28. Lejos.

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No supe qué hacer. ¿Tenía que llamarlo? ¿Debía esperar su regreso y confrontarlo al día siguiente? Mi experiencia no solo en relaciones sino en vínculos en general, era tan pobre que no sabía cómo actuar.

No pude dormir.

Apagué el teléfono, quería aislarme del mundo. Me acurruqué entre mis cojines y lancé hacia el living las prendas que Camil había utilizado. Derramé algunas lágrimas al no dejar de hacerme las siguientes preguntas: ¿Por qué? Y ¿Dónde está?

Al otro día, seguía con la misma incertidumbre. Perdí mi mirada en la caja con el brazalete que ni siquiera me había probado y el timbre de la entrada me sorprendió.

Esperaba que no se tratara de Camil porque no sabía cómo enfrentarlo.

- Señor Lamas. La señora Aixa Coz Milán solicita verlo.

Permanecí estático por varios minutos, pero al fin pude decir:

- Hazla pasar, Estoia.

- Sí, señor.

Corrí hacia mi habitación para cambiarme porque mi aspecto era lamentable.

- Hola – le dije tímidamente.

- Bebé. ¡Mira tú aspecto! ¿Lloraste?

Quise negarme, pero no pude.

- Vamos a la casa del bosque. – sugirió.

- No quiero ver a Camil. – sollocé.

- Yo tampoco quiero verlo.

Sin embargo, mi intento de mantenerme distante, se desvaneció al ver su empatía latente.

- ¿Usted habló con él? – le pregunté, poniendo una distancia entre nosotros sin darme cuenta.

La mujer me miró con tristeza y dijo:

- No, no responde ninguna de mis llamadas, ni las de su padre. ¿Tú lo llamaste?

- No lo hice.

De pronto se me ocurrió que algo pudo haberle ocurrido.

- ¿Estará bien? – pregunte más para mí que para la mujer, aún así obtuve mi respuesta.

- Claro que sí, no te preocupes por él. Me comuniqué con su secretaria y dijo que no podía responder mis llamadas porque estaba ocupado.

Al escucharla, las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos. La mujer extendió sus brazos hacia mí, consolándome dulcemente.

- ¡No llores, bebé! Cuando regrese le enterraré mi pie en la cabeza. Ven con nosotros, te cuidaremos.

- No, mamá. Si él está con alguien más, yo ya no seré tu bebé y me reemplazarás con esa persona. – dije sin dejar de llorar.

La mujer me abrazó con más fuerza.

- ¡Claro que no, bebé! ¡Tú siempre serás mi único bebé! ¡No aceptaré a nadie más!

- Eso dices ahora, pero también me dejarás – dije aferrándome a los cálidos brazos de la mujer.

Y entonces sentí el llanto de ella sobre mi propio llanto. Me separé de su cuerpo y vi como lloraba y ese cuadro me causó más tristeza y comencé nuevamente a llorar.

- Amor... - dijo el padre de Camil corriendo hacia su esposa.- ¿Por qué lloras?

- Nuestro bebé dice que nosotros también vamos a dejarlo. Él no quiere quedarse solo.

CORONA DE SANGRE (Parte 1: "Sin Omega")Donde viven las historias. Descúbrelo ahora