlo: tenía que aceptar que mi patético intento de mantener a mis padres en la ignorancia, era solo eso: un intento.

Miré mi teléfono y busqué el número del profesor Arana, pero al recordar la hora, me detuve. Era pasada la medianoche. Seguramente despertaría al catedrático o interrumpiría nuevamente un acto de amor. Bajé a la cocina y me preparé una taza de té.

Cuando estaba a punto de probar el líquido caliente, el sonido del intercomunicador me detuvo. Me acerqué al aparato y presioné el botón:

- Buenas noches, señor Lamas – dijo uno de los guardaespaldas.

- Buenas noches. ¿Qué ocurre?

- El señor Coz Milán, exige ser recibido. – dijo de forma brusca.

- ¿Quién?

- El señor Coz Milán – repitió. – Sabemos que él se encuentra en la lista de quienes pueden ingresar pero después del último incidente, nos vemos en la obligación de pedir su consentimiento.



¿Qué hace aquí a esta hora? El enojo ya había pasado o mejor dicho había sido desplazado por la curiosidad.

- Puede pasar... - le informé. – pero quiero que cinco de ustedes lo guíen hasta la entrada de la casa principal.

- Sí, señor.

Ya no había tiempo de revisar las cámaras de seguridad, corrí hacia el laboratorio y tomé uno de los trajes herméticos.

- ¿Qué desea, señor Coz Milán? – pregunté dentro del traje, aproximándome lentamente al alfa que se encontraba escoltado por cinco de mis custodios en el patio delantero de la casa.

CORONA DE SANGRE (Parte 1: "Sin Omega")Donde viven las historias. Descúbrelo ahora