Capítulo n°38 "mitiga la agonía"

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—Puedo cambiarme sola, sabes. —Dije sonriendo.

Salí de la ducha envuelta en una toalla, mientras con otra Blake intentaba secar mi cabello, en realidad solo lo estaba enredando más. Mi humor cambio por completo desde que había parecido.

—Tienes mucho cabello. —Dijo exhausto.

Entre a la habitación yendo directo a mi closet, Blake cerró la puerta detrás de él. Camino hasta donde estaba, al ver que tire la toalla al piso, para ponerme la ropa interior, se giró de inmediato, mirando hacía otro lado. Aunque me había visto desnuda en varias ocasiones, siempre se sonrojaba y odiaba que yo lo note.

—El hombre que me atacó, era hermano del hereje que asesinaste. —Blake se giró de nuevo hacía mi, extrañado. —El del festival de rosas.

Asintió tomándo el vestido suelto que había escogido, ayudándome a vestirme.

—¿Fue una clase de venganza?

—No del todo. Él dijo que su familia lo había hecho antes, que era algo de herejes. —Intenté explicar. —Dijo que sus padres mataron al mío.

Blake sostuvo una mirada profunda conmigo, su expresión era confusa, parecía querer entender toda la situación pero había detalles que no cuadraban. Acarició mi brazo en un gesto reconfortante, era la primera vez que mencionaba a mi padre.

—Estás sangrando de nuevo. —Musitó.

Baje la vista hacía la herida de mi pierna, un hilo de sangre se escaba escurriendo hasta mi rodilla. Blake tomó mi mano guiándome hasta el escritorio, se sentó en la silla buscando algo en los cajones. Sacó una cutér, presionando para que se viera la filosa hoja de metal.

—Tu sangre sigue en mi sistema —Explicó, presionando la punta filosa en su dedo gordo, una gota de sangre se dibujo en su pálida piel. —Pruebalo, curará tus heridas.

Sonreí tomando su mano para acercar su dedo a mis labios, dejando la gota de sangre sobre ellos. La saboreé, no parecía nada fuera de lo normal. Era roja, sabor metálico, y tibia, no entendía porque tanto alboroto.

—¿Una bruja no tiene que hacer una hechizo o algo? Para que funcione. —Pregunté curiosa.

—No es necesario, el efecto es más rápido con un hechizo, pero pronto comenzarás a sanar. —Suspiré rozando el rastro de sangre que quedó en su dedo, la punzada con el cutér ya había sanado.

Me acerqué a él, sus manos se acomodaron en mi cintura, y por mi cercanía hecho un poco la cabeza hacia atrás para verme mejor. Sus ojos se tornaron negros mientras me veía, pestañeo varías veces intentando alejar el deseo pero no pudo. Corrió la silla hacia atrás alejándose de mi, intentando recomponerse.

—Blake... —Susurré intentando tranquilizarlo.

—Lo siento. Kal tenía razón, no debería acercarme tanto a ti. Podría hacerte daño. —Estaba del otro de la habitación, sus ojos habían vuelto a la normalidad, pero su expresión no.

Parecía sufrir con una batalla mental sobre si acercarse a mi de nuevo, o no. Me dolía pensar en que él sufría teniendome cerca. Deseé explicarle que lo entendía, que no esperaba que todo el tiempo pudiera con el deseo.

—Beck me dijo algo que me dejó pensando. —Hablé, apoyando mi cuerpo en el escritorio. —Ella dijo que sentías dolor, al estar en mi presencia.

Iba a decir algo, pero cerró la boca inmediatamente.

—¿Es cierto? —Rodeé mi cuerpo con mis brazos, intentando apaciguar el frío. —¿Por qué no me lo dijiste?

—No quería que pensarás que estaba sufriendo cada vez que estaba contigo.

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