34. Frías intensiones.

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Me bañé para quitarme el repelente y salí corriendo hacia mi casa.

Mi cabeza comenzaba a pensar qué mentira, decir esta vez para engañar a Alex. Decirle la verdad no era una opción, después de casi matar a Camil, mi visión de él había cambiado radicalmente hasta el punto de rehusarme a su cercanía, por lo que confiarle un secreto tan importante, era impensado.

Acompañado de mis guardaespaldas, ingresé en la casa.

- Señor Lamas – comenzó Estoia – al menos uno de nosotros debería acompañarlo.

- No es necesario. – le respondí al hombre de rostro preocupado.

No podía permitir que alguien más escuchara la conversación que mantendría con Alex.

Dejando a todos en el jardín delantero, me aproximé a la entrada de la casa. Desde allí pude ver a Alexander hojeando mi libreta.

- ¡Shao...! - pronunció lentamente, dejando el cuaderno sobre el sillón, aproximándose a mí.

- Alexander, ya estoy aquí, tal como pediste. Hablemos.

- Shao. Has perdido peso, donde estuviste todos estos días.

- En el hospital, Camil ha estado en coma.

Alexander no pareció inmutarse al escuchar lo que le decía.

- No me hables de ese sujeto, no me interesa.

Escondí mi puño, quería destrozarle la cabeza para que él también terminara en el hospital.

- ¡¿Por qué tienes mi libreta?! – pregunté con calma.

Alexander me miró fijamente.

- La encontré mientras buscaba papel para mis propias anotaciones. ¿Me dirás porque razón fabricas un potenciador de feromonas? – soltó sin vacilación.

Si me había descubierto, pero al menos no sabía toda la verdad.

- Es un experimento tonto, algo que no funcionó – mentí pobremente.

Alexander inspeccionó mi rostro por un largo minuto, analizando cada una de mis expresiones, en ese momento éramos una gacela y un jaguar.

- Encontré algunas muestras en el laboratorio... - dijo esperando mi reacción.

Mi corazón se frenó en seco, trastabillé y casi caigo al suelo.

- Solo son muestras que no tienen valor. – expuse restándole importancia.

- Estaban muy bien guardadas para no tener importancia. – contraatacó.

Alex no era tonto y parecía más suspicaz de lo que habría imaginado, ahora entendía porque mis padres lo eligieron como ayudante.

- Hay muchas muestras en el laboratorio, Alex. Esas son igual de ordinarias que el resto.- insistí.

- ¿Por qué creo que estás mintiendo? – me lanzó mientras acariciaba mi libreta.

- ¿Por qué te mentiría?

- No lo sé... tal vez debamos llamar a tus padres y preguntarles a ellos...

El beta conocía a la perfección mi punto débil y estaba usándolo para presionarme. Eso me repugnó.

- Eso no es necesario. – murmuré.

- ¡Vamos a Budapest!

Eso no sonó como un pedido, más bien parecía una orden.

- No puedo ir.

CORONA DE SANGRE (Parte 1: "Sin Omega")Donde viven las historias. Descúbrelo ahora